LA TEFILÁ DESDE LO MÁS PROFUNDO DEL CORAZÓN

Mensaje para Pesaj desde la yeshivá Orot Jaím U´Moshé, de Ashdod,  dirigida por morenu ve´rabenu r Janania Pinto.


Orot Jaím u´Moshé, Ashdod

El séptimo día, a partir del día en que festejaron Pésaj por primera vez, los Hijos de Israel experimentaron grandes milagros en la partición del Mar Rojo. Vi que, en el libro Arzé Halevanón, se citó una objeción propuesta por Rabenu Abraham Yafen, zatzal. En el Midrash (Shir Hashirim Rabá
2:35), se explica el versículo:“Hazme escuchar tu voz, pues tu voz es agradable”,por medio de una alusión:

Un rey tenía una hija única,  a la que amaba, pero, sin embargo, ella no le hablaba mucho. El rey quería que ella se dirigiera a él con cualquier petición. ¿Qué hizo entonces? Le propuso salir a pasear. Previamente, el rey  había indicado a sus sirvientes que, en medio del paseo, saltaran delante de ella
y se hicieran pasar por asaltantes. Cuando así lo hicieron, ella gritó “¡Padre, padre! ¡Sálvame!”. El padre le dijo: “Si no hubiera hecho esto, no habrías gritado, ni habrías clamado: ‘¡Padre, sálvame!’ ”.

Así mismo, cuando Israel estaba en Egipto, los egipcios los esclavizaron, y entonces, el Pueblo de Israel comenzó a clamar y a elevar sus ojos hacia Hashem, como está escrito: “Y suspiraron los Hijos de Israel por el trabajo y clamaron”. Y de inmediato: “Y escuchó Dios su clamor”. Hakadosh Baruj Hu escuchó las plegarias de ellos, y los sacó con mano fuerte y con brazo extendido. Sin embargo, Hakadosh Baruj Hu quiso volver a escuchar la voz de ellos, pero ellos no volvieron a dirigirse a Él. ¿Qué hizo Hakadosh Baruj Hu? Endureció el corazón del faraón y de sus siervos para que persiguieran al Pueblo de Israel. Cuando los Hijos de Israel vieron que los egipcios se acercaban con intenciones asesinas, elevaron sus ojos a Hakadosh Baruj Hu y clamaron delante de Él, así como habían clamado en Egipto. Cuando Hakadosh
Baruj Hu los escuchó, les dijo: “Si Yo no les hubiera hecho esto, vosotros no Me habríais hecho escuchar vuestras voces”.

En ese momento, Hakadosh Baruj Hu dijo:

“Mi paloma, en las grietas de la roca […]
hazme escuchar tu voz”.

En el versículo, no está escrito “hazme escuchar la voz” sino “hazme escuchar tu voz”, aquella que ya le
había hecho escuchar a Hashem en Egipto. Cuando los Hijos de Israel clamaron delante de Hakadosh Baruj Hu en el mar, de inmediato, “salvó Hashem, en aquel día”. El Gaón Ribí Yaffen preguntó: ¡Cómo
se puede decir tal cosa! ¡No se pueden comparar ambas voces! En Egipto, los Hijos de Israel clamaron debido a la ardua y extenuante labor a la que estaban sometidos; Egipto estaba inundada de la idolatría de los egipcios por doquier, y los Hijos de Israel estaban despojados de mitzvot, hundidos en el portón 49 de la impureza. Con esa voz clamaron y se dirigieron a Hashem.

De pronto, cambió todo el panorama: la mano de Hashem se les reveló golpeando a los egipcios con las diez plagas. Con esa revelación de la Shejiná, tuvieron el mérito de cumplir las mitzvot relacionadas con el sacrificio de Pésaj —el cual realizaron con gran entrega, arriesgando sus vidas— y la mitzvá de berit milá. Así, salieron con mano elevada, “Y Hashem iba delante de ellos cada día”. Entonces, en estas nuevas circunstancias, ¿cómo se puede decir que Hakadosh Baruj Hu pidiera escuchar de ellos en el Mar Rojo la misma voz con la que ellos habían clamado ante Él cuando estaban esclavizados en Egipto, y no decir que esperaba escuchar una nueva voz, más inspirada y elevada?

                                               Exodo, Horace William Petherick (1839–1919) Museum de Croydon

El Rav Yaffen provee allí, en Arzé Halevanón, su respuesta. Sin embargo, a mi parecer, besiatá Dishmaiá, se puede responder también de otra forma. Debemos meditar acerca de otro punto, y preguntar: ¿por
qué los egipcios tuvieron que recibir diez plagas vigorosas, y solo después de eso los Hijos de Israel pudieron ver la salvación? ¿Por qué no bastó con darles una sola plaga devastadora? Más bien, con aquellas plagas que envió a los no judíos, Hakadosh Baruj Hu quiso darles una lección de moral a los Hijos de Israel, para que hicieran una introspección. Los Hijos de Israel debían saber que también ellos eran merecedores de dichas plagas, pues, ¿en qué se diferenciaban ellos de los egipcios? ¡Si
ambos practicaban la idolatría! Más bien, Hakadosh Baruj Hu, por Su infinita misericordia, Él hizo una diferencia entre los Hijos de Israel y los egipcios, y salvó al Pueblo de Israel por el mérito de que iban a recibir la sagrada Torá. Así, con la energía de aquella furia con la que habían sido golpeados los
egipcios en la cabeza, los Hijos de Israel comprenderían y sabrían que Hashem es a Quien le corresponde reinar y gobernar, y que Él domina sobre todo. Y si un hombre pide salvación y rescate, debe saber con
certeza que no tiene en quién apoyarse sino en nuestro Padre celestial, porque Él tiene el poder de golpear a todo aquel que Él quiera, y solo Él tiene el poder de curar y dar salvación.

Acerca de los Hijos de Israel, mientras estuvieron en Egipto, está escrito (Shemot 2:23):

“Y suspiraron los Hijos de Israel por
el trabajo arduo y subió su clamor hacia
Dios, y gritaron los Hijos de Israel a Hashem”.

Este clamor y este grito surgieron de la profundidad de un corazón quebrantado y puro; y ellos lloraron con todo el corazón a Hakadosh Baruj Hu, pues sabían que no tenían ningún otro Salvador que pudiera
sacarlos de su grave predicamento, sino únicamente Hakadosh Baruj Hu. Ese fue unllanto puro, proveniente del corazón, sin ningún interés ulterior. Existe todo tipo de tefilot. Existe el hombre
que dirige sus peticiones a Hashem, mas, en verdad, en su corazón no está completamente confiado en Él, por lo que, inmediatamente después de la plegaria, procede a planear cómo aumentar los medios con los cuales alcanzar las metas materiales que se albergan en su corazón. Esta plegaria no es una plegaria que surge del corazón. En contraste, está el hombre que sabe que no hay otro más que Hakadosh
Baruj Hu; este hombre siente en cada fibra de su cuerpo, con total fidelidad, que la salvación proviene únicamente de Él, y su confianza la pone solo en Él. Por ello, cuando reza, su rezo fluye como un manantial desde lo más profundo del corazón, un corazón depurado en el servicio a Él. Así sintieron los Hijos de Israel en Egipto, por la dureza de la ardua esclavitud, y el amargo exilio que había sido su porción entonces. Ellos sabían que no tenían rescatador ni salvador, ni tenían en quién apoyarse sino en el Creador del mundo. Por ello, el clamor y el grito de ellos fue puro e inmaculado, proveniente de los
recovecos del corazón. Y una plegaria pura como ésta es a lo que hizo referencia el Midrash. Hakadosh
Baruj Hu extraña la voz de los Hijos de Israel, y les dice:

“Es cierto, aun ahora vosotros rezáis a Mí y Me clamáis, pero no
es como aquella plegaria que Me habéis
hecho cuando todavía estabais en Egipto,
en medio de la esclavitud. Una tefilá como
esa es la que ansío volver a escuchar”.

Linda Woods

Por lo tanto, Hashem les envió de nuevo al faraón y a los egipcios para que los persiguieran hasta el mar. De esa forma, Hakadosh Baruj Hu volvió a poner a los Hijos de Israel en la misma situación en la que se encontraban cuando todavía estaban esclavizados en Egipto, y ellos imploraron de nuevo, tal como lo habían hecho, con aquel clamor cristalino y depurado de la dependencia de cualquier agente foráneo, sino dependiendo sola y únicamente de Hakadosh Baruj Hu. Pues aun a la orilla del mar, comprendieron que no tenían a nadie más en quien colocar su confianza sino solo en Hakadosh Baruj Hu, ya que solamente Él podía salvarlos en aquel gran predicamento. Y esa plegaria, pura como ninguna otra, es la que deseaba escuchar Hashem.