
Más que verde, verdadera lista negra de los linajes que por la mera condición de conversos no deberían jamás acceder a cargo público dentro de la administración aragonesa del S XVI.
En los reinos ibéricos de los siglos posteriores a la expulsión de los judíos de Sfarad -que incluía a todos los hebreos de las coronas de Castilla y Aragón, es decir, los judíos de Sicilia inclusive- la neurótica obsesión del antisemitismo incurría en una paradoja: quienes tenían las manos muy manchadas de sangre exigían a los conversos una limpieza de sangre que alcanzaba generaciones y generaciones.
Tal es así -y a modo de ejemplo- que en 1507 , un lustro después de dicha expulsión ( y cuando en Zaragoza se declara una epidemia de peste) en el reino de Aragón se edita un libro ignominioso donde se trata de genealogía, pero con una particularidad: los linajes parten todos de un apellido converso.
El objetivo de esta obra -de autoría desconocida porque lo vergonzoso siempre se oculta, pero aduciendo ser asesor de la Inquisición- deja clara su intención al escribirlo: (…) huve clara noticia de la mayor parte de los conversos deste reyno de Aragón y allí deliberé de hazer este sumario por dar luz a los que tuvieran voluntad de no mezclar su limpieza con ellos que sepa de qué generaciones de judíos descienden los siguientes, por que la expulsión general dellos fecha en España en el año 1492 no quite de la memoria lo que fuesen sus parientes.
No, no era arrebatar de la memoria el origen de aquella gente, sino dejar claro quien no debería jamás ostentar y disfrutar cargos en la administración real. En Castilla, esta insana obsesión de la limpieza sanguínea era tal que se expulsó a todos los conversos de la localidad de Espinosa de los Monteros, hoy en Burgos pero en la frontera con Cantabria, porque desde la reconquista, en tiempos del conde Sancho García (hacia el año 1006), se había creado la tradición de que de allí eran los miembros del Cuerpo de los Monteros de Cámara, encargado de vigilar al soberano durante la noche)

El título original del libro se desconoce, y que se le llame Libro Verde no se debe al color de su portada, sino en referencia al color de las velas que portaban en las procesiones de escarnio los condenados en los autos de fe de la Inquisición.
Hay otro libro, el Libro Verde de Barcelona, que es la misma barca en el mismo río.
Tampoco conocemos el nombre del autor. Amador de Los Ríos, cuyas pesquisas sobre la historia de los judíos hispánicos siguen siendo de tanto valor (olvidado) dice que es de un tal Anquias, notario de la Inquisición que ejerció en Huesca y en Lérida. (Amador de los Ríos, Rodrigo (1885). «El Libro Verde de Aragón». Revista de España (420). 249-288.)
Durante todo el S XVI fue difundido por doquier. Pero en 1601, la Diputación de Aragón lo calificó de libelo, una expresión proferida en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona, considerada, en Derecho penal, un delito contra el honor o la buena fama; un escrito difamatorio, que el autor, si viviese, debería ser castigado con la máxima pena, y que uno cometía grave falta tanto si lo tenía como si lo enseñaba o divulgaba, o si no lo quemaba.
En 1615 la Diputación solicitó las censuras y en 1620 el Tribunal de la Inquisición prohíbió su uso so pena de castigo físico la lectura del libro. Se recogieron los ejemplares y fueron quemados en la Plaza del Mercado de Zaragoza en 1622. Como anécdota al respecto, cabe destacar que Felipe III (IV de Castilla), envió un mensaje al inquisidor Andrés Pacheco, obispo de Cuenca para felicitarle (17 de septiembre de 1623).
A pesar de la quema, quedan ejemplares en la Biblioteca Colombina de Sevilla, en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, así como en la Biblioteca Nacional, el Archivo General de Valencia y el colegio de Abogados de Zaragoza.
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