JUAN CASTELL: «YO SOY EL REY»

Se presenta en Ciudad Real la última parte de la trilogía de novelas históricas que,  con un narrador judío,  ilustran sobre Castilla en la época que va de  Alfonso XI a Pedro I.


La noche del 23 de marzo del año 1369 el rey castellano Pedro I fue asesinado por su medio hermano Enrique de Trastámara en el castillo de Montiel. Este, dijo: “¿Dónde está el hijo de puta judía que se llama rey de Castilla?”, ante lo que don Pedro habría respondido “Tú eres el hijo de puta, que yo soy hijo del buen rey don Alfonso”.

Juan Castell lo novela todo en tres obras: «Luz de Sefarad», «Muerte en Sevilla» y ,ahora, «Yo soy el Rey». Y quien lo cuenta, el judío Asher Toledano, médico -hijo del mayor físico judío de su tiempo- que nos cuenta los avatares de  esta decisiva época para la historia de España , las vicisitudes de la vida que llevaban judíos y cristianos,  y las consecuencias de la epidemia de la peste negra, que fue la que mató a Alfonso XI.

La obra fue presentada en el Convento de La Merced de Ciudad Real por el catedrático de la UCLM, Francisco Ruiz Gómez; esta presentación no fue concebida como un mero reclamo editorial al uso, sino que  la editorial Certeza,  con muy buen tino, ha preferido que el libro sea presentado   en un  acto  que forma parte el ciclo de conferencias ‘Médicos humanistas: otra visión de la historia’, organizado por los Amigos del Museo del Museo de Ciudad Real.

Su éxito es tal, tanto entre lectores como estudiosos,  que a pedido de  estos el autor ha anunciado que habrá una cuarta entrega, aunque el proyecto inicial haya sido concebido como una trilogía que comienza con «Luz de Sefarad».

En esta primera entrega de la trilogía -que será tetralogía en breve- su contraportada nos anticipa  con lo que nos vamos a encontrar de la siguiente forma:

 

En los albores del siglo XIV, en la aljama más importante del reino de Castilla, ve la luz un judío, Asher Toledano, hijo del más afamado físico de la ciudad, Moshé Asher Toledano, al cual todos respetan por su sabiduría y su ciencia. Y ambas virtudes le van a permitir entrar al servicio de la más grande de cuantas reinas tuviera Castilla, doña María de Molina, y tendrá el privilegio de atender a su hijo, el rey Fernando, en su enfermedad y muerte en tierras de Jaén. En el transcurso de diez años y recorriendo las tierras de Castilla y la Granada nazarí, vivirá grandes epopeyas, triunfos y fracasos, persecuciones y condenas a muerte.

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