LA PESTE NEGRA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

La peste negra, que asoló Europa a mediados del S XIV, rápidamente encontró un chivo expiatorio.


Pocos años después del año 1000, se produjeron una serie de cambios generales , debidos, sobre todo,   a  un notable crecimiento de población  en el mundo conocido -unos 75 millones de personas-  y a crisis climatológicas que mermaban las cosechas, que generaban  hambrunas y creaban descontentos sociales hasta el nivel de disturbios.  Luego, en 1300, llegaría lo peor -el S XIV es conocido como el peor de la humanidad- pues se extiende de forma brutal la llamada peste negra, que matará al 75% de la población.

A todo esto, hay que añadirle la situación política. Castilla está sumida en una guerra civil por el trono (Pedro I contra su hermanastro, Enrique de Trastamara) Francia e Inglaterra también guerrean por una lucha de tronos entre ellas, y trasladan el problema a Castilla: Inglaterra apoya a Pedro I y Francia a Enrique.  Felipe IV de Francia,  con ayuda de la Inqusición de Francia,  quema vivos en París a los llamados Caballeros templarios, acusados de  diversos crímenes en contra de la cristiandad.

La peste negra, que provenía probablemente de La India o Birmania,  una vez propagada  por los mongoles junto al Mar Negro -en la ciudad de Caffa (hoy Feodosia) en la actual Ucrania-  fue contagiada a navegantes genoveses; estos son quienes  la llevaron a Europa Occidental en 1348. En la Península Ibérica entró  principalmente por el paso de Roncesvalles (Navarra), que era el principal puerto del del Camino de Santiago. (Y por el puerto de Valencia, pues la ruta de la seda finaliza en la Lonja de la Seda de Valencia)  En Navarra, donde pereció el 50%,  las epidemias registradas son de los años 1361-62, 1373-74, 1382-83, 1387 y 1395 y atacando a todos los estamentos. En Castilla y León pereció el 20%. En Aragón el 35%, siendo  los condados catalanes muy perjudicados y en especial Barcelona.  Algunas poblaciones pequeñas  fueron literalmente borradas del mapa, no había suficientes vivos para enterrar a tantos muertos, y hasta era difícil por ejemplo reclutar ballesteros para campañas bélicas porque no había hombres aptos para ello.

La mentalidad medieval fue proclive a justificar las desgracias como castigo divino por apartarse del buen camino; y en ese marco nació en Alemania, extendiéndose por toda Europa, desde fines del S XIII, el movimiento de los flagelantes. Con la llegada de la peste negra resurgieron las procesiones callejeras de fanáticos católicos auto-flagelándose para animar a los demás a unirse a la expiación de los pecados. Los ánimos se exacerbaban tanto que era todo una enfermiza  orgía de sangre y antisemitismo.

En Avignon, Francia, se desató tal violencia contra los judíos que el Papa, viendo el sesgo que tomaba la situación, publicó una bula prohibiendo la matanza, el saqueo o la conversión forzosa de los judíos sin juicio previo. La psicosis general inventó que  existía una conspiración judía internacional con base en Toledo,  desde  donde salían judíos envenenadores por el mundo con  instrucciones rabínicas  para  envenenar pozos y manantiales. Muchos judíos fueron encontrados culpables de estas calumnias y fueron ajusticiados incluso con penas de muerte. (En Basilea, el nueve de enero de 1349, toda la comunidad judía, de varios cientos de personas, fue quemada en una casa de madera construida especialmente al efecto en una isla del Rin; el 14 de febrero, la gran masacre de toda la comunidad de Estrasburgo)

Esta continua acusación contra los judíos, en los reinos ibéricos,  será el caldo de cultivo de todo el proceso instigado  por el Arcediano de Ecija (Sevilla) para provocar la masacre de la judería sevillana en 1391, que infectará a la población cristiana de otras ciudades importantes donde sucesivamente se irán destruyendo sus aljamas , como Valencia o Barcelona.