DOS DE ENERO: DOS EFEMÉRIDES TERRIBLES

 Para la Historia en sí y mucho más para  los judíos hispano-hebreos, fechas ominosas que no deben olvidarse.


Como sabemos, un dos de enero,  pero de 1492, los Reyes Católicos ultiman el largo proceso de la Reconquista, tomando  Granada al último rey nazarí.  Esto  conlleva una oleada migratoria de judíos a los reinos cristianos -pues los monarcas aseguran  que van a proteger al elemento judío.  Romperían su palabra muy poco tiempo después, cuando por orden expresa del Rey Fernando de Aragón,  sus huestes acabaron destruyendo la judería granadina. Nueve meses después,  se decretaría la expulsión de los judíos de  las coronas de Castilla y Aragón.

Muchos  años antes, también un dos de enero, aunque de 1412, ocurren otros hechos,  también nefastos para la judería castellana:

Shlomó Ha´Leví era, por aquel entonces, en la primera década el S XV, rabino mayor de Burgos, ciudad de las más importantes de toda la Península Ibérica, capital del Reino de Castilla y, de forma intermintente, capital de la Corona de Castilla.

Allí, Shlomo Ha´Leví,  después de las masacres antijudías de 1391 ( y tras  haber oído predicar al gran antisemita llamado Vicente Ferrer)   el gran rabino de Burgos abjuró del judaísmo, se convirtió al cristianismo y se bautizó con el nombre de Pablo García de Santa María; comenzó seguidamente a cultivar una carrera eclesiástica fulminante y llegó a ser obispo coincidiendo con los más graves masacres sufridas por los judíos en Sfarad. Su esposa no se quiso convertir y la abandonó -incluso le quitó a los hijos, uno de ellos, de nombre converso ya,  Alfonso de Cartagena.  Su hermano, Álvar García de Santa María, también se convirtió;  fue nombrado cronista real de Fernando El Católico y resulta ser el autor de  la Crónica de Juan II; además, fue regidor de Burgos -algo así como alcalde-  durante cuarenta años. Mientras tanto, Pablo de Burgos, por decisión del (anti) papa Benedicto XIII, sería el ideólogo de  la ignominiosa afrenta  llamada Disputa de Tortosa, en la que bajo un presunto enfrentamiento teológico  se obligará a los judíos a la conversión. 

Pues bien, un dos de enero de 1412, este obispo converso redactó un edicto exigiendo por sí mismo toda  la conversión de todos los judíos. Y no fueron pocos los que, ante el temor por las represalias, y recordando las matanzas de 1391, aún de viva memoria, accedieron al bautismo.

Por supuesto, por mucho poder que hubiera acaparado el obispo, las Leyes de Ayllón, también llamadas Segundo Ordenamiento de Valladolid,  estaban prmulgadas desde la corte real, concretamente  por la reina  Catalina de Lancaster ( regenta durante la minoría de edad del futuro rey de Castilla, Juan II)

 Dichas leyes estaban divididas en veinticuatro artículos cuyo objetivo era la completa segregación  de los judíos,  paralizando así su intensa actividad comercial, humillándolos ante el resto de súbditos del reino  para propiciar su desprecio general, y obligándolos a vivir en los estrechos cuarteles de un  gueto si no se bautizaban de inmediato.

  • El Derecho Hebreo  no se puede aplicar  ya en las aljamas castellanas.
  • Oficios prohibidos para los judíos:  médicos, cirujanos,  boticarios,  arrendadores de tributos,  almojarifes, cambiadores, herradores,  carpinteros, sastres, tundidores (cortadores de paños) carniceros,  peleteros, zapateros, vendedores de pan , vino, harina, manteca, ni ninguna otra cosa de comer a cristiano.
  • Obligatoriedad de llevar barba y pelo largo para que se les pueda distinguir fácilmente de los cristianos, llevando en cosida en el pecho una rodela bermeja.
  • Prohibición de administrar, arrendar, ni recaudar las rentas del Rey.
  • Habitar en barrios segregados y cerrados, de los cuales no podrán salir sino bajo ciertas condiciones.

Tal era la  neurótica animadversión contra los judíos -siendo el redactor  mismo de origen judío-  que  en el año anterior a su muerte, el ex-rabino de Burgos  escribió la obra titulada Dialogus Pauli et Sauli Contra Judæos.  Pero, no obstante,  la obra por la cual accedió a fama internacional fue «El Burgense», oficialmente titulada Scrutiniun Scripturaru, donde expone los que, según él, son los errores del judaísmo, rebatiéndolos con los presupuestos de la fe cristiana. 

La descendencia de Pablo de Burgos también fue ocupando cargos en la Iglesia: su primogénito, Gonzalo, fue obispo de Astorga, de Plasencia y de Sigüenza;  el tercero de sus hijos, Alfonso, sucedió a su padre -hecho inaudito en la historia de la Iglesia- en la sede de Burgos. Su nieta , Teresa de Cartagena, se metió monja y fue una de las grandes mujeres escritoras de su época.Pablo de Santamaría falleció el 30 de agosto de 1435, fue enterrado en un convento que él mismo mandó construir, hoy desaparecido, y dejó su inmensa fortuna a los pobres.

 Algunos años más tarde, en 1481, pero también en un dos de enero, la efemérides quedaría marcada como nefasta para la historia de los judios hispano-hebreos castellanos, especialmente para los sevillanos.

Acabada la guerra civil por la sucesión al trono castellano, Isabel I de Castilla y su consorte, Fernando de Aragón, comienzan a poner orden en la política interior de su reinado, empezando con el tema de las conversos, a los que se les acusaba no sólo de judaizantes sino también de acaparadores de riqueza. Dicho de otro modo: te obligan a convertirte porque ser judío es un problema para la corona pero cuando te conviertes eres el mismo problema.

El nuncio del papa, el 2 de enero de 1481,  nombra dos inquisidores  cuya misión es  instalar el Santo Oficio en la ciudad de Sevilla.  De inmediato, casi  toda la población neo-cristiana de la plaza sevilana  huye hacia las tierras del duque de Medina Sidonia, del marqués de Cádiz, del conde de Arcos y de  otros señores, pues creen -muy ingenuamente-  que  bajo la protección de estos nobles estarán seguros.

Fray Tomás de Torquemada, en cuanto supo de estos movimientos migratorios, declara con una proclama del 2 de enero que todos los emigrados son  convictos de herejía  por el solo hecho de haberse ido -según él, si no tuvieran qué esconder no se habrían marchado. Seguidamente, ordena  a todos los señores de Castilla que  apresen a los cripto-judíos  y que  los envíen con guardias a Sevilla. Y no sólo eso, sino que les pide  apoderarse de sus bienes, amenazando a quien no cumpliere sus órdenes con la  excomunión,  la confiscación de sus haciendas y pérdidas de  dignidades. Es tal el temor que inspira el Santo Oficio que los prisioneros llenan el convento en que se les amontona; pronto este lugar es poco para contenerlos a todos. El 6 de febrero de 1481 pereperaron el primer auto de fe,  en el Prado de San Sebastián de Sevilla, donde quemaron vivos a  seis conversos judaizantes.

El Prado de San Sebastián | Sevilla City Centre
Prado de S Sebastián , a día de hoy