LA NACIONALIDAD ESPAÑOLA DE LOS SEFARDÍES

Historia de la la primera ley de nacionalidad española para los sefardíes o sus descendientes.


La  ley de concesión de la nacionalidad española a los descendientes de los judíos expulsados de Sfarad en 1492 no es cosa nueva -aunque a veces se haya presentado como tal.

 Los orígenes de esa ley,  en realidad,  hay que ir a buscarlos a 1868, con la deposición de  Isabel II y la posterior Constitución Española, llamada popularmente La Gloriosa. Es en ese marco de cambio político desde donde  parte el asunto. En septiembre de 1868, el  General Prim, a la sazón jefe del gobierno,  dijo que los judíos “son libres de entrar en nuestro país y ejercer libremente el culto, así como a los miembros de todas las religiones”.

J.A. Primo de Rivera

España entra en el S XX con el evento histórico del Desastre de 1898, cuando EE.UU derrota a los españoles en una guerra declarada por una mentira estadounidense, haciendo explotar un barco.  En 1902 comienza el reinado de Alfonso XIII. En 1923, con el beneplácito monárquico, el general Miguel Primo de Rivera da un golpe de estado incruento  y,  durante dos años,  se instaura un Directorio Militar; luego, durante un lustro, un Directorio Civil.  Fue entonces, el 20 de diciembre de 1924,  cuando el Directorio Militar de Primo de Rivera, por decreto, aprobó  «la concesión de nacionalidad española por carta de naturaleza a protegidos de origen español». Concretamente, el texto de la ley se refería de una forma muy generalista a

«antiguos protegidos españoles o descendientes de éstos y, en general, a los individuos pertenecientes a familias de origen español que en alguna ocasión han sido inscritas en registros españoles y estos elementos hispanos, con sentimientos arraigados de amor a España, por desconocimiento de la ley y por otras causas ajenas a su voluntad de ser españoles, no han logrado obtener nuestra nacionalidad».

El plazo dado para las gestiones era de seis años improrrogables –hasta el 31 de diciembre de 1930. Pero fue prorrogado hasta en tres ocasiones, finalizando el primero de febrero de 1933. Bastaba solicitarlo en un consulado.

 Apenas unos tres mil sefardíes -según el Boletín Oficial del Estado-  se acogieron a ese derecho; y pocos fueron los que vinieron a España, prefiriendo instalarse en Francia e incluso Alemania, donde esperaban mejores oportunidades y donde les esperaba la desgracia del nazismo. En muchos consulados se dieron papeles fuera del plazo de 1930, aumentando así el número. Muchas de estas personas consiguieron huir del acoso de los nazis por tener en su poder documentación española que les permitió salir de aquellos países -como Francia- rumbo a América. No podemos olvidarnos de  Ángel Sanz Briz en Budapest, de Sebastián de Romero Radigales en Atenas, de Bernardo Rolland de Miotta en París, de Julio Palencia en Sofía, de José de Rojas y Moreno en Bucarest, de Javier Martínez de Bedoya en Lisboa, o de Eduardo Propper de Callejón en Burdeos, todos ellos diplomáticos que actuaron en beneficio de los judíos en función de aquel decreto de 1924 que nunca fue derogado.

Joseph Pérez  y Gonzalo Álvarez Chillida, historiadores de peso en el asunto judío,  denominaron al sefardismo de Primo de Rivera como «filosefardismo de derechas» o «filosefardismo derechista, que valoraba la educación de los judíos de Marruecos pero no la de los musulmanes. Pero en realidad esa percepción venía de las investigaciones y publicaciones  del doctor  Angel Pulido, de gran influencia en el Senado y en diplomáticos como José Antonio de Sangroniz, primero  en su libro sobre  Marruecos,  publicado en 1921, y luego  en  La expansión cultural de España,  de 1926. El filosefardismo fluía en tinta negra por los periódicos y revistas madrileñas de entonces. José María Doussinague, quien elaboró un informe bajo el epígrafe «Sefarditismo», en realidad era un antisemita. Por un lado detestabaa los judíos (askenazim) y por otro alababa a los sefarditas por considerarlos españoles. Agustín de Foxa -poeta, novelista, periodista y diplomático español, además de marqués y diplomático en Bombay-  incluso publicó poemas como el titulado  «El romance de la casa del sefardita». Este autor, como primero hiciera el dr. Pulido, descubrió a los sefardíes en Bulgaria, dio conferencias  sobre Yehudá Ha´Leví para los sefardíes de Plovdiv.

Por otro lado también hay que contar con el apoyo a los españoles  de la comunidad judía en el Protectorado de Marruecos.

Hay quien considera que la familia Primo de Rivera tenía orígenes sefardíes, como Ramón Pérez de Alcázar, pero sus argumentos no son sólidos ni su quehacer es objetivo.

Con el Golpe de Estado que instaura en España el gobierno republicano, queda derogada toda la jurisprudencia precedente.

Los nombres de las familias que se acogieron desde distintos países a esta ley fueron recogidos y publicados en las Actas del Primer Simposium de Estudios Sefardíes, de 1960.-

El once de junio de 2015, el Congreso de los Diputados aprobó, de nuevo, una ley de ordenamiento jurídico al respecto de la que no cabe aquí hablar.