LOLA TOUZA, LA GALLEGA QUE SALVABA JUDÍOS

La gallega Lola Touza ,  con la ayuda de sus hermanas  y una serie de colaboradores de Ribadavia, salvaron la vida a más de quinientos judíos, arriesgando su vida en pleno franquismo.


Lola -alias La Madre- regentaba la cantina de la estación de tren de Ribadavia. Organizó entre 1941 y 1945 una red de fuga de judíos para pasarlos a Portugal, desde donde embarcaban hacia los Estados Unidos. Pero no es Justa entre las Naciones.

Las hermanas Lola, Amparo y Julia Touza Domínguez recibieron el pasado 7 de septiembre en su Ribadavia natal un emotivo homenaje póstumo en reconocimiento a su labor de ayuda desinteresada a judíos perseguidos por el nazismo durante la II Guerra Mundial. Las tres, con la colaboración de dos taxistas —José Rocha y Javier Míguez— y de un intérprete —Ricardo Pérez Parada— se encargaban de ocultar a los judíos y de llevarlos hasta la frontera con Portugal, país desde el que embarcaban más tarde hacia América o hacia el norte de África. Tras el homenaje, organizado por la Red Sefardí de España, el Centro de Estudios Medievales de Ribadavia acordó solicitar a Israel la declaración de Justas entre las Naciones para las hermanas Touza.

Fueron dos judíos alemanes residentes en Nueva York, que querían hacer llegar su agradecimiento a las mujeres gallegas que les habían ayudado, los que desvelaron la actividad clandestina de las tres hermanas de Ribadavia. El asunto llegó a oídos del librero monfortino Antón Patiño, que se interesó por la historia y se reunió con ellas; poco antes de su muerte, en el año 2005, Patiño dio a conocer los hechos en su libro Memoria de ferro.

“Antón Patiño conocía todos los detalles desde muchos años antes, desde que yo era un crío —apunta Julio Touza—pero quiso mantener el silencio para evitar posibles represalias, y sólo al final de su vida dio a conocer aquellos hechos.

La red de ayuda a los judíos en España, como señala el propio Julio, se iniciaba en Gerona, en la frontera con Francia;  en un primer tramo llegaba hasta Medina del Campo. Desde allí continuaba hasta Monforte y Ribadavia, a donde solían llegar los judíos perseguidos al anochecer. En una fase final, los huidos eran llevados hasta la frontera portuguesa;  desde el país vecino embarcaban luego rumbo a América o a puertos del norte de África. “El Cantábrico era más peligroso porque estaba muy controlado por los alemanes”, añade Julio Touza.

En esa labor clandestina de ayuda a los judíos, las hermanas Touza contaban con la colaboración de dos taxistas,: su pariente Xosé Rocha Freijedo  y Javier Míguez, conocido como el Calavera; y también con Ricardo Pérez Parada, un tonelero que había estado como emigrante en Estados Unidos y que hacía las veces de intérprete.

El  Centro Peres por la Paz plantó en las colinas de Jerusalén un árbol con el nombre de Lola Touza que recuerda la gesta de las tres hermanas. Sus nietos, que recibieron un diploma acreditativo, esperan ahora que el Gobierno israelí las nombre Justas entre las Naciones:  el máximo reconocimiento oficial para aquellas personas que ayudaron a los judíos durante el Holocausto.

La familia de las hermanas Touza ha recibido felicitaciones en nombre del presidente de Israel .Tambien de altas instancias del mundo judío:   Efi Stenzler, presidente del Directorio Mundial Karen Kayemeth Le´Israel; Ron Pundak, director General del The Peres Center for Peace en Israel, e Isaac Siboni, Presidente de la Asamblea Universal Sefardí.

Para José Luis Chao, presidente del Centro de Estudios Medievales, el homenaje del 7 de septiembre “superó todas las previsiones y la noticia dio la vuelta al mundo. Para nosotros es un caso emblemático, porque en esta época en que hay tan poca solidaridad la hermanas Touza son todo un ejemplo de cómo gente humilde arriesgó su vida para ayudar a otras personas de forma desinteresada»

En recuerdo, se pide que la estación de tren sea llamada Irmas Touza, Las hermanas Touza. Y el novelista Vicente Piñeiro escribirá el guión de  un documental que verá la luz pronto.