PARASHÁ DE LA SEMANA: «VA´YESHEV»


Parashá de esta semana ( Vayeshev וַיֵּשֶׁב )  Gén. 37:1-40:23, por Adi Cangado.


El sueño es, de acuerdo a Wikipedia, una sucesión de imágenes, sonidos o emociones que la mente experimenta mientras dormimos. Se ha especulado mucho acerca de los sueños pero muy poco sabemos de ellos. Algunos especialistas afirman que se producen debido a la reducción en la frecuencia de conexiones entre el hipocampo y el neocórtex. Cuando los ojos se cierran, la mente queda aislada. Freud relacionaba los sueños con el inconsciente y afirmaba que las pesadillas hacen que la persona aprenda a controlar sus emociones causadas por situaciones traumáticas.
Los sueños siempre han fascinado al ser humano desde los albores de la historia. ¿Por qué soñamos? ¿Qué significan los sueños? ¿Acaso nos enseñan el futuro o se componen de trazos de información inconexos? En la antigua Grecia, en los templos en donde se adoraba a Asclepio, la interpretación de los sueños se utilizaba para curar.
Jacob y José
La porción de esta semana comienza diciendo, Vayesheb Yaakob be-érets meguré abiv be-érets Kenáan “Y se asentó Jacob en la tierra en que había habitado su padre, en la tierra de Canaán” (Gén. 37:1). Después de huir de Shejem, nuestro patriarca estableció sus tiendas en los mismos lugares que su padre había frecuentado (tal vez allí en donde su padre había excavado pozos).
Pues Jacob había venido de la tierra de su tío Labán y tras el encuentro con su hermano Esaú se fue primero a Sukot y después a Shejem. Allí un líder tribal había violado y raptado a su hija Diná. Simón y Leví no quisieron cargar con la deshonra y masacraron a los varones de aquella ciudad, rescatando a la joven. Por temor a represalias de otras tribus, el patriarca huye de Shejem.
Raquel ha muerto y el joven José, que tiene diecisiete años, se entretiene siguiendo a los hijos de Bilhá y de Zilpá mientras ellos pastorean, espiándolos y contando luego a su padre sus conversaciones. No parece que esta costumbre desagrade al padre. Ve-Yisrael ahab et Yosef mi-kol banav ki ben zekunim hu lo ve-asá lo ketónet pasim “E Israel amaba a José más que a sus demás hijos pues hijo de la ancianidad es él e hizo para él una túnica talar” (v. 37:3).
¿Qué le regala Jacob a José? La Torá nos dice que era ketónet pasim. La palabra pasim (פּסּים) es muy extraña. Aparece sólo tres veces en la Torá, referida precisamente a esta túnica en concreto. De entrada, pasim parece ser un plural, pero la forma singular no nos ha llegado. El puntito dentro de la letra sámek (סּ) podría sugerir también alguna relación con la raíz p-s-s (פסס), que podemos traducir como “terminarse” o también “desaparecer”.
Nuestros sabios no coinciden tampoco en sus traducciones. Según Rashi pasim podría significar que la túnica era de lana, guardando relación con la palabra karpás (כרפּס), “lana verde” (Ester 1:6). Sin embargo Ibn Yaná dice que era de seda. Por su parte el Midrash (Bereshit Rabá, 84:8) considera que pasim (פּסּים) es un acróstico de todos los problemas que José tendrá que ir enfrentando a lo largo de nuestra perashá tal y como los iremos viendo: Potifar (פּוטפר), los mercaderes (סוחרים), los ismaelitas (ישׁמעאלים) y los midianitas (מדינים). El Radak y la Septuaginta (traducción de la Biblia Hebrea al griego) traducen “de colores” y el Rashbam (el nieto de Rashi) “con mangas”.
El regalo a José y el amor que su padre le profesa pronto levantan los celos del resto de sus hermanos.
Los dos primeros sueños de José
A partir de aquí, la Torá nos relata los dos primeros sueños de José. El primer sueño del joven (vv. 37:5-7) presenta cierta similitud en su estructura al sueño de la escalera de Jacob. Al igual que allí, aquí tenemos tres símbolos separados por la partícula ve-hiné “y he aquí”:
“(…) y he aquí que nosotros estábamos atando gavillas en medio del campo, y he aquí que mi gavilla se levantó y se mantenía de pie, y he aquí que vuestras gavillas rodearon y se postraron hacia mi gavilla.”
El joven sueña y relata a sus hermanos qué ha soñado pero no lo interpreta, tal vez porque aún no puede entender cómo se sucederán los acontecimientos. Dice el Talmud que un sueño no interpretado es como una carta no leída (Tratado de Berajot 55a).
El sueño se hará realidad, como veremos. Tras escuchar este relato los hermanos le odian todavía más (v. 37:8). Pero el joven José vuelve a tener un sueño (v. 37:9):
“(…) y soñó aún otro sueño … “he aquí que soñé un sueño más, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se postraban ante mí”.”
Esta vez José también le cuenta a su padre el sueño, y éste lo reprende ásperamente (v. 37:10), diciéndole,
“(…) “¿Qué es este sueño que soñaste? ¿Acaso habremos de venir yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos ante ti?”.”
El joven tampoco esta vez interpreta el sueño, sino que se limita a escuchar atentamente cómo lo hace su padre, que toma nota del asunto (v. 37:11). Jacob considera que el sueño es absurdo, lo cual aplaca la ira de los hermanos, pues ¿cómo iba la madre de José a postrarse ante él si ya había muerto?
Los sueños de José reflejan sus emociones y también sus miedos, y pronto el relato de la Torá nos mostrará que acabaron haciéndose realidad.
La paradoja de los caminos que se cruzan
En cierta ocasión Jacob pide a su hijo que vaya a ver cómo pastorean sus hermanos, Vayishelajehu me-emek Jebrón vayabó Shejema “Y lo envió (a José) desde la profundidad de Hebrón y vino hasta Shejem” (v. 37:14). Creo que este es el versículo más importante de toda la porción semanal.
El joven José ha demostrado ser especial. Tiene sólo diecisiete años pero es capaz de percibir de manera precisa su destino: sus miedos y temores se le presentan de manera preclara. Diríamos que es un chico emocionalmente muy maduro. Con los años crecerá y se convertirá en un sabio intérprete de sueños, ¿por qué? De todos sus dones José decide explorar éste, tal vez porque desea llegar a entender el significado de sus propios sueños. Aunque la Torá no lo dice de manera expresa, podemos intuir que el rebaño no era lo suyo.
Además, a diferencia del sueño de Jacob, aquí no se nos dice que José estuviese durmiendo. Podría haber soñado despierto, y sus sueños podrían ser más bien el fruto de la reflexión profunda.
En este versículo se nos dice que Jacob lo envía desde el valle de Hebrón en dirección a Shejem y ambos lugares tienen una dimensión simbólica. La palabra emek (עמק) es “valle” o “profundidad” y procede de ˀ-m-k (עמק) que significa “ahondar” o “profundizar” en algo: reflexionar. En combinación con la palabra safá (שׂפה) “idioma” se traduciría como lengua incomprensible o indescifrable. Jacob arranca a José de su ejercicio de reflexión profunda (¿meditación? ¿o estaba José intentando descifrar sin éxito sus sueños?) y, sin ser consciente, le envía al más trágico destino.
Shejem simboliza el desastre. Tal como nos recuerda el Talmud (Tratado de Sanhedrín 102a), allí fue violada Diná y allí José será vendido por sus hermanos. Pero también allí, un día, fue dividida la casa de David (1 Reyes 12:1).
El joven está buscando a sus hermanos, Vayimtsaehu ish ve-hiné toé ba-sadé vayishalehu ha-ish lemor “Ma tebakesh?” “Y lo encontró un hombre, y he aquí que (¿el hombre? ¿o José?) deambulaba por el campo, y le preguntó el hombre diciendo, «¿Qué buscas (lit. buscarás)?»” (v. 37:15) Vayomer “et ajai anojí mebakesh, hagida na li efó hem roim “Y dijo «A mis hermanos busco, dime por favor dónde están pastoreando»” (v. 37:16). Vayomer ha-ish, “naseú mi-zé ki shamati omrim «neleja Dotaina»” “Y le dijo el hombre, «se marcharon de este (lugar) pues les oí decir “vayamos hacia Dotán”»” (v. 37:17).
¿Cuál de los dos se ha perdido? ¿El hombre o José? ¿Por qué sabe José que aquel hombre está perdido? ¿Por qué aquel que se ha perdido pregunta al otro “¿qué buscas?”? Pues él, ¿hacia dónde va? ¿qué busca?
Cuando los hermanos ven que José se acerca dicen, hiné baal ha-jalomot halazé ba “aquí viene el de los sueños” (v. 37:19).
Le despojan de sus vestidos, también de la túnica talar, y lo encierran en un pozo seco (v. 37:24) pero lleno de serpientes y escorpiones (Talmud Bablí, Tratado de Shabat 22a). Pero he aquí que se acercaba una caravana ismaelita que venía de Galaad en dirección a Egipto, con sus camellos cargando especias y bálsamo y resina aromática (v. 37:25). Judea propone vender a su hermano a estos ismaelitas en lugar de matarlo.
Pero, quizás mientras cierran el trato, mercaderes madianitas pasaron por allí y tiraron de José sacándolo del pozo, entregándolo después a aquellos ismaelitas por veinte monedas (v. 37:28) para que lo vendiesen en Egipto. Así fue como José bajó a Egipto, en donde los mercaderes lo venden a Potifar, ministro del Faraón y jefe de la guardia (v. 37:36).
Los hermanos cogen un cabrito y lo matan, untando de sangre la túnica del joven, para que el patriarca Jacob crea que una bestia lo ha despedazado (v. 37:33).
Los sueños de José en Egipto
Cuando el joven hebreo llega a Egipto, el Eterno permanece a su lado. Vayehí Adoshem et Yosef vayehí ish matslíaj vayehí be-bet adonav ha-mitsrí “Y estuvo Hashem con José, y (José) fue un hombre de provecho, y estuvo (José) en casa de su señor el egipcio” (v. 39:2), y al igual que su madre, también José es guapo y tiene buen cuerpo (v. 39:6).
Pero los problemas no dejan de asaltarle. En cierta ocasión la mujer de Potifar consultó a los astrólogos y éstos le dijeron que el joven hebreo habría de tener descendencia a través de ella. Por eso la mujer solicita a José que se acueste con ella. Lo que ella no sabía es que no sería a través de ella exactamente, sino a través de su hija (Rashi sobre Gén. 41:45). Él se niega, pues no quiere pecar ante D’s (v. 39:9).
Ella vuelve a pedírselo aprovechando que no hay sirvientes en la casa (v. 39:12), y entonces su señora le arranca los vestidos y sale gritando, diciendo que José ha intentado tomarla (v. 39:14). Lo comenta con su marido Potifar y José es encarcelado. Pero todavía allí Hashem le acompaña y le hace prosperar, y empezará a interpretar los sueños de la gente (vv. 40:5-17), de vuelta en las profundidades.
El catador y el panadero del Faraón han sido llevados como prisioneros. Vayajalemú jalom shenehem ish jalomó be-laila ejad ish ke-fitrón jalomó “Y soñaron un sueño los dos, cada hombre su sueño en una noche, cada hombre según la interpretación de su sueño” (v. 40:5). La Torá nos dice que era el mismo sueño, si bien cada uno de los presos lo soñó de acuerdo a sus miedos y circunstancias.
El mismo sueño en dos personas nos conduce a la misma causa: el mismo crimen, aún por esclarecer, ha sido cometido contra el Faraón o contra su casa (¿una intoxicación quizá?). El catador y el panadero: uno sueña con uvas y el otro con panes. Pero ambos conocen el crimen, pues el Midrash nos dice que, aunque soñaron los dos, cada uno soñó también la interpretación del sueño del otro (Bereshit Rabá 88:4; tb. Talmud Bablí, Berajot 55b).
Cuando José los encuentra por la mañana, ellos tienen mala cara (v. 40:6), pues jalom jalamnu u-fóter en otó “un sueño soñamos pero interpretación (sentido?) no tiene” (v. 40:8).
En el sueño del catador hay una vid, de la que salen tres zarcillos o ramas como si estuviesen floreciendo, y en sus racimos hay uvas. El catador cogía la copa del Faraón en su mano y exprimía las uvas en ella y le daba la copa en la mano al Faraón. José le dice que en tres días el dirigente egipcio le devolverá a su puesto, liberándolo de prisión. José le pide que, en caso de cumplirse lo dicho, le recuerde y pida por él al Faraón.
Al ver el panadero que la interpretación del sueño era buena, pidió también a José que descifrase el suyo. En él el panadero llevaba tres cestas de mimbre sobre su cabeza y la superior llevaba la comida del Faraón, pero los pájaros se comían los panecillos. José le dice que en tres días será ahorcado.
Los sueños se harán realidad. Pero José no sabrá aún si su interpretación fue buena o mala, pues el catador se olvidó de José (v. 40:23).
Sin más os deseo que tengáis paz en el Shabat. Shabat Shalom u-meboraj!