EL LIBELO DEL NIÑO DE LA GUARDIA

Historia del evento inquisitorial que dicen fue todo un montaje para disculpar  ante el populacho el siguiente paso de la política de los reyes católicos: la expulsión de los judíos de los reinos de Castilla y de Aragón.


A lo largo de la historia -desde la Grecia clásica al S XIX y a lo ancho de casi toda Europa y parte del Oriente Medio -de Alemania a Siria- los judíos han tenido que sufrir las consecuencias de una manifestación de antisemitismo basada en la propagación de una calumnia conocida como «Libelo de sangre»:un asesinato que tendría como objetivo la obtención de sangre humana para presuntos fines rituales. En la Edad Media, cuando los índices de alfabetización eran mínimos, estas ideas delirantes tenían mucho crédito y, además, se creía que para la perpetración de estas aberraciones se prefería la sangre infantil. Dado el secular  desconocimiento del judaísmo  -incluso hoy- se sostenía que esa sangre de niño secuestrado  y asesinado el día de Viernes Santo,  era usada en la fiesta de Pésaj (pascua judía) -la fiesta del ciclo anual hebreo más escrupulosa que hay con la alimentación, precisamente.

En el «Libro de las Partidas» (Juan Antonio Llorente, Historia de la Inquisición) del tan considerado  como  tolerante rey Alfonso X El Sabio, se constata que el mismo rey  tenía por perfectamente plausible la aberración. Luego hablan de la engañifa de las tres culturas  conviviendo en armonía bajo un cielo sin nubes sobre Castilla.

J. A. Lorente nos brinda un conciso repaso de los libelos de sangre en los reinos de Castilla y Aragón (sin dar cuenta de los que hubo en el resto de continente europeo e incluso en distintos puntos de lo que llamamos Oriente Medio :

(…) añadíase el ejemplo de Santo Domingo de Val, niño de Zaragoza, supuestamente crucificado en 1250; el robo y ultrajes de la hostia consagrada en Segovia, año 1406; la conjuración de Toledo, minando y llenando de pólvora las calles por donde había de pasar la procesión del Corpus, año 1445; la del lugar de Tabara, entre Zamora y Benavente, poniendo abrojos de hierro en las calles por donde habían de andar cristianos descalzos, clavando puertas a incendiando casas en que habitaban cristianos; el robo y crucifixión de un niño cristiano en Valladolid, año 1452; un caso igual en un pueblo de señorío del marques de Almarza, cerca de Zamora, en 1454; otro semejante sucedido en Sepúlveda, obispado de Segovia, en 1468; el caso de los ultrajes hechos a la cruz en el campo llamado Puerto del Gamo, entre las villas del Casar y de Granadilla, obispado de Coria, en 1488; el robo del niño de La Guardia, provincia de La Mancha, en 1489, y su crucifixión en 1490; el conato de igual crimen evitado por la justicia en Valencia y otros casos semejantes, con muchas muertes de cristianos atribuidas a judíos médicos, cirujanos y boticarios, en abuso de sus oficios, particularmente la del rey Enrique III por su medico D. Mair.»

En la Península Ibérica, el más famoso libelo de sangre lleva el nombre del Niño de La Guardia. Tan famoso que a la entrada del claustro de la catedral de Toledo hay un fresco del S XVIII, de Fco. Bayeu, representando, por un lado, el secuestro y, por otro, la crucifixión del Niño de La Guardia,  en esa localidad cercana a la ciudad de Toledo.

Parece ser que el origen del caso está en la desaparición de un niño en una procesión del Corpus. Como hay que buscar una explicación a la desaparición, se da por sentado que ha sido secuestrado por los judíos. Nadie denunció la desaparición ni se dieron nunca pruebas fidedignas del hecho, pero ahí están los hechos, para pasmo de la Historia.

El niño, en principio, se llamaba Juan. Luego, la Inquisición, al iniciar el proceso, en diciembre de 1490, años después de los presuntos acontecimientos perseguidos,  decide cambiarle el nombre  y le llama Cristóbal, que suena más a Cristo.

El proceso, por orden directa de Torquemada, se efectúa contra un judío llamado Yucé France, de la localidad llamada Tembleque,  y contra Moshé Abenamias,  de Zamora, y seis conversos más: Alonso, Lope, García y Juan Franco, Juan Ocaña y Benito García, vecinos todos de La Guardia, localidad del arzobispado de Toledo.

 Ahora bien….¿Cómo dio la Inquisición con estos acusados? ¿Qué pruebas esgrimieron contra ellos?

Tres años después de la desaparición del niño (es decir,  ya en junio de 1490) dice el gran historiador Joseph Pérez en «Los judíos de España» que se detuvo en Astorga a un converso llamado Benito García, cardador ambulante de lana natural de La Guardia «de quien se sospechaba que robaba hostias consagradas» para ejecutar sacrilegios.​ Detenido y torturado, acusó a otros correligionarios, contando que cinco años antes había regresado secretamente a la religión judía, alentado por otro converso, también de La Guardia, llamado Juan de Ocaña, y por un zapatero judío de la cercana localidad de Tembleque, cuyo apellido era Franco, y que fue detenido por la Inquisición y encarcelado en Segovia.

 Los cargos imputados: la mezcla de la sangre del niño con una hostia robada de una iglesia, lo cual  procuraría un veneno para el agua que habrían de beber los inquisidores…

Bajo la presión de sucesivas torturas de indescriptible intensidad, Yuçe empezó por admitir que había ido de Maqueda a La Guardia para buscar tortas cenceñas (matzot, panes ácimos para la fiesta de Pesaj) y acabó por decir lo que los torturadores y sus secuaces querían oir. Los inquisidores encargados del proceso fueron Pedro de Villada (el mismo que había interrogado en junio de 1490 al converso Benito García), Juan López de Cigales, inquisidor de Valencia desde 1487,  y fray Fernando de Santo Domingo.

Todos los acusados fueron quemados vivos en el Brasero de la Dehesa, Ávila, junto al puente de  la Puerta de Sancti Spiriti,  el 14 de noviembre de 1491.

Con los bienes confiscados  a todos los condenados se  sufragaron parte de los  gastos  de  la Iglesia y Monasterio Real de Santo Tomás de Ávila, donde por primera vez se estipula por vía papal que  no serían admitidos religiosos descendientes de judíos. El real monasterio, finalizado en 1493, fue residencia de verano de los Reyes Católicos, que en él enterrraon al infante D. Juan.

Años más tarde,  el  dramaturgo  y clérigo Lope de Vega -«familiar» de la Inquisición, esto es, miembro de la red de delatores de la Inquisición- publicó una comedia titulada a «El Niño inocente o el segundo Cristo», basado en este tristísimo episodio de la historia del antisemitismo ibérico.

El asunto llegó a la beatificación del niño, cuya desaparición no se denunció por los padres, ni se encontró cadáver alguno y, además,  en Roma, se dijo en los años ´60  que el caso era una mentira. A continuación la romería que se sigue efectuando tras este hecho: