LA JUDÍA DE TARAZONA

Historia de una antigua golosina turiasonense que tiene sus orígenes en la legendaria belleza de un muchacha judía del S XIV.


A fecha de 25 de octubre del año 1391 -año hebreo de 5151- aparece en  los legajos del notario de Tarazona, Bernardo de Castelblanch, que era quien autorizaba toda escritura hecha por judíos, un registro solicitado por una mujer judía llamada Sol;  en dicho poder nombra procurador de sus bienes a Solomón Abercarduch, el hijo del rabino Ya´akob. También ante el mismo notario se extendió otro documento en que Sol daba poderes a su padre y hermana para que pudieran “vender, empayar, alienar,..cuaresquiere bienes suyos mobles o seyentes”

¿Pero quién fue esta Sol y por qué dio poderes al hijo de un rabino?

En la aljama de Zaragoza, una de las pocas que en el verano de aquel año no sufrió la gran revuelta antijudía, vivía un médico -fisico, se llamaba entonces a este tipo de profesional- llamado Yusef de Almalí , viudo, que tenía dos hijas: Miriám, la mayor, y Sol, que era hermosísima.

Sol de Almalí derrochaba tal hermosura -tanto por dentro como por fuera- que tanto judíos como cristianos la pretendían, la rondaban y la galenteaban; a veces incluso compitiendo violentamente entre sí mismos en la batalla de conquistar a la bella moza. Miriám,  que suplía a la madre difunta y que era sabedora de estos entuertos, habló con el padre; éste, aunque secretamente orgulloso de los estragos que producía la hermosura de su hija, consciente de la necesidad de vivir discretamente en aquellos tiempos de fácil odio a los judíos, quiso tomar cartas en el asunto. Así que habló con la muchacha y le hizo jurar sobre el Tanaj que nunca se casaría con cristiano -ni viejo ni nuevo- sino con un hijo de Israel.

Acach Galup, prestamista y hombre de amplia hacienda, tenía un hijo de mismo nombre. Y fue el que al final se casó con la hermosa Sol de Almalí. Pero al poco de contraer nupcias, el marido enfermó tanto de cuerpo como de alma. Su suegro, que a la sazón era fisio, le curó el mal del cuerpo, pero no pudo hacer nada con el mal del alma. Dicen que todo se debía a la tristeza , cuando aquella primavera de 1391 estallaron en Sevilla los tumultos contra los judíos,  que se esparcirían luego por otras juderías  hasta bien entrado agosto. No obstante, aunque aljamas de la corona de Aragón como Valencia fueron arrasadas, en Zaragoza no hubo ni saqueo ni matanza: el  Obispo de Tarazona, don Pedro Pérez Calvillo, había declarado el 24 de marzo de  1388 concordia con los hebreos, vecinos de la localidad desde al menos el S IV d.e.c.

El marido de Sol, sin embargo, decidió ser bautizado. Juan Sánchez de Calatayud, fue su nombre nuevo, ya que se fue a vivir allí. En virtud del juramento sobre la fe del marido de Sol, y para impedir que ella siguiera sus pasos hacia la conversión a la fe de los nazarenos, se divorciaron, y toda la hacienda del marido -como consta en acta notarial de Domingo de Angulo- pasó a nombre de Sol. Y ella, buscando seguridad en aquellos tiempos convulsos, se fue a vivir a Tarazona. Los grandes médicos Sento Amariello y Sento Xaprut la aconsejaron hospedarse en casa de Ananías de Asayud, quien con su esposa, Zahalía, recibieron y cuidaron a Sol como a la hija que no habían tenido.

Fue entonces cuando ella fue al notario de los judíos, cuyo legajo ha quedado como testimonio de la historia. Pero Sol no pasó a la historia sino por su belleza, que se hizo legendaria: muchos años después, cuenta esa leyenda, un  zuquerero -maestro confitero- ideó una golosina que tenía la forma de una barra pero el gusto de una peladilla -almendra confitada- y tan satisfecho estuvo de su creación que exclamó: es tan hermosa como la judía de Tarazona! Y llamaron al dulce, la judía de Tarazona, del cual si bien ya no se comercializa, hay quien en su infancia de él se acuerda.

Fuente: Javier Bona López, según artículo de Víctor Azagra Murillo en El Heraldo, 9 de marzo de 1980.