LA OLVIDADA JUDERÍA DE MONTALBÁN

La olvidada judería de Montalbán, en el centro de la provincia de Teruel, capital de la comarca de las cuencas mineras turolenses, vinculada a la Orden de Santiago y al Cid Campeador y a un posible refugio de templarios.


Aragón, como sabemos, es  tierra pródiga en juderías, pero algunas, aun importantísimas entre los ss. XIII y XIV,  han caído en una especie de olvido, por no decir abandono y falta de atención (lo cual a veces es muy bueno para que todo permanezca intacto, auténtico, ajeno a los tráficos de intereses extra-judaicos que conocemos todos)

En el caso de Montalbán,  Teruel, a orillas del Río Martín  – no confundir con La Puebla de Montalbán, en Toledo-  a la vera del castillo que da nombre a la localidad, la primera mención documentada de judería es de 12o8 -ocho años después de la composición del Cantar de Mío Cid, en donde nombran a Montalbán como territorio ya reconquistado. Pertenecía a los dominios del Señorío de Albarracín en la figura de Fernán Ruiz de Azagra, quien también era señor de tierras tan lejanas ,pero aún aragonesas, como Calatayud o Tarazona.

No obstante, su estructura institucional en tanto que aljama fragua en 1309, con el privilegio que  Jaime II  otorga al Comendador de la Orden de Santiago , Artal de Huerta , a quien permite  el asentamiento  de diez familias, con la potestad de imponerles tributos y ejercer la jurisdicción civil y criminal.

Entre los linajes registrados en los documentos del siglo XIV  – dice M.A: Motis,  gran investigador del sitio- figuran los Abeniuçaf–uno de los más numerosos y prominentes–, Abensasón, Abensenyor, Albalá, Azday, Bonjucef, Chiniello, Cohen, Ejea, Golluf, Levi, Menassé y Sahúl, entre otros.  Sumaban 564 fuegos o casas, esto es, entre 2.250 y 2.500 personas. Para la época, una enormidad.

Según te pueden contar hoy mismo los mayores del pueblo, la judería se ubicaba en la calle Emaús, desde las escaleras de la plaza de Carlos Castell, teniendo como uno de los
accesos principales un pasadizo  que se corresponde , hoy  número trece de la misma calle de Emaús.

Calles zigzagueantes en cuesta donde predomina los callizos (callejones sin salida y de propiedad privada) y con un edificio que cambia su orientación respecto al resto, para poder mirar a Jerusalén: la sinagoga.

Y la imprenta, porque  de aquí salió el primer libro hebreo de Sfarad, en 1475, como se cuenta en el libro El pueblo judío. Odisea a través de los siglos, de Nicholas de Lange. Y era un comentario de Rashi al Jumash (Pentateuco)

Pero durante el último cuarto del siglo XIV , con la inestabilidad política y económica,  más  la presión fiscal,   dicha judería entra en declive. Por un lado, Castilla hostiga a las huestes aragonesas y hay que fortificar las villas, lo que además de costar lo suyo -subidas de impuestos-  también lleva implícita una obvia falta de seguridad.

Y además, los progromos de 1391 en toda la Península Ibérica.  Los responsables de la aljama de Montalbán escribieron a los de la de Daroca una carta escrita por el escriba local para  solicitar dinero de Yosef Caro, artesano judío de Montalbán, que había huido a Daroca a consecuencia de una disputa con otro artesano judío apóstata. (Se puede consultar en inglés, en la página de Sfarad del CSIC ) Estas disputas no son sino ejemplo de la alteración de la calidad de vida de entonces, tras los pogromos.

Juan I no dudó en utilizar la fuerza para obligarles a regresar, emitiendo   bandos  que advierten de la imposición de severas multas a quienes  ocasionaren  algún perjuicio a los judíos, estando como estaban bajo la tutela y amparo directo del monarca. Es decir, no parece que hubiera buen ambiente.

Además, a principios del s xv  tiene lugar La disputa de Tortosa, que concluyó con la promulgación de una bula del 12 de noviembre de 1414, que precipitó el número de conversiones entre la aristocracia intelectual y financiera, con especial repercusión a toda aljama cercana, como puede ser la misma Montalbán.

Tal era la atmósfera de hostilidad y problema que ,  bajo el patrocinio inicial de la Iglesia,  deciden  asignar un lugar idóneo para vivir pacíficamente, separados del resto de la población, como ya se hacía en Teruel, Huesca, Barbastro, Jaca, Belchite y Zaragoza. Fue peor el remedio que la enfermedad: los confinados tras estas murallas se morían de hambre porque los cristianos se negaban a venderles alimento. El monarca les reprendió. Pero ya no quedaba sino liquidar y ubicar a los judíos en otro lugar.

Se van en pleno verano de 1415, tras haber  saldado sus obligaciones fiscales y después de que el monarca se escandalizara por haberlos confinado sin sustento en situación de insalubridad. Algunos aceptaron  el bautismo par solventar  su penuria. Quienes no lo aceptan, cerraron el portón de la sinagoga y abrieron la puerta de sus hogares para  asentarse en   Olite, Híjar, Monzón o Teruel, que era lo que estaban haciendo los judíos de  Barbastro, Alcañiz o Fraga, también invitados a irse de sus casas.

Al año siguiente, un delegado real abrió la puerta de la sinagoga para hacerse su propietario. .