PARASHAT HA´SHAVÚA: «PINJÁS»

Parashá: Pinjás, פִּינְחָס ,  Números,  25:10–30:1. Haftará : Si  cae tras el 17 de Tamuz se lee la primera de las tres lecturas de advertencia que conducen a Tisha B’Av, Jeremías 1: 1–2: 3. Darshán:  Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita.


“Haced un censo de toda la congregación
de los Hijos de Israel, desde
veinte años para arriba, según sus casas
paternas, todo apto para el ejército
en Israel” (Bamidbar 26:2).

Hakadosh Baruj Hu les ordena a Moshé y a Elazar, el hijo de Aharón Hacohén, que realizaran una convocación en medio del Pueblo de Israel, después de la plaga que acabara con miles del pueblo por el pecado de Zimrí ben Salú con la midianita Cozbí bat Tzur. Rashí dice al respecto: “Hakadosh Baruj Hu les ordenó censar al Pueblo de Israel precisamente en ese momento —después de la plaga—, así como lo hace el que censa su rebaño después de que hubieron entrado lobos y depredado varias de sus reses. Después de que los lobos se escaparon con sus presas, el pastor lleva a cabo un censo del rebaño restante para investigar cuántas reses quedaron en el rebaño. Hakadosh Baruj Hu también se encuentra en condición de pastor del rebaño de Israel, y ‘temió’ mucho por el destino de los hijos que le habían quedado. Por eso, ordenó que los contaran, para saber —por así decirlo— cuántos de ellos habían quedado después de la plaga”.

Encontramos en este conteo una situación interesante, pues la Torá escribió los nombres de todas las familias censadas agregando la letra he ( ה) al principio del nombre y la letra yod  (י al final, como vemos (Bamidbar 26:5):

“A Janoj, la familia hajanojí ( החנוכי : ‘la de Janoj’); a Falú, la familia hapaulí הפלואי) : ‘la de Falú), etc.”.

Sobre esto, Rashí esclarece que las naciones del mundo menospreciaban a los Hijos de Israel y argüían: “¿Qué hacen aquellos contando acerca de su linaje puro según sus tribus? ¿Acaso piensan que los egipcios no sometieron a sus mujeres? ¡Si sometieron sus cuerpos, con más razón que sometieron a sus mujeres!”. Por ello, Hakadosh Baruj Hu Mismo colocó de Su Nombre sagrado, el compuesto por las letras yod y he, en el nombre de las familias de Israel, y puso la he por delante y la yod al final; con lo cual quiso decir: “Yo atestiguo acerca de ellos que todos son hijos (no adulterados) de sus ancestros, pues he colocado Mi Nombre yod – he en el nombre de ellos”. Y encontramos en la Guemará (Tratado de Sotá 17a) que la letra yod en la palabra en hebreo ish ( איש : ‘hombre’) y la letra he en la palabra ishá ( אשה : ‘mujer’) demuestra que el Nombre de Hashem se encuentra en ellos, y ya que el Nombre de Hashem se encuentra también en las familias de Israel, implica que hay un testimonio de que el hombre y la mujer se casaron y engendraron hijos en santidad, y no hubo adulterio alguno. Siendo así, resulta que la combinación del Nombre de yod – he se encuentra presente en cada una de las familias de los Hijos de Israel. Esto es un testimonio y sello de cashrut en lo que respecta a la procedencia pura de cada familia del seno de Israel. A simple vista, esto es un milagro al descubierto, ya que los egipcios en verdad sometieron físicamente a los hombres judíos con trabajo arduo, pero no tocaron a sus mujeres en absoluto. Ellas permanecieron únicamente bajo el dominio de sus respectivos esposos.  Ésta es una situación asombrosa, particularmente por el hecho de que los egipcios habían sometido a los Hijos de Israel al principio con palabras suaves, con plata y oro, joyas y demás obsequios. Por eso, surge la dificultad: ¿cómo pudo ser que a pesar de todo eso las mujeres de Israel no fueron seducidas por las palabras lisonjeras y los obsequios de los egipcios, y continuaron siendo fieles a sus esposos?

La Torá acentuó que esta regla tuvo solo una excepción: Shelomit bat Divrí, que fue ultrajada por un egipcio como consecuencia de que ella acostumbraba hablar con todo el mundo. Y debido a que este caso es uno aislado y único, fue dado a conocer por el versículo, para hacernos saber que Shelomit bat Divrí fue la única en el seno de las mujeres de Israel cuyo honor fue profanado por un egipcio. Y esto también fue solo como consecuencia de la personalidad de ella, por ponerse a hablar con todo el mundo, incluso con un egipcio, lo cual no va acorde con el recato de los Hijos de Israel.

En Tehilim, el versículo (Tehilim 121:5) dice:

“Hashem es tu sombra; [Él está] por tu mano derecha”.

¿Cuándo, en efecto, Israel amerita que Hakadosh Baruj Hu sea su sombra? Cuando ellos se encuentran unidos, unos a la derecha de los otros; se sienten garantes y responsables unos de los otros, y se preocupan de honrarse mutuamente. Y he aquí que la sombra de Hakadosh Baruj Hu acompaña a la persona en condición de ser “porción de Hashem Altísimo”, pero, a pesar de dicha cercanía, Hashem no puede ser visto por el ojo humano, así como tampoco la sombra puede “verse”, pues es solo el producto de la falta de luz. Pero cuando Hakadosh Baruj Hu quita Su sombra de encima de la persona, ésta pierde la chispa de vida que tiene, y fallece. Y es sabido que sin la sombra de Hashem, el hombre no puede existir en el mundo que Hashem Yitbaraj creó. Y así como la sombra de Hashem parte con la muerte del hombre, de la misma forma, los pecados y las transgresiones provocan la remoción de la sombra de Hakadosh Baruj Hu. La sombra de Hakadosh Baruj Hu se encuentra mientras el hombre está en vida. No es revelada ni puede ser vista, debido a lo que dice el versículo (Shemot 33:20):

“Porque no puede verme el hombre, y vivir”.

El ojo, que es de carne, no tiene la facultad o el poder de ver la Shejiná de Hakadosh Baruj Hu. Y cuando el hombre se aparta de Hashem y de Su Torá —cuando el hombre arroja a sus espaldas la Torá y las mitzvot, y no busca apegarse a Hashem y seguir Sus senderos—, entonces, pierde el revestimiento del Nombre de Hashem insinuado en el orgullo de Hashem y la fraternidad del Pueblo de Israel. De esa forma, el hombre ya no representa el símbolo y ejemplo del propósito de la Creación. Y en lugar de ser llamado por el Nombre de Hashem, el hombre pasa a ser llamado (Tehilim 92:7)

“El hombre necio no sabe, y el insensato no entiende esto”.

A un hombre como éste podrán venir las naciones del mundo y argumentarle que él es un bastardo; y, a pesar de que en esas palabras no haya el más remoto trazo de verdad, de todas formas, dicho hombre no tendrá manera de rebatir dichos argumentos. Podemos decir que, debido a esto, en la parashá de Pinjás (25:14), se citó primero el nombre del jefe de la tribu y solo después se destacó que dicho hombre era jefe de la tribu, y no está escrito primero el título de jefe de la trbu y después su nombre. Ésta es una gran enseñanza para Israel: la grandeza principal del jefe de la tribu es su propio nombre, el hombre mismo, la personalidad que tiene grabada en su ser. Y el hombre tiene que conducirse con sumisión y humildad delante de su Creador y delante del pueblo, a pesar de que se encuentre en el elevado nivel de
jefe de la tribu.


Por Avi Zarki