LA DESTRUCCIÓN DE LA JUDERÍA DE BARCELONA

 El Shabat cinco de agosto de 1391 los judíos de Barcelona fueron también víctimas de la cadena de masacres anti-judías que provocó el continuo sermón antisemita del arcediano de Ecija, Sevilla.


Tras la gran matanza de 4000 judíos sevillanos a principios de junio de 1391 y tras LA MASACRE DE VALENCIA,  perpetrada el once de julio de ese mismo año, el dos de agosto había sido el turno de la judería de Palma de Mallorca. Parece ser que, con la matanza valenciana, que ocurrió cuando en el puerto de Valencia se reclutaban fuerzas para la campaña de Sicilia, algunos alboratadores -organizados para ir expandiendo la revuelta de ciudad en ciudad – se habían embarcado para la isla de Mallorca; y del puerto de  Palma de Mallorca, cuya judería ,junto a la de Inca, fue atacada, pasaron a hacer lo mismo en la judería de Barcelona.

En cuanto estos facinerosos, con la luz del alba,   desembarcaron en Barcelona aquel Sahat , 26 del mes de av,  se jactaron en el mismo muelle, a voces,  de los eventos de la judería infringidos en la judería palmesana; encendieron así la cólera de los barceloneses del barrio de La Ribera ,  de gente menuda, (clase baja)  que con ese fuego interno se abalanzaron contra las puertas del call (del hebreo kahal, comunidad) y las prendieron fuego. Muchos judíos – un centenar- consiguieron, mientras tanto, correr y refugiarse en el Castell Nou, el Castillo Nuevo, que gozaba de protección oficial; pero entre unos 130 y 200 de los judíos que no tuvieron tiempo de huir fueron asesinados. No se comprende si fue la virulencia de los asaltantes tan fuerte que las fuerzas reales del orden no los pudieron detener o si los defensores del orden real decidieron no hacer todo lo posible para detener a la horda furibunda.

Diez castellanos del grupo de  instigadores fueron detenidos y ahorcados. Pero dos días después, el pueblo llano, los pescadores del puerto y los soldados de la flota real – el poble menut- protestaron  ante el poble de los grossos, la clase alta,  por la pena impuesta a esa decena de delincuentes.  Y  con gran esfuerzo, mientras algunos judíos se suicidaban tirándose por los ventanales del Castell Nou, consiguieron sacar a la calle a los judíos escondidos en este edificio municipal. Los que quedaron vivos fueron obligados a escoger entre la muerte o el bautismo. La mayor parte de ellos optaron por el bautismo y seguidamente reclamaron la devolución de sus bienes expoliados. (En muchos estudios inciden en que el problema era de índole social, no religioso, pero entonces cabe hacerse la pregunta de por qué les pedían la conversión al catolicismo.)

Un bautismo forzado y en masa

Al día siguiente , tuvo noticia de los hechos el rey de Aragón, Juan I, que con su esposa Violante enviaron cartas a algunos clérigos para pedirles que protegieran a algunas familias judías: las que eran del interés de la corona por sus servicios y sus impuestos, que eran mayores que los que pagaban los cristianos;  por ejemplo, uno de estos privilegiados por la monarquía aragonesa fue  el hijo del rabino de Zaragoza, Jasday Crescas, que estaba en Barcelona cuando la matanza. No sabía que su hijo había sido asesinado en el asalto al Castell Nou por negarse a aceptar el bautismo, como dice Baer. Algunos historiadores , sin embargo, sostienen que el obispo de Barcelona dio refugio a miembros de los Crescas, y que entre ellos estaba el hijo del rabino, pero probablemente fuera un yerno del rabino, no el hijo biológico, y que habría muerto en el asalto de Shabat, no en el del Castell.

Matanza de judíos en Barcelona, del pintor valenciano Joaquín Segrelles, 1910

Al cabo de unos meses, mediante pago de multa, los condenados por la matanza fueron puestos en libertad. Para aplacar los ánimos, se abarataron las tasas de algunos productos. Los judíos del Castell Nou salieron de él el 10 de enero de 1392, por orden del rey, que les permitió regresar a sus casas en el call. Pero ya nada nunca volvería ser lo que fue. El proyecto de reconstrucción fue dirigido por el rabino de Zaragoza, Jasday Crescas, pero los judíos, atemorizados, se negaron a rehabitar sus hogares. Algunos permanecieron en el Castell hasta 1494, lo que se sabe porque se denunciaron las condiciones en las que vivían. También se sabe que muchos judeo-conversos sufrieron violencias reiteradamente y que el rey expulsó de la ciudad a todo el que no tuviera residencia fija en ella , para evitar estos acosos. Como la situación no mejoraba, la mayoría de judíos decidió cambiar de ciudad, incluso zarpar hacia el Magreb.