EL CONDE DE BALLOBAR, CÓNSUL EN JERUSALÉN

Historia no muy conocida del aragonés Antonio de la Cierva Lewita , que fue dos veces cónsul en Israel y cuyo Diario es una gran fuente histórica.


Aunque nacido en Viena en 1885,  por ser hijo  del agregado militar Plácido de La Cierva  -casado con María Luisa Lewita Finkelstein,  judía austríaca que fue su madre- creció en Zaragoza, patria chica del padre. Mª Luisa falleció pronto, en París, a los dos años de haber dado a luz a Antonio.  El padre rehizo su vida con  María Luisa de las Heras y Mergelín, condesa de Ballobar, gaditana de S. Lúcar de Barrameda que recibió de Alfonso XIII este condado en reconcimiento a los favores de su difunto marido, Plácido de la Cierva, con el Reino de España.

En 1911, Antonio ingresó en la carrera diplomática y su primera misión fue como vicecónsul en La Habana; después, en el decisivo año de 1914, fue cónsul en Jerusalem hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. Volvería a serlo años más tarde -después de haberlo sido en Tánger- cuando ya se había refundado el Estado de Israel, concretamente entre 1949 y 1952 (Franco -y esto no lo sabe mucha gente, nunca reconoció el estado de Israel, pero jamás ordenó cerrar la delegación diplomática en Jerusalén)

Casó con Rafaela Osorio de Moscoso y Pérez de Ansó, III duquesa de Terranova -ducado napolitano de la época del Gran Capitán- y  XIV marquesa de Poza, XI condesa de Garcíez. Le sucedió su hijo Alfonso de la Cierva y Osorio de Moscoso.

El Diario de Jerusalén de Antonio de la Cierva es de la primera estadía en Jerusalén, la de La Gran Guerra -está publicado en 1996 por la editorial Nerea- es decir, de cuando el Imperio Otomano (que al aragonés no gustaba nada) Antonio, por aquel entonces de 29 años, según cuenta él mismo, luchó ante las autoridades turcas por la repatriación de judíos  de Jerusalén exilados por los turcos a Damasco, así como impedir el expolio de reliquias religiosas. A pesar de ser judío, hijo de madre judía, el conde no profesó jamás esa religión.

Y por supuesto, relata en primera persona, como testigo privilegiado, las vicisitudes políticas del momento en Oriente Medio:  el estrepitoso fracaso militar de los turcos (y sus aliados alemanes y austro-húngaros)  ante el canal de Suez o  el acontecimiento más destacable para Ballobar ,  la ocupación por los británicos de Jerusalem el 9 de diciembre de 1917.  Todo un periodista describiendo  el recibimiento entusiasta que cristianos y judíos ofrecieron a las tropas del general Allenby, que se presentaba como un libertador del yugo turco para pronto mostrar su verdadera cara….. De este modo, se ponía fin a cuatro siglos de dominación turca sobre Tierra Santa y se abría la puerta al futuro Mandato británico sobre Palestina que se prolongó hasta el establecimiento del Estado de Israel en 1948.

Relata también sus impresiones sobre los logros agrícolas del sionismo en tierras de Rishon Le´Tzion, Rejovot, Petaj Tikva, aunque no cree que el sionismo , tras los disturbios del primer aniversario de la Declaración Balfour, llegara muy lejos. A  pesar de los condicionantes ideológicos y religiosos propios de su época y su contexto social, se ofrece una aproximación a un período tan interesante como desconocido para el lector español medio.

Falleció en Madrid, el 10 de octubre de 1971.