LA SINAGOGA QUE HUBO EN CÓRDOBA

Sobre las diferentes restauraciones sufridas por la antigua sinagoga cordobesa.


Las sinagogas de la Península Ibérica del S XV (post quem) , al ser desacralizadas y expoliadas tras el Decreto de Granada, antes de pasar a ser iglesias -o edificios que pasaron a ser propiedad eclesiástica-  sufrieron diversos procesos de trasformación y fueron paralelamente edificios destinados a diversos usos, todos ellos extra-hebreos:  esas transformaciones pasan desde destrucción material a servir como material para otros contextos -restaurar murallas, por ejemplo. Uno de esos cambios arquitectónicos habituales es el del  ocultamiento de yesería con citas en hebreo, pues,  aunque ninguno de los feligreses podía leer aquellos salmos  -de hecho la mayoría no podía leer siquiera el castellano- era una «decoración» que no procedía enseñar, no fuera que a alguien le diera por pensar y que de pensar se pasara a ayunar en Kipur.

Otra de las reformas acostumbradas dentro del mundo de las reformas de las sinagogas era el nuevo reparto de los espacios arquitectónicos. Por ejemplo, en lo que fue la sinagoga de Córdoba poco queda del espacio original. Estas  realidades, ignoradas por el gran público, ocultadas por los mercaderes del turismo,  ocurrieron tanto en el momento inmediatamente posterior al expolio como en el S XIX, cuando la disciplina de la restauración artística  estaba en su amanecer – entre el romanticismo de embeleso medieval y el nuevo método francés- y se cometieron infinidad de aberraciones. Es decir, los pocos restos arquitectónicos de sinagogas hispano-hebreas que tenemos distan mucho de ofrecer hoy un aspecto como el que tuvieron en sus mejores días. Faltan elementos, hay manipulaciones, y sobre todo, la sinagoga es un espacio mental del alma judía, no un espacio tangible para consorcios turísticos.

Portada del libro de Daniel Muñoz, disponible en Hebraica.

La sinagoga que hubo en Córdoba -hoy no podemos llamarla sinagoga,  pues para empezar no tiene Sefer Torá ni hay minián para rezo alguno-  podría ser un caso paradigmático. Y de ello nos habla Daniel Muñoz Garrido en su breve pero conciso estudio de la decoración sinagogal hispánica, donde se da cumplida cuenta de las metamorfosis del edificio en cuestión.

Cuando fue confiscada a la judería, lo que hoy el turista conoce como Sinagoga de Córdoba pasó a ser hospital para hidrófobos -rabia-  bajo la advocación de Santa Quiteria, sufriendo el edificio sus primeras modificaciones.

De esa época es la cruz pintada en el hueco dejado por la ya inexistente Tevá ( lugar desde el cual se realizaba la lectura de La Torá ) Luego,  el edificio, ya totalmente desacralizado, pasó a ser ermita de S. Crispín ; y en el S XVII sufrirá su mayor cambio, pues en el afán de darle carácter de templo cristiano se le añadió ni más ni menos que toda una bóveda de cañón, dañando el Hejal  – el lugar donde se guardan los Sifrei Torá. La parte esencial de la sinagoga dejó de existir.

El daño sufrido por esta importantísima parte de una sinagoga que se precie afectó a sus yeserías, las inscripciones de yeso con versículos del libro de Tehilím (Salmos)- tirando abajo los muros originales y abriendo un doble arco con una columna central para unir el atrio con la sala de oración.

Fue en 1884 cuando,  haciendo reparaciones,  el párroco Mariano Párraga descubrió las yeserías hebreas. De esta época es el traslado de partes de esa decoración al Museo Arqueológico de Córdoba – desgajándolas de su localización original a golpe de machete- También de esta época son las primeras publicaciones al respecto de estas «reformas», que parecen ser el motivo por el cual luego la interpretación de los textos hebreos era no sólo errónea sino también imposible  , como demostró el gran hebraísta  Cantera Burgos. De esta época también es  su declaración como monumento nacional, retirando todo el culto cristiano y…dejando el templo en el abandono, como demuestra un artículo que lo denuncia en noviembre de 1898 en el Diario de Córdoba, a nombre de Enrique Romero de Torres. La Academia de la Historia, alarmada, escandalizada, encargó un proyecto de restauración pero eso no se llegó a llevar a cabo. Quizás para bien, porque visto lo hecho, mejor ya no tocar más

Pero luego, en 1900, Mariano González Rojas retiró  -como si hubiera sido poco- la falsa bóveda de yeso que ocultaba la decoración original del S XIV, pero sin dudar en  reconstruir paneles decorativos y líneas enteras de epigrafía hebrea ( aunque desconocía por completo la lengua hebrea.)  Sencillamente colocó letras hebreas al azar, incluso insertando signos que ni siquiera pertenecen al alefato, aunque lo simulan, y a  veces con tal prodigalidad como para inventarse palabras completas. Es el caso de la línea inferior  del muro occidental y las dos líneas de epigrafía que flanquean el espacio para la tevá. En otros casos los que hay son faltas de ortografía impensables para los artesanos de la época en que se construyó el edificio, como anteponer artículo a adverbios. Sencillamente no se puede leer porque carece de sentido!!!

Sólo un año después de finalizar estas restauraciones decimonónicas, teatrales, verosímiles pero no verídicas, el Obispo de Córdoba, de manera ilegal, tomó posesión del edificio, dando comienzo a un largo litigio entre obispados y academias, pasando al final a ser propiedad de la Comisión de Monumentos.

En 1927, Santos Gener, director del Arqueológico de Córdoba propone una restauración más, con el propósito de subsanar los daños sufridos por el añadido de la bóveda en 1794. Pero pasó por alto la restauración de 1900, que consideró como original y auténtica, lo que luego será un quebradero de cabeza para Cantera Burgos. Al final el proyecto se desestimó, pero en 1929 fue retomado por Félix Hernández Jiménez, que es responsable del estado del edificio actual.

En esta nueva «restauración» se eliminaron los dos arcos que se apoyaban en una columna central, se eliminaron  los añadidos de la restauración de 1900 y se repuso la epigrafía original, aunque hay que advertir que no toda, pues quedan algunas partes de epigrafía falsa en la línea  inferior del friso superior a su paso por el muro occidental. Algunos restos fueron expuestos en el Corredor de las Mujeres y luego llevados al Arqueológico, donde están hoy. Además se sumaron quince ventanas, cinco para cada muro, pero se cegaron tres para que fueran una docena y hubiera más simbología bíblica. Al colocar la epigrafía que andaba dando tumbos hubo errores en el orden de la colocación y agregaron una línea más inventándose letras para que el resultado fuera estético. Cantera Burgos, después, era incapaz de identificar los textos de que se trataba, como dejó bien explicado en un texto de 1984.

Un judío de la  Córdoba de entonces , si entrara hoy en ese edificio, no lo reconocería.