
Biografía del dramaturgo español que pudo haber asistido como espectador a su propio Auto de Fe.
Sobre la figura de este dramaturgo, narrador y poeta se han escrito muchas inexactitudes a lo largo de mucho tiempo, empezando por lo escrito en el S XIX por ADOLFO DE CASTRO Y LA HISTORIA DE LOS JUDÍOS EN ESPAÑA, a quien siguieron, cual bola de nieve, otros eruditos, sosteniendo que se llamaba Enrique Enríquez de Paz, que fue de origen portugués, pero natural de Segovia, capitán del ejército francés, y que murió judío en Ámsterdam. Esa persona existió, pero no es Antonio Enríquez. Lo demostró un hispanista -berlinés, pero sefardí de Salónica- llamado Israel Salvator Révah; especializado en los recovecos de los procesos inquisitoriales y las intrigas de la limpieza sanguínea en el Siglo de Oro, ya en 1962 había deshecho el entuerto, pero la obra sólo fue publicada póstumamente. («Antonio Enríquez Gómez, écrivain marrane 1600-1663», ed. por Carsten Lorenz Wilke, París 2003)
Antonio Enríquez nació en Cuenca, año de 1600 -pleno reinado de Felipe III de España y Portugal- y técnicamente no era judío, pues su madre , Isabel Gómez, del pueblo conquense de Alcantud, era cristiana vieja; pero sí lo era su padre, Diego Enriquez Villanueva, de la localidad toledana de Quintanar de la Orden. Diego, nacido en 1543, era uno de los pocos conversos toledanos que en el S XVI seguía practicando el judaísmo en secreto. Para la Inqusición, toda la familia era «marrana» y como tal buscó su ruina con inquina paranoica: al abuelo , Fco de Mora, lo quemaron vivo en Cuenca en 1592 después de haberlo ejecutado; la abuela, Leonor Enríquez, fue presa hasta el año de 1600 -es decir, vio nacer a su nieto- y el padre de Antonio, Diego, exportador de lanas y paños a Francia, en 1624 sufrió una confiscación de bienes que le dejó con lo puesto: el sambenito.
Antonio, avezado en el comercio por su propio padre, de joven había estado en Sevilla, en casa de su tío , Antonio Enríquez de Mora, que tuvo que huir , raudo y velos, a Burdeos, porque la Inquisición sevillana descubrió su cripto-judaísmo. Entonces, Antonio pasó a Madrid, con su esposa, cristiana vieja, Isabel Alonso Basurto, y sus tres retoños, Catalina, Diego y Leonor.
En Madrid había entonces más posibilidades de vida literaria. Antonio empezó a frecuentar el círculo literario alrededor de Lope de Vega, que como todo el mundo debería saber, fue «familiar» de la Inquisición, esto es delator, miembro de una tupida red de espionaje inquisitorial por cuyos servicios recibían no sólo dinero sino también protección y hasta el derecho a portar armas. El Fénix participó en la detención de un franciscano catalán y participó en una procesión de Auto de Fe en Madrid, pero sólo Américo Castro y otros pocos mencionan estos detalles vergonzantes. Puesto que Antonio Enriquez circulaba por el entorno de su casa en la calle Francos, y escribiendo comedias desde 1634, quizás Lope de Vega delatara a su colega, que mientras tanto lo ensalzaba con epítetos en los prólogos a sus obras. De hecho, a fines de 1635, ya muerto el Fénix, en la Fama póstuma a la vida y muerte de Lope de Vega, de Juan Pérez de Montalbán, se insertó un soneto «de Antonio Enríquez, a la muerte feliz del doctor frey Lope Félix de Vega Carpio».
Al año siguiente, Antonio fue llamado a declarar en el juicio de un tal Bartolomé Febos, y Antonio, asustado, dejó Madrid por la llamada Senda del Marrano -desde Fuencarral a Burgos, de allí a Pamplona para cruzar los Pirineos por Sorogain (Jaim Beinhart, The Converso Community, ) Se instaló en Burdeos, en casa de su tío. Que como dramaturgo converso hubiera estado en Amsterdam, donde había gran actividad dramática en el mundo judío sefardí, es verosímil, pero no verídico. El tío se trasladó a Livorno y su hijo, con su primo Antonio, se establecieron en Ruán para manejar negocios de contrabando entre España y Francia, entonces en guerra. Su contacto en Madrid era su yerno, el marido de su hija Catalina, que resultó ser también familiar de la Inquisición. La red de los Enriquez iba desde Hispanoamérica, especialmente a Recife, al norte de Europa, Amsterdam y Hamburgo.
No sabemos por qué, pero en 1649, el negocio se disolvió; su primo se embarcó para el Perú y Antonio regresó a España, primero para residir en Granada y luego en Sevilla, usando una identidad falsa: don Fernando de Zárate y Castronovo y viviendo en concubinato con María Felipa de Hoces. En Sevilla escribió durante más de una década muchas de sus obras. Mientras tanto , la Inquisición le quemó en efigie -de forma simbólica- dos veces: la primera en Toledo, en 1651, y la segunda en Sevilla, en 1660, con lo cual es muy posible que Antonio asistiera como espectador al auto de fe en el que le quemaron.
El 21 de septiembre de 1661, la Inquisición dio con su verdadera identidad y lo detuvo sin más miramiento. Antonio, bajo el peso de la tortura, lo confesó todo. Murió en el presidio sevillano antes de que terminara su proceso. Aun así, fue reconciliado en un auto de fe de Sevilla el 14 de junio de 1665. Además, con sus declaraciones, se detuvo en Lima a su primo.