Sucesos en la judería de Zaragoza en 1486: el gran inquisidor es asesinado en la catedral. Las consecuencias no se hacen tardar.
1440: Êpila, en pleno Reino de Aragón, a pocos kms. de Zaragoza. Antonio de Arbués y su esposa Sancia son padres de un niño al que llaman Pedro. Como se lo pueden permitir, le envían a estudiar filosofía en Huesca; luego, como es despierto para las letras, estudiará desde 1469 en Bolonia, donde será nombrado doctor en filosofía. Al año siguiente es ordenado sacerdote; la carrera es tan fulgurante que al año siguiente es nombrado canónigo de la catedral de Zaragoza.
Diez años más tarde se cruzaría en su vida el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Aragón, creado por Fernando II y el Papa Sixto IV el 17 de octubre de 1483, siendo su sede el Palacio de la Aljafarería -que es hoy el palacio presidencial de la comunidad autónoma de Aragón. (vid. foto principal) Tras las Cortes de Tarazona el 14 de abril de 1484, el inquisidor general , Torquemada, delegó la dirección de la Inquisición aragonesa, el dos de mayo de ese mismo año, en el dominico Pedro Gaspar Juglar y el canónigo de la catedral de Zaragoza Pedro Arbués. Su jurisdicción abarcaba todo el territorio del Reino de Aragón, algunas localidades de los condados catalanes y exceptuaba Teruel.
El zaragozano Jerónimo de Zurita, cronista mayor del Reino de Aragón, e hijo del médico personal del rey Fernando II, magistrado de Barbastro y bayle de Huesca, además de asistente inquisitorial, relata que hubo gran oposición a la Inquisición por parte de los judeo-conversos… pero también por parte de la nobleza, que sentía que el Tribunal era una injerencia castellana en la administración aragonesa: el noble aragonés, por tanto, temía resultaran afectados sus privilegios aristocráticos.
Puesto que la vía institucional no ofrecía frutos, parte de los conversos aragoneses decidió pasar a la acción, buscando acabar con la vida de Pedro Arbués. Los dos primeros intentos fueron fallidos, pero en la noche del 14 de septiembre de 1485, de rodillas frente al altar de la Seo de Zaragoza, ocho hombres le acuchillaron en el cuello (en el torso sabían que llevaba una malla protectora) Dos días después, 17 de septiembre, por efecto de las heridas, murió. El escándalo fue mayúsculo, sobre todo cuando se detuvo a los asesinos y se comprueba que habían sido pagados por un grupo de conversos.
Jaime de Montesa, converso zaragozano, y máxima autoridad judicial entonces en la ciudad, fue detenido el 17 de octubre, acusado de ser el máximo instigador del asesinato. Por supuesto, se le inhabilitó en el cargo y fue confinado en un calabozo inmundo. Durante 22 larguísimos meses fue interrogado bajo torturas y siempre negó estar implicado en el caso. En agosto de 1497 se le sometió a un nuevo interrogatorio, esta vez bajo la tortura llamada «garrucha» (izado mediante un sistema de poleas) y en esa ocasión, y bajo esas extremas circunstancias, se declaró culpable de haberlo planeado todo y de haber pagado a los sicarios la cantidad de seiscientos florines.
Fue condenado a muerte en avanzada edad, pero no por asesinato, sino por judaizante y por asistente a bodas judías. Su hija, Leonor de Montesa, igualmente fue quemada viva en auto de fe el 20 de agosto de 1497 , acusada de haber ayunado durante cincuenta años en la fiesta de Yom KIpur.
A Pedro de Arbués lo canonizaron.
Una importante fuente del proceso a los acusados es el Libro Verde de Aragón, donde se nombran los inquiridos y su destino. , hubo nueve ejecutados en persona, aparte de dos suicidios, trece quemados en estatua y cuatro castigados por complicidad. A uno de los asesinos «le cortaron las manos y las clavaron en la puerta de la Diputación, tras lo cual fue arrastrado hasta la plaza del mercado, donde fue decapitado y descuartizado, y los trozos de su cuerpo colgados en las calles de la ciudad [de Zaragoza]. Otro se suicidó en su celda un día antes del tormento, rompiendo una lámpara de cristal y tragándose los fragmentos; sufrió el mismo castigo, que fue infligido a su cadáver
«Un examen de la lista de las víctimas muestra la constante aparición de los ilustres apellidos de Santa Fe, Santángel, Caballería y Sánchez. Francisco de Santa Fe, hijo del famoso converso Jerónimo y consejero del gobernador de Aragón, se suicidó tirándose desde una torre y sus restos fueron quemados en el auto celebrado el 15 de diciembre de 1486. Sancho de Paternoy fue torturado y encarcelado. Un miembro de los Santángel, Luis, que había sido investido como caballero por el propio Juan II de Aragón por sus proezas militares, fue decapitado y quemado en la plaza del mercado de Zaragoza el 8 de agosto de 1487; su primo Luis, más conocido, cuyos préstamos harían posibles los viajes de Colón, tuvo que hacer penitencia en julio de 1491. En total, más de quince miembros del linaje de los Santángel fueron castigados por la Inquisición antes de 1499; y entre 1486 y 1503, catorce miembros de la familia Sánchez sufrieron igual suerte»
- Kamen, Henry (2011) [1999]. La Inquisición Española. Una revisión histórica (3ª edición). Barcelona: Crítica.