CANFRANC: EL TREN DE LA ESPERANZA

La legendaria estación de tren de Canfranc, en el Pirineo aragonés, fue un punto importante para la salvación de una gran cantidad de judíos que huían del nazismo.


Marsella:  organizadas por el periodista norteamericano Varian Fry ( y con ayudas del Joint)  varias organizaciones  gestionaban la desesperación de muchos judíos huyendo de los nazis; Marsella, antigua judería sefardí, tenía básicamente dos puntos de salida: por mar, a través de barcos como  la fragata española Navemar;  y por tierra,  a través de ferrocarril, alcanzando  el Pirineo, atravesando Somport – el puerto más alto ( ‘summus portus’ en latín) – para, desde Canfranc, deslizarse por la columna vertebral de Aragón dentro del ‘wagonlit’ de las seis de la mañana, hasta Lisboa.

Le Lay

Pero esto no se hacía sólo empeñando reliquias personales para pagar un visado sino también con la ayuda desinteresada de personas. Albert Le Lay, bretón, casado, padre de tres hijos, arriesgaba su puesto de trabajo ( y su vida incluso)  simulando  apagones para permitir que los judíos cruzaran las vías y aguardaran escondidos la salida del tren. Un convoy cuyo maquinista, Anastasio Romero Herranz, era consciente de qué tipo de viajeros subían a sus vagones. (Dicen que lo sabía hasta Franco y hacía la vista gorda)

Parece fácil, pero imaginemos las enfermedades con las que muchos tenían que hacer esos esfuerzos en los gélidos amaneceres pirenaicos. El doctor Víctor Fairén Gallán, en Zaragoza, era su aliado: enviaba a uno de sus estudiantes de Medicina a la estación del Norte y éste gritaba desde el andén el nombre de una pensión en varios idiomas. Esa era la señal. Los tuberculosos y todos aquellos a los que la debilidad les impedía continuar camino lo seguían hasta la clínica universitaria de la plaza de Paraíso. . En cuanto se fortalecían, retomaban el trayecto hasta Lisboa vía Zaragoza y Madrid. Y desde Lisboa a distintos puertos de América.

En Madrid los recibía personal de la embajada británica y los llevaban al hotel Ritz. Luego subían al tren Lusitania Express en la estación de Delicias,  para hacer el último viaje peninsular : de  Madrid a Lisboa.

La Estación Internacional de Canfranc, Huesca (Aragón)  la inauguró el 18 de julio de 1928  Alfonso XIII. (En esta fecha se recrea hace años la inauguración en la estación,  ya abandonada) Dada su valor arquitectónico , sumado a su valor histórico, fue declarada Bien de Interés Cultural y catalogada como monumento desde el 6 de marzo de 2002. Por Canfranc, en el franquismo,  transitaron los trenes que transportaban el wolframio que Alemania empleaba para reforzar el acero de sus tanques.​ A cambio, toneladas de oro que venían de Suiza entraban en España.

Se desconocen las cifras de judíos que pasaron la frontera hispano-gala de esta manera y en esos momentos, pero conocemos algunos nombres ilustres, como los pintores  Marc Chagall o Max Ernst, celebridades de la música como Alma Mahler, o del espectáculo de variedades, como  Josephine Baker, casada con un judío, Jean Lyon (magnate del azúcar)

Desgraciadamente, muchos otros fueron no lograron su objetivo y fueron detenidos por la Gestapo y las SS alemanas, que controlaron la parte francesa de la estación entre el invierno de 1942 y el verano de 1944. Algunos, en vez de pasar en tren, fueron ayudados por vecinos de Canfranc para pasar a pie por los montes si el clima lo permitía.

La conexión ferroviaria en este paso fronterizo quedó suspendida  el 27 de marzo de 1970: un tren de mercancías descarriló del lado francés y provocó  el derrumbe del puente de L’Estanguet, con la consiguiente interrupción del servicio entre ambos países. Desde esa fecha, el transporte de viajeros se hace por carretera con un autobús que pone la S.N.C.F.

Sobre la figura heroica de La Lay se han escrito cientos  de páginas y realizado documentales y películas, como por ejemplo «Juego de espías», de Ramón J. Campo, y «El Rey de Canfranc».

Le Lay, perseguido por la Gestapo y la policía franquista, tuvo que refugiarse en Argelia. Cuando terminó la guerra, rechazó cargos y honores y expresó a su familia el deseo de mantener en silencio sus actividades de esos años. Uno de sus nietos, Víctor Fairén,  ha roto  el pacto y ha contado la grandísima hazaña que llevó a cabo su abuelo, un héroe desconocido al que se bautizó en su época como ‘el rey de Canfranc’.