LA EXPULSIÓN DE LOS SEFARDÍES DE GÉNOVA

Notas sobre las vicisitudes de los sefardíes del puerto de Génova en 1567.


Tras la disyuntiva proclamada por las coronas unificadas de Castilla y Aragón contra el elemento hispano-hebreo, muchos judíos, indispuestos hacia la conversión forzosa, optaron por  el destierro en diferentes lugares: algunos marcharon al vecino Reino de Navarra -donde (de momento) no aplicaba el Edicto de La Alhambra- y otros, más numerosos, cargados de carromatos con sus Sifrei Torá y sus enseres, pero no con oro ni caballos,  marcharon a Portugal, donde (de momento) serían recibidos como refugiados previo pago de una gran cantidad de dinero que hubo que negociar; pero otros zarparon  desde el entonces importante puerto cantábrico de Laredo hacia Amberes; o hacia la ribera norteafricana, donde ya residían muchos hispano-hebreos desde los funestos eventos de 1391; o  hacia el Imperio Otomano, que recibirá,  durante gran parte del S XVI,  distintas oleadas de sefardíes. Y otros, casi todos los que salieron por los puertos mediterráneos de Tortosa, de Sagunto y de Valencia, etc.  zarparon hacia la Península Itálica, bien hacia Roma, bien hacia al Reino de Nápoles -que ocupaba la mitad de la península itálica más la isla de Sicilia- y  también a lugares como Venecia, Ferrara, Pisa o Génova.

 

Italia -que entonces aún estaba lejos de ser Italia- trató a los judíos sefardíes con diferente suerte: en prinicpio, recibieron protección del rey Fernando I de Nápoles, hijo bastardo de Alfonso V de Aragón y I de Nápoles. Uno de los refugiados, Isaac Abravanel, principal de los judíos castellanos por decisión de la propia Isabel I de Castilla, incluso recibió un puesto en la corte napolitana, que retuvo bajo el rey sucesor, Alfonso II, sobrino de Fernando II de Aragón, El Católico .

  También fueron bien recibidos en Ferrara por el duque Ercole d’Este I y, así mismo, en Toscana,  a través de la mediación de Jehiel de Pisa y sus hijos.

  Pero en Roma y en  Génova experimentaron todas las aflicciones y tormentos que traen el hambre, la peste y la pobreza,  viéndose  obligados a aceptar el bautismo para escapar de la miseria contumaz. Algunos incluso después de bautizados regresaron como cripto-judíos a la Península Ibérica con la esperanza de recuperar su haciendas.

  Génova, ese importante puerto medieval ( que, junto Venecia, su rival, dominaba el comercio Mediterráneo y que circunnavegaba la Península Ibérica tras las liberación mora del Estrecho de Gibraltar para llegar a Amberes sin atravesar los Alpes) nunca tuvo  mucha afinidad con los judíos. El andariego Benjamín de Tudela, en su Libro de Viajes, del S XI, dice que en ese puerto sólo encontró a dos judíos; no en vano, en Génova, después, se había promulgado una  ley que impedía a los judíos pernoctar en la ciudad más de tres días seguidos, dicen que como medida profiláctica ante los desastres de la peste negra, que muchos achacaron a los judíos, pero que en realidad trajeron a Europa,  en 1348,  los barcos genoveses atacados por los mongoles en Kafa (Crimea). A principios del S XVI el trauma de la mayor pandemia de la historia estaba muy vivo aún.

Los  capitanes de los barcos que transportaban por las aguas mediterráneas  a muy alto precio de pasaje a los judíos expulsos,  pidieron permiso para atracar  en el puerto genovés y  allí poder reparar los daños sufridos  tras una tempestad. «Y mientras estaban haciendo sus preparativos para viajar más lejos, llegó el invierno y muchos murieron en los muelles».  Eso dice Bartolomeo Senarega, secretario de la república genovesa.

Pero, por suspicacias del comercio de los puertos de entonces, además del odio religioso que inflamaba un predicador llamado Bernardino da Feltre, llevaron a derogar el decreto de permanencia judía en Génova:  21 familias de las desembarcadas se fueron a Ferrara. Otro número indeterminado de familias acaudaladas tuvieron la posibilidad de comprar a bastante alto precio una renovación de permanencia con la que de momento salir del paso.

El número de judíos llegados a  Génova aumentó cuando, en 1497, empezaron las persecuciones en Portugal, de modo que,  a principios del s. XVI,  se estableció una oficina especial en  la ciudad , el  «Ufficio per gli Ebrei»,  que regulaba  el uso obligatorio  de una escarapela identificativa para los judíos.  Además,  se ratificó la prohibición de residir en Génova  bajo pena de multa, de encarcelamiento e incluso de ser vendido como esclavo. Solo los comerciantes al por mayor y los médicos con permisos papales estaban exentos de estos actos de opresión. Sin embargo, las solicitudes de permiso para establecerse se hicieron cada vez más numerosas y en 1550 varios judíos obtuvieron el derecho de libre residencia y de libre comercio durante varios años; incluso el uso de la insignia y la reclusión en un gueto fueron abolidos.

No obstante, los judíos fueron expulsados de Génova en 1515, aunque readmitidos un año después con esperanza de conversiones masivas; como no hubo resultados, fueron nuevamente expulsados en 1550.  El 15 de julio de  1567 la expulsión se extendió a todo el territorio de la República. Sin embargo, entre 1570 y 1586, el permiso para participar  en el comercio de la usura  y abrir tiendas en Génova se otorgó  s cuatro veces a los judíos, por lo cual inferimos que algunos aún volvieron. En 1598 se emitió un nuevo decreto de expulsión, pero muchos judíos lograron eludirlo. En 1660, los 200 judíos que vivían en Génova estaban confinados en un gueto, aunque dos años más tarde muchos todavía vivían ya  fuera de él.  El gueto tenía dos puertas de hierro, que permanecían cerradas desde el atardecer hasta la mañana. El número de judíos en ese momento ascendía a 700; entre ellos había muchos comerciantes prósperos que, debido a la importancia de sus negocios, recibieron un mejor trato y se les permitió vivir fuera del gueto. Sin embargo, todos los judíos se vieron obligados a asistir a los sermones cristianos durante la Cuaresma,  algo que se vivía  como la más profunda humillación:  en estas ocasiones, además de ser vilipendiados por el predicador, se encontraron con insultos e incluso actos de violencia por parte de la mafia.