LA ORACIÓN Y LA LITURGIA EN EL JUDAÍSMO

Por Adi Cangado



Cuando pensamos en el servicio religioso en el judaísmo moderno nos referimos generalmente a llevar una vida recta y ser justos, a cumplir con las mitsvot “preceptos” y a la tefilá “oración”.

La oración es el lenguaje del alma en conversación con Di-s. Lo más increíble es que podamos rezar. Si podemos rezar es porque existe un significado en el universo, un Sentido: la Fuente del ser que genera todo por amor a Su creación. Podemos rezar porque existe una Presencia más grande que el inescrutable universo pero a la vez cercana a nosotros: pues Él también es esa Voz interior, íntima, que nos inclina a la bondad y a la reparación del mundo. Cuando meditamos, cuando rezamos, nos recordamos a nosotros mismos sobre lo mejor y lo más elevado. Un sabio dijo una vez que si la oración te convierte en mejor persona es que ha sido contestada.

Él nos escucha y podemos escuchar a ese Di-s oyente, a ese Tú Eterno que nos interpela más allá de las limitaciones del lenguaje en una llamada inefable que nos conduce a la oración. Por eso recitamos cada día, dos veces al día (al levantarnos y al acostarnos) Shemá Yisrael, “Escucha Israel”, es decir: presta atención, escucha detenidamente y comprende.

La oración ha estado presente en el judaísmo durante más de 40 siglos: siglos de súplicas, cantos, reflexiones, salmos, plegarias y enseñanzas aportadas por judíos de procedencia diversa, ya fuesen profetas, reyes, pensadores o gente sencilla, como Jana que sin consuelo anhela tener un hijo.

En artículos anteriores hablábamos sobre las fuentes escritas del judaísmo, ¡eran muchas! ¡Un legado textual colosal! Imaginad que tuviésemos que concentrar todo ese legado escrito en un libro, un libro que esté siempre cerca del judío, para estos instantes de reflexión y meditación. Tal libro es el sidur o “libro de oraciones”: una antología portátil y portable. El sidur tradicional es ese libro que nos acompaña siempre, y en el que están presentes todas las generaciones que nos anteceden, todas las experiencias de la historia judía. El sidur nos conecta con nuestro pasado, presente y futuro como pueblo; es la autobiografía espiritual del pueblo judío. Precisamente por eso la liturgia judía es tan plástica: existen muchas costumbres y tradiciones diferentes con sus propios matices dependiendo del lugar del que es oriunda la comunidad y de los lugares por los que fue pasando pues … ¡son tantas y tan variadas las experiencias de cada comunidad!

A lo largo de la Biblia Hebrea encontramos dos formas totalmente diferentes de servicio religioso: la oración creativa y espontánea y el sacrificio ritual.

Sin contar el libro de Salmos, hay 140 referencias en la Biblia Hebrea a la oración. En 97 de ellas el texto bíblico recoge también la oración que es recitada. La mayor parte de las veces se trata de súplicas, peticiones o agradecimientos espontáneos, sin hora fija ni lugar ni forma concreta. El orante se expresa según lo que las circunstancias demandan.

La otra forma de servicio es ha-avodá (הָעֲבֹדָה) “el sacrificio”: un orden fijo y detallado, con preceptos muy precisos sobre cuáles, cuándo y por quién; y debían llevarse a cabo en un lugar específico, el Tabernáculo en el desierto y después el Templo en Jerusalem. La mayor parte de estos preceptos están en el libro de Levítico. Justamente lo contrario a la oración tal y como se entendía en el Tanaj. Mientras la oración es la respuesta del orante a través de palabras ante la llamada callada del Eterno, el sacrificio tiene lugar en silencio, en cumplimiento de preceptos claramente establecidos en la Torá.

Parecen dos maneras opuestas y complementarias de entender el servicio a Di-s, sin embargo sabemos que las dos coexistían. Hasta la destrucción del Primer Templo. En el año 586 a.e.c. cuando el Primer Templo es abandonado y el pueblo exiliado a Babilonia, no había posibilidad de realizar las ofrendas. Lo único que los judíos podían hacer era reunirse a estudiar. En aquellas reuniones o baté kenesiot (el hebreo kenéset procede del babilonio kinishtu, “asamblea”) no se pretendía sustituir sino recordar lo que se hacía en el Templo. En aquellos lugares tres veces al día se dirigían hacia Jerusalem y rezaban (Daniel 6:10).

Tras la derrota de Babilonia a manos de los persas de Ciro, los judíos podrán regresar a Jerusalem y restaurar el Templo. Durante la época del Segundo Templo (hasta el año 70 e.c.) era ya costumbre establecida lo siguiente: los sacerdotes estaban divididos en 24 grupos, llamados mishmarot, que servían rotatoriamente en las labores del Templo, y que estaban acompañados de ayudantes laicos llamados ma’amadot. Éstos últimos se encargaban además de dirigir la oración en aldeas y pueblos, las cuales se recitaban exactamente al mismo tiempo que los sacrificios estaban siendo realizados en Jerusalem. La oración, al final, sustituyó al sacrificio ritual, proceso que culmina en el exilio donde cada sinagoga es como un fragmento de Jerusalem. Aunque el servicio ya no puede realizarse en un lugar establecido o único, la oración pasó a tener tiempos fijos, quedando establecidas normas sobre qué, cómo y quién recita las distintas oraciones. Poco a poco la transmisión oral de maestro a discípulo se hizo más compleja, no solamente por su volumen sino también por los peligros y las persecuciones que sufría el pueblo judío. Anteriormente, cada discípulo en la escalera de la tradición había tomado notas de su maestro para después profundizar en ellas y transmitirlas a sus discípulos, que a su vez escribían otros cuadernos. Era necesario aclarar y dilucidar y por eso comenzó una época de compilaciones (principalmente la Mishná y el Talmud) en las que se recogerán los preceptos y leyes relativas a la oración.

Fue precisamente en las mismas academias de Babilonia en las que se compiló el Talmud de donde procede el sidur o “libro de oraciones” tal y como lo conocemos en la actualidad. Los judíos de Sefarad (España) solicitaron a los gaonim de Babilonia (Hai Gaón, Amram Gaón, Saadiá Gaón) que les indicasen el orden fijo de bendiciones diarias que debían ser recitadas. Dos maneras de servicio confluyen así finalmente en un único modelo: el sidur, palabra que procede de séder, “orden”.

Estos libros de bendiciones (siglos IX a XI) fueron muy populares en las juderías de todo el mundo: desde el Oriente hasta Sefarad y el norte de Europa. En aquella época muchos judíos no podían permitirse tener un manuscrito con las oraciones. Lo común era que las plegarias centrales se conociesen y transmitiesen de memoria, y solamente los Rabinos y Cantores o algunas personas adineradas tuviesen majzorim o “ciclos” (el singular es majzor, nombre que se reserva para los libros de oraciones de las grandes fiestas), que eran manuscritos ilustrados en los que se contenían solamente los piyutim y pizmonim, “poemas” que se añadían e incrustaban en las fiestas de acuerdo a sus ciclos, pues estos eran más difíciles de memorizar y además eran precisamente estos ciclos de poemas los que diferenciaban a unas tradiciones de otras, a veces incluso vecinas (como la catalana y la aragonesa entre sí, por ej.). También circulaban otros manuscritos como hagadot (plural de hagada, el relato del éxodo de Egipto que se lee la noche de Pésaj, la Pascua judía) ya que se usaban solamente dos noches al año. Por eso la duda les surgía en cuanto a la forma y orden de las oraciones que se pronunciaban de memoria (el esqueleto del servicio o la parte fundamental y preceptiva de la oración), en las que también había algunas diferencias de una comunidad a otra. El continuo exilio del pueblo, expulsado de un lugar y refugiado en otro, hacía que de repente en equis ciudad hubiese judíos de diversa procedencia y surgiesen problemas sobre qué forma concreta de oración debía recitarse. Para encontrar sidurim y majzorim más similares a los que conocemos en la actualidad habrá que esperar a los siglos XIV y XV, sobre todo este último ya que es entonces cuando nace la imprenta, haciéndose cada vez más asequible para el hogar judío humilde el tener una copia (muchas veces una miniatura) impresa con el orden de oraciones para todo el año.

En el judaísmo existen principalmente tres oraciones: en la víspera (Arvit), por la mañana (Shajarit) y a la tarde (Minjá). También se instituyó la oración Musaf, adicional a la de Shajarit, para los días de Shabat, Jaguim (fiestas), Rosh Jódesh (el primer día del mes), así como Año Nuevo y Kipur, para recordar el korbán musaf o “sacrificio adicional” que se realizaba en el Templo en esas ocasiones. Finalmente en Yom Kipur se hace una quinta oración, Neilá, que significa “cierre”, al final del día más solemne de nuestro calendario.

¿Qué vas a encontrar en un sidur? En primer lugar aparecerá la conducta diaria al levantarse: los primeros pasos que damos al despertar y empezar el día, con determinadas costumbres y bendiciones. Después las oraciones de los días de semana: Shajarit, Minjá y Arvit. También las oraciones del Shabat, desde la víspera (cuando empezamos el día de descanso) con la recepción del Shabat (llamada Kabalat Shabat), siguiendo con Shajarit, Musaf y Minjá de Shabat, hasta el rito de despedida del Shabat (la Havdalá). Suelen incluir también bendiciones para antes y después de las comidas, oraciones para el primer día del mes, etc. De todo ello hablaremos con más profundidad, pero os animo a que echéis un vistazo al sidur.