LA JUDERÍA DE BELORADO

Notas sobre una pequeña judería burgalesa que, no por eso, debemos olvidar en el estudio de los hispano-hebreos.


La céltica localidad de Belorado, al este de la actual provincia de Burgos, casi en la frontera con La Rioja, siempre fue paso natural del Valle del Ebro a La Meseta Castellana; el desfiladero de los Montes de Oca, tan geo-estratégico en Alta Edad Media, fue por lo cual,  en tiempos de la Reconquista,  allí se construyó ún castillo que controlara la frontera. Fue esta villa, además, regalo de bodas de Fernando I de León a El Cid en sus esponsales con Dña. Jimena; y para cuando Alfonso I, en 1116,  concedió a la villa sus fueros,  ya era notoria su judería,  situada al socaire del castillo, en el hoy llamado barrio del Corro. La población hebrea de Belorado prosperó gestionando el comercio y los servicios generados por el tránsito del Camino de Santiago, el mercado de los lunes y la feria de S Miguel, la más antigua de España.

Aunque los investigadores dudan y no lo dan del todo seguro, el primer registro de archivo que menciona a un judío en Belorado es del año 1028, pero la fecha de total certidumbre es la de 1049, con el nombre de Vitas villa foratu (Belorado significa Villa horadada) Y en tercer lugar estaría la documentación del fuero real antes mentado, en el que si se habla de los judíos es porque ya eran en gran número.

La judería, como el resto de población, sufrió en tiempos del rey Fernando III, (primera mitad  del S XIII)  el ataque de la voraz familia de los Lara, aunque luego, Alfonso X, protegió y favoreció a la villa. De esta época conocemos el nombre de su rabino: Çag de Belforado (Isaac de Belorado) Este rabino, en función de los 8500 maravedíes que la aljama pagaba al rey, estaría al cargo de la vida espiritual de unas 58 personas en el S XIII.

En tiempos de Fernando IV (1295-1312), el almojarife de su majestad -el ministro de finanzas- fue Samuel de Belorado, quien no sólo se dedicaba al maravedí sino también a tratar de sustraer al rey de la influencia de la reina madre, María de Molina. Por otra parte, cuando el rey tuvo un entuerto con el señor de Haro, Samuel de Belorado fue el representante del monarca ante la justicia -mientras que por el Sr de Haro el representante fue otro judío,  Abraham Barchilón. El obispo de Astorga dio la razón al de Belorado. Seguidamente el rey descubrió que el de Belorado andaba de recaudador del Haro, Don Lope, y el rey, sin más,  ejecutó a su favorito en la localidad de Alfaro . De este suceso hay un eco en el Libro del Buen Amor, del presunto converso Juan Ruiz, cuando dice que Doña Loba (Lope deriva de lupus, lobo en latín) habita en «Vilforado».

El S XIV no empezará bien para los judíos: Fernando IV les prohibe que entren en el mercado, que se celebraba los lunes. No estamos hablando sólo del impacto económico de la judería de la villa en sí misma sino de las aldeas que la circundan, donde también viven judíos que ahora no pueden vender su género. Por otra parte, Fernando IV también les impone hacerse cargo de los gastos de la reparación de la Torre del Homenaje del castillo. En 1321, sin embargo, ya reinando Alfonso XI,  se les permite volver al mercado de los lunes bajo una condición: que no vendan ni compren a los cristianos por, así dice la orden, sus muchas bellaquerías en el comercio.

Las cosas irán a peor. A principios de la segunda mitad del S XIV -unos 30 años de la masacre de 1391- la judería vivio un punto de inflexión por haber estado de parte de Pedro I en la guerra contra su medio hermano Enrique II. Asesinado Pedro por Enrique (de Trastámara) el nuevo rey se vengó de la villa quitándole su realengo y gravando con grandes impuestos a los hebreos. Esta situación fue provocando que la judería de Belorado fuera cada vez menos conveniente y la población hebrea fuera paulatinamente abandonándola. No obstante hubo una recuperación a partir de 1429, cuando la villa pasa a manos de los Velasco, siempre sensibles a los judíos, y en el S XV constan ventas de casas por cantidades no pequeñas. Aunque claro, algunas de esas entradas archivísticas hay que leerlas en el marco de la expulsión de 1492. También es digno de mencionar y difundir que tras la expulsión las diócesis de Calahorra y la de Valladolid estuvieron veine años pleiteando por las haciendas de los judíos.

Bibliografía básica:

«Los judíos de Belorado», Inocencio Cadiñanos, Revista «Sefarad», LIV, nº II, 1994