ALFONSO Y RAQUEL (Y TODO LO QUE VINO DESPUÉS)

¿Es cierta la historia de los amores de Alfonso VIII y su amante judía, la hermosa Raquel, o es una historia inventada para justificar un hecho histórico ?


Alfonso VIII -vencedor  de las Navas de Tolosa-  nació en Soria en 1155. Por vía materna,  descendía de los reyes de Pamplona, Navarra, y de Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid. Por vía paterna, del conde de Barcelona y de Sancho III, de la Casa de Borgoña (Francia) Heredó el trono a los 3 años de edad, lo cual acabó en una guerra civil. A los 13 años  fue proclamado rey en Burgos y  a los 14 se le casó, en Tarazona, con una niña de  diez: Leonor de Plantagenet,  princesa inglesa, hija de Enrique II y Leonor de Aquitania. Es decir,  Alfonso VIII se convirtió en cuñado de Ricardo Corazón de León, entonces en Jerusalén con Las Cruzadas (y con Felipe Augusto de Francia)   Ella se convirtió, por la dote, en dueña y señora de media Castilla.

Toletum, que es Toledo.

En 1195, Alfonso VIII se enfrenta en Alarcos, cerca de Ciudad Real, al iracundo ejército  musulmán de los almohades, que habían cruzado el Estrecho de Gibraltar; estos feroces e integristas musulmanes norteafricanos habían finiquitado cruelmene el esplendor del califato de Córdoba y trataban de aniquilar y anexionar los territorios cristianos.  También fueron la causa del movimiento migratorio hebreo del Al Andalus a los reinos cristianos norteños, aumentando significativamente  la población de Burgos  de la talla de  Toledo. (No en vano, esta ciudad, al ser reconquistada por  Alfonso VI, bisabuelo de Alfonso VIII, a los judíos no se les tocó; es más, se les cuidó, pues  poseían conocimientos  culturales favorables a los planes castellanos.) Alfonso sufrió una estruendosa derrota  en Alarcos. Esto es importante para lo que vamos a tratar aquí.

Por aquel entonces, el S XII,  Toledo trajinaba ni más ni menos que  con  20.ooo  telares de seda,  que  se vendía en un gran zoco . También era muy preciada la forja de espadas toledanas, templadas en el Tajo en manos de los mudéjares, como todo lo artesanal y ornamental. En la Plaza Mayor, junto a la catedral, estaba la Alcaná, donde los judíos, cambistas y prestamistas, se juntaban con los panaderos, que vendían mazapán, mientras que  los orfebres hacían lo mismo con  su platería. Se calcula que un octavo de la población toledana era judía;  la mayor aljama de todas en esta época, pues el rey Alfonso VIII dispensaba gran socorro y otorgaba no menor privilegio a los hebreos. No en vano, esta ciudad, al ser reconquistada por  Alfonso VI, bisabuelo de Alfonso VIII, a los judíos no se les tocó; es más, se les cuidó , pues  poseían conocimientos  culturales favorables a los planes castellanos.

Las malas lenguas -y las peores plumas- decían que el favor real a los judíos se debía a que el monarca tenía amores adúlteros con una hermosa judía llamada Raquel. Rajel La Fermosa, en judeo-español.

Alfonso VIII, casado desde la adolescencia con Leonor, tuvo con ésta diez hijos. Mientras él ponía en su sitio el tremebundo  acoso almohade, ella se rodeaba en palacio de muchos trovadores franceses que aliviaban sus ocios. Cuando estaban juntos,  hacían planes como ordenar la construcción de la catedral de Cuenca . O para yacer juntos eternamente,  reposare ad aeternum en   el monasterio de Las Huelgas (Burgos) En ninguna lugar consta que no se amaran o que vivieran separados, más bien todo lo contrario.

Pero en Toledo el presunto rumor del ayuntamiento carnal entre el rey y la judía pululaba por las callejuelas hasta irse haciendo, como todos los rumores, más grande, de alcance cada vez  más lejano. Tanto es así que llegó a Roma. Al papa  Inocencio III  no sólo le disgustaba el adulterio real sino que,  además, le espantaba  que,  de tal contubernio  prohibido,   surgieran tantos privilegios y prebendas para los judíos toledanos.

Alfonso VIII, mientras tanto, siguió reinando y en 1212 fue el vencedor  de la batalla de Las Navas de Tolosa (Jaén)  derrotando,  al fin,  al invasor almohade  (los muyaidines, hoy) La Reconquista pasaba ahora a estar a favor de los cristianos.

Pero no todo el mundo se cree la historia de los amores adúlteros entre el rey la judía. Y razones tienen.

Mucho antes de todo esto, en 1085, Alfonso VI reconquistó Toledo, permitiendo a los judíos quedarse en la ciudad como otros habitantes más. Además sienta a su derecha a Yosef Ben Ferruziel, alias Cidelius (el pequeño Cid. Al año siguiente entraron desde Africa los almorávides, que asolan Córdoba, y muchas familias hebreas emigran a los reinos cristianos. En 1135 reina el nieto de Alfonso VI, Alfonso VII, que pone como chambelán, un cargo nobiliario de cercanía imperial, entre ministro y jefe de la casa imperial,  a Yehuda Ben Yosef ibn Ezra, que es quien convence al rey que acoja en Toledo a los judíos de Al Andalus constreñidos por la crueldad de las invasiones norte-africanas. A Alfonso le sucedió, por un año, su hijo Sancho III, que es el padre de Alfonso VIII el de Rajel la Fermosa, el cual monarca fallece en 1214.

Tras el breve reinado de Enrique I, llega el reinado de Fernando III el Santo, a quien los judíos de Sevilla  entregan las llaves cuando la reconquistó. Le sucederá su hijo, Alfonso X El Sabio, en 1252. Cincuenta y siete años después de la derrota de su bisabuelo  Alfonso VIII en la Batalla de Alarcos. Y aunque parezca extraño es aquí cuando comienza la historia de Alfonso y Raquel.

La Galiana,  o de Las Huertas, palacio a las afueras de Toledo donde presuntamente se consumaron los amores durante siete meses, hasta que la reina Leonor urdiera una conjura con ayuda de la Iglesia contra el aduleterio.

A principios del Libro Segundo de la Historia de los Judíos en España, de ADOLFO DE CASTRO – la primera Hª de los hebreos en la Península Ibérica (Cádiz en 1847) hay un pasaje que parece ser el primero que pone en duda la historia del adulterio  entre el monarca y la judía.

Por respeto al saber de los hebreos españoles, don Alfonso VIII, llamado el
Bueno, les concedió en el fuero de Cuenca derechos de ciudadanía, conformes
al uso, en aquella edad, é igualándolos en todo á los cristianos. I de la
protección dada á los judíos por este monarca nació la fábula indecente de los
amores que le atribuyen con una hermosa hebrea, llamada Raquel, los cuales
fueron el escándalo de España. Pero estas son novelerias inventadas por el
vulgo, no obstante que el sabio rei don Alfonso X las estampase en la crónica
general de España entre otras consejas de la plebe que afean obra de estilo tan
levantado i de tanto mérito

Alfonso X El Sabio, que más que sabio era inteligente, tuvo la iniciativa política de ordenar la redacción de la primera historia de España hasta el reinado de su padre:  la Crónica General de 1270 (aunque según su editor de 1906, Menéndez Pelayo, hubo  hasta seis talleres en la  composición de la Estoria de España) Es decir, hay varias versiones, muchas manos a través de mucho tiempo ¿pero por qué el rey sabio insertó este episodio de su bisabuelo en la crónica histórica? ¿por qué los historiadores del judaísmo hispánico ya a mediados del S XIX decían que era fabula indecente, novelerías inventadas por el vulgo y por tanto bajo ningún punto de vista materia histórica?

La respuesta es para disculpar la derrota en la Batalla de Alarcos. Alfonso la perdió por no estar a lo que debía, sino en líos con judías.

Así lo prueba la verdadera primera escritura de la leyenda: Castigos e documentos para bien vivir de Sancho IV el Bravo (1284-1295), comandado por Sancho IV el Bravo, rey de Castilla (1258-1295), y dedicado a su hijo Fernando IV «el Emplazado», para inculcarle las buenas costumbres . Con la leyenda de los amores adúlteros de Alfonso con la judía se ejemplarizaba así que las derrotas militares pueden ser obra no de la poca valía sino de la perturbación de haber sucumbido a las bajas pasiones -el fornicio-  y a los amores prohibidos con hebreas.

(…) …que por siete annos que viscó mala vida con una judía de Toledo,
diole Dios grand llaga e grand majamiento en la batalla de Alarcos en
que fue vençido…

Y es más, esto se cuenta en la Crónica de España de Alfonso X cuando se habla del cenobio de Las Huelgas, que según análisis filológico  no es de la redacción original, sino que es una interpolación margianl hecha ….cien años después! (Los famosos talleres de los que habló Menéndez Pelayo) Es en la Segunda Crónica cuando se incorpora el dudoso dato del tiempo que pasaron juntos: siete meses y…la judía aparece descrita como hacedora de magias, como hechicera, detalle que pasa a obras como la de Lope de Vega, (familiar de la Inquisición) donde a Raquel se la compara con Circe o Medea. Mira de Amescua la trata de hacedora de encantamientos. En la Tercera Crónica, de 1541, el tiempo del amor ya no son siete meses sino siete años, cosa que historiadores de la época ya calificaban como inverosímil, que más bien fueron siete años los de los amores de Yaa´kv y Rajel en el Tanaj, no de Alfonso y Raquel en Toledo. La leyenda ya  circula de forma tan desbocada que Lope de Vega hace de Alfonso VIII un caballero cruzado en su Jerusalén conquistada y hasta la aparición de un ángel que le pronostica que jamás tendrá por descendiente un varón.  Y en 1617, el Fénix publica en la 7ª parte de sus comedias «Las Paces de los Reyes y la judía de Toledo». En 1643, La Raquel, de Luis Ulloa y Pereira, inspirador dicen del drama de Mira de Amescua, y en 1667, por Juan Bautista Diamante, «La judía de Toledo», que se vuelve a escribir en 1766 por Vicente Gª de La Huerta, «La Raquel» de rotundo éxito en 1772, en el Teatro del Príncipe, según Rafael González Cañal , de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Los amores interconfesionales entre el monarca y la plebeya tuvieron tal eco que Lorenzo de Sepúlveda, poeta sevillano del S XVI, cantaba en un romance popular :

A Toledo fue Alfonso
Con la reina joven y bella
Pero el amor lo cegó
Y se engañó por amor
Se prendó de una judía
cuyo nombre era Fermosa
Si, Fermosa se llamaba
Y la llamaban así con justicia
Y por ella olvidó él a su reina

En la obra de Lope de Vega  se inspiró en el S XIX el hispanista y  dramaturgo austriaco Franz Grillparzer, que la estrenó en la Praga de 1872.  Poco después, pero ya en el S XX, Lion Feuchtwanger, novelista alemán, y judío, también escribió en 1955 sobre Rajel,  La judía de Toledo (Die Jüdin von Toledo)  También en en prosa,  ya en nuestro tiempo, se ocupó de esta historia el judío gibraltareño, Abraham S. Marrache. Incluso en 1919 el cineasta alemán Otto Kresiler realizó un película al respecto.

Pero todo es mentira: es un ardid cronístico para que un príncipe tuviera claro qué era lo que se supone que no debía hacer si quería conservar su reino de mayor.