LOS JUDÍOS DE LA CALLE LUMBRERAS

La primera comunidad judía de Sfarad tras la expulsión se formó en Sevilla con judíos sefardíes magrebíes en la calle Lumbreras.


La primera sinagoga española tras la expulsión de 1492 fue la de la familia Salama, en Melilla, construida en 1866. Pero de las primeras de la península fue la de Sevilla.

El injustamente olvidado literato  hispano-hebreo, Rafael Cansinos Assens (Sevilla, 1882), en su obra «Los judíos en la literatura española», al escribir sobre el personaje hebreo  de Sara en la leyenda  «La Rosa de la Pasión», de su paisano G. A. Bécquer, cuenta que sin duda el autor se basó en los judíos que pudo conocer.  Y estos no eran otros sino los de la calle Lumbreras, en Sevilla.

Cuando en 1868 la Revolución de «La Gloriosa» depuso a Isabel II , el nuevo gobierno del General Prim decretó que los judíos  eran «(…) libres de entrar en nuestro país y ejercer libremente el culto, así como a los miembros de todas las religiones”. Los primeros en llegar fueron los que estaban más cerca, en la costa de Marruecos. Y éstos se radicaron en la otrora populosa judería de Sevilla, aunque no en el barrio donde antaño estuviera.

 Dice Cansinos-Assens: » (…) donde nació Gustavo Adolfo había ya por aquella época una comunidad sefardí, radicada en el populoso barrio de Las Lumbreras, cuyos miembros se dedicaban en su mayor parte al comercio en frutas magrebíes -dátiles, cocos, babuchas- que expendían los más humildes por las calles de la ciudad cual vendedores ambulantes. Vestían al estilo oriental y el pueblo, ignorante y nada curioso, los tomaba por moros, sin que ellos hicieran algo por desmentirlo. Pero este equívoco socorrido llegó a resultarles peligroso cuando con ocasión de una de nuestras incontables guerras de Africa -la del general Margallo, año ochenta y tantos del pasado siglo- la chiquellería sevillana dio en correrlos y apedrearlos, como a tales moros que parecían. Y entonces fue el protestar de ellos y alzar los brazos y clamar con voces roncas que ellos no eran moros, sino hebreos. Y hasta en los periódicos locales hicieron publicar un comunicado en que lo declaraban así.»

 

Muchos años después, el acádemico de la Lengua y la Historia Fco. Morales Padilla, hisotriador del CSIC, publica en 1972 en «Sevilla insólita»

(..) Había otros (judíos)  que eran turroneros, que hacían las delicias de chiquillos por sus alfajores, avellanas y almendras tostadas, amén de otras golosinas. Eran humildes, nadie les temía ni perseguía, y ellos vivían en sus silenciosas casitas de la calle Lumbreras. Ya no los hay allí; lo que ahora hay son unos corrales de vecinos, sobre todo el llamado de los Chícharos y el de la Bomba, donde todavía vivieron no ha mucho tres hebreos, de apellido Benassaya Benjira, cuyos padres procedían de Tetuán, se dedicaban al calzado y a tener once hijos, casi como las tribus de Judá, de los cuales sólo quedan tres. Una, afable y orgullosa de ser hebrea, es una viejecita llamada Merima… “

Manuel Chaves Nogales, periodista sevillano fallecido en Londres en 1944 (huyendo de la Gestapo en París) publicó en 1921 una crónica hispalense, titulada «La Ciudad» , en la que también habla de ellos:

«En las Lumbreras viven los hebreos. No pasarán de una docena, pero toda la ciudad los siente vivir muy cerca de ella.  Son gentes silenciosas, a las que únicamente se conoce, a través de la uniformidad cosmopolita de las ropas actuales, por cierto sentido arquitectónico de sus vestiduras, que no ha podido perderse todavía. Estos hebreos son pobres; venden dátiles y babuchas por las calles más viejas, complaciéndose en oponer a las notas cálidas y triunfales de los pregoneros sevillanos, el sentido tenebroso de sus pregones profundísimos. En las tardes de agosto, los hebreos traspasan sigilosos los zaguanes, y a través de la cancela y el biombo hacen que el patio, adormecido, se conmueva y atribule con su pregón lúgubre, como mandato ultraterreno, como recuerdo imborrable de la voz del Sinaí. Quienes han pasado algunos años de su infancia en Sevilla, saben únicamente la trascendencia de estos hebreos que venden babuchas, y su influencia en la ciudad.»

 

En el año de 1904, la judería sevillana vivió uno de sus días más celebrados. Los reyes de España, Alfonso XIII y Maria Cristina aceptaron la invitación de la colonia judía que, en el número 144 de la calle Feria, los recibieron como al mismísimo rey David, con las casas engalanadas  con telas de los colores nacionales en  las, así como con mantones de Manila que «formaban pabellones entre los que se veía un tapiz árabe antiguo y muy valioso», señala Bejarano. Los sefarditas hispalenses exhibieron pancartas con las siguientes consignas: «¡Viva el Rey Alfonso XIII ¡ ¡La colonia hebrea a don Alfonso!» Otra pancarta escrita en la lengua de Moisés indicaba: «Bendito sea en su entrada. Bendito sea en su salida», refiriéndose al Rey.

El historiador Mario Méndez Bejerano (1857-1931) también sevillano se hace también eco de esta incipiente comunidad hispalense en su obra «Historia de la judería de Sevilla» , de 1914. Dice que aquellos hebreos -como ellos mismos se autodesignaban- vinieron de Mogador, de Rabat y de Tánger, que eran humildes y muy poco instruidos.

En 1914, cincuenta y cuatro años después de la vuelta cantada y soñada, hay en nuestra ciudad judíos con más de cuarenta años habitando entre nosotros. Curiosamente, para vivir y revivir lo tantas veces cantado y declamado en la nostalgia del exilio, no se ubicarán en las inmediaciones de la antigua judería. Aquella que abandonaron para no renegar de sus ideas y que alimentó, durante siglos, el mito del tesoro judío enterrado bajo los jardines de sus casas. Todo lo contrario. Se ubicarán en un punto absolutamente opuesto a San Bartolomé. Y entre la calle Feria y la calle Lumbreras vivirán cerca de doce familias mosaicas dedicadas, en gran parte, a actividades comerciales ya de cierto rango.

 

Dr. Abraham Yahuda

Según él, la comunidad estaría ya desarrollada plenamente por obra del filólogo Abraham Yahuda, judío de Jerusalén, de padres sefardíes venidos de Bagdad, y catedrático de hebreo en Berlín; se refugio en España cuando la Primera Guerra Mundial y que recurrió a Cansinos Assens para iniciar una cátedra de hebreo en Madrid (que tuvieron que cerrar por falta de alumnado) El dr. Yahuda, como era conocido, se alió con Herbert P. Lousada, sefardí de Londres, y juntos consiguieron darle al asentamiento judío sevillano un rabino permanente.

En  declaraciones a «The Jews Chronicle», el dr.  Yahuda comentó:

«No olvidaré jamás la memorable reunión en la que se acordó la constitución de la primera comunidad israelita que se establece en España desde los tiempos de la expulsión, precisamente en Sevilla, donde floreció, hace más de quinientos años, una de las mayores juderías del mundo…»

 

En 1914, año en el que Mendez Bejarano documenta la memoria del regreso judaico, el rabino de la colonia sefardí en Sevilla se llamaba Salomón Cohen, también procedente de África. Hablaba perfectamente el español y el árabe vulgar. Además del rabino, la comunidad israelí de aquel tiempo estaba representada por David Pilo Farache. La sinagoga,  estaba ubicada en la calle Lumbreras y era pequeña, modesta y reducida.