PARASHÁ «VAYETSÉ»

Nuevo comentario de Adi Cangado a  la parashá semanal, que en esta ocasión es la séptima:  «Vayetsé» (Salió, וַיֵּצֵא) Génesis 28:10-32:3, en la que se nos narra el episodio del sueño de Ya´kob.



PAN PARA COMER Y VESTIDOS PARA VESTIR

   Cada vez que una persona intenta aproximarse al judaísmo, ya sea judío o no, a medida que empieza a profundizar se percata de la inmensidad y de la cantidad de preceptos, tradiciones, obras de los sabios y detalles innumerables. El judaísmo es una civilización sumamente amplia y la cultura judía (¿deberíamos decir “las culturas judías”?) muy rica en matices. A mí también me ocurrió. Empecé a comprar y a leer libros y más libros y más obras y, a veces, llegué a sentirme abrumado por la cantidad, y la dificultad, de muchas de estas obras. Pasados los años me fui dando cuenta de lo prescindibles que eran muchos de esos libros y empecé a donarlos a distintas sinagogas o regalarlos a quienes podían sacarles partido. Ayer, tomando café con un amigo, me pedía consejo sobre qué títulos serían necesarios para construir una biblioteca judía básica. Pensé en los libros más importantes que tenía en mi bet midrash particular (llamo así a mi habitación de estudio) y cubrí básicamente dos carillas de un folio. Cantidad, cantidad, cantidad. Sin embargo, la esencia del judaísmo reside en sabidurías sencillas como la que os expondré a continuación.
   Esta semana leemos la Perashá de Vayetsé. Jacob salió de Bersheba y se dirigió hacia Jarán. En su viaje, una noche, tuvo un sueño. En este sueño Dios le dice a Jacob: “Yo soy Dios, Señor de Abraham tu padre, y Señor de Yitsjak. Te daré a ti y a tus descendientes la tierra sobre la cual estás acostado. / Tus descendientes serán como el polvo de la tierra. Te extenderás hacia el oeste, hacia el este, hacia el norte y hacia el sur. Todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tus descendientes. / Ve-hiné Anojí imaj Y he aquí (que) Yo estoy contigo. Yo te protegeré dondequiera que vayas y te traeré de vuelta a este suelo. No me apartaré de ti hasta haber cumplido plenamente esta promesa para ti.” (Gén. 28:13-15). Estas palabras son, sin duda, muy hermosas.
   Jacob ha tenido que dejar la casa de sus padres. Está solo, en dirección a un lugar que no conoce. Seguramente se sintió abrumado por las promesas que Dios le estaba haciendo. Se había acostado a dormir y como almohada tuvo que tomar algunas piedras (Gén. 28:10). ¡No tenía más! A lo mejor viaja sin bienes ni posesiones. ¿Qué puede contestar Jacob a Dios?
   “Im yihié Elokim imadi Si está Dios conmigo -dijo-, ushmarani badérej hazé y (si) me protege en este viaje asher anojí holej que estoy emprendiendo, venatan li léjem leejol ubégued lilbosh y (si) me da pan para comer y ropa para vestir, / veshabti beshalom el bet abí y (si) retorno en paz a la casa de mi padre, vehayá Hashem li lelokim (entonces) será Hashem para mí Dios.” (Gén. 28:20-21) Si me pongo en el lugar de Jacob, me siento incapaz de desoír en sus palabras cierta queja. Dios dijo a Jacob que sus descendientes serán como el polvo de la tierra, que se extenderán hasta los confines más recónditos del planeta. ¿Descendientes? Jacob es joven, no tiene esposa ni hijos. Es un inmigrante hacia algún lugar desconocido. De ahí sus palabras. ¿Todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de mis descendientes? ¡Es pan para comer y ropa para vestir lo que necesito! Dios le promete cantidad, inmensidad, pero Jacob reclama solamente lo imprescindible, y lo hace con un rotundo condicional “si … y si … y si …” y entonces Tú eres Dios. Porque Tú eres el Dios que atiende mis necesidades – decimos en las bendiciones de la mañana cada día.
   Las palabras de Jacob deben hacernos reflexionar sobre nuestra relación con lo material. La sociedad de la que formamos parte consume sin control y cada nuevo objeto, cada cosa nueva, no llena el vacío que sentimos. Estamos rodeados de objetos inútiles. Pude comprobarlo hace algunos meses al mudarme, cuando apilé las bolsas de basura por un lado y por el otro las cajas con libros y objetos para donar o regalar. ¿Sabéis en qué consiste un agujero negro? Ocurre en el espacio cuando en una región concreta se concentra una cantidad de masa/materia tan elevada que llega a generar un campo gravitatorio que lo absorbe todo, incluida la luz. Lo mismo ocurre con los objetos materiales. Acumulamos cosas y todas ellas acaban absorbiendo todo cuanto nos rodea incluida nuestra luz interior. Al igual que en el espacio, en el minúsculo universo que cada uno de nosotros es también se generan estos agujeros negros, y más cosas nos reclaman más cosas nuevas. Sin límite, sin final. Pero el abismo sigue ahí, y nada lo llena.
   Reclamar a Dios lo estrictamente necesario define al hombre justo. En Pirké Abot (4:1) Ben Zoma enseña que la persona verdaderamente rica es aquella que disfruta la porción que el universo le ha dado, tal y como dice el versículo (Salmos 128:2): “Cuando comes (del) trabajo de tus manos, serás feliz y te irá bien”. En el libro de Proverbios (15:17) se dice: “mejor un plato de verdura allí en donde hay amor que un buey cebado allí en donde hay odio”. El Rabí Yoná ben Abraham de Gerona (1180-1263) se pregunta, ¿quién es rico? El que dice: “Tengo suficiente con mi porción, pues puedo sostenerme a mí y a los míos y estudiar la Torá”. Quien no es feliz con lo que tiene, dice Rabenu Yoná, es “pobre”, tal y como se indica en el libro de Proverbios (15:15): “Todos los días del pobre son malos, pero (aquél) bueno de corazón (está en) una fiesta continua”. Para el que desea más y más, ese “pobre”, todos los días son días malos, pues su ansiedad no tiene límite y su abismo nunca se llena.
   ¿Tenemos suficiente? Cuando aprendemos a sentir que tenemos lo necesario, salimos del ciclo interminable de producir y consumir más y más y sentirnos vacíos e insatisfechos. ¿Necesitamos un coche nuevo? ¿Ropa para estrenar cada año? ¿Mejor si es de alguna marca conocida? ¿Un nuevo electrodoméstico que nos ahorre unos minutos que llenaremos con algún otro electrodoméstico? ¿Más muebles? ¿Perfumes más caros? ¿Más libros? Si eres feliz con tu porción porque es suficiente, porque provee tus necesidades físicas y espirituales básicas, estás mostrando también gratitud y aprendes a compartir de manera más amable y afectuosa. Lo mismo ocurre con nosotros mismos. ¿Otro trofeo? ¿Otra meta? ¿Más honores? ¿Queremos ver algún día nuestra foto en la prensa? ¿Un amante o compañero nuevo, más atractivo? ¿Más joven? ¿Una casa más grande? ¿Un trabajo mejor? La tradición judía nos está diciendo esta semana en la Perashá de Vayetsé: “¡Frena! Si tienes lo necesario, ¡tienes suficiente! ¡Eres suficiente!” No necesitas más, aprende a ser feliz en quién eres y todo lo que tienes. Solamente en esta dirección los agujeros negros de nuestra vida se pulverizarán y desaparecerá la sensación de vacío, de falta, de hueco, e incluso podremos desprendernos de muchas cosas que en realidad no necesitábamos.
   No será fácil. El mundo que nos rodea nos tienta y la conciencia de mercado invade parte de nuestra percepción, pero debemos ser fuertes como Jacob. Al igual que Jacob no se quedó en la ensoñación de la promesa divina para él y su descendencia y reclamó lo que realmente necesitaba, pan para comer y paños para vestir, también nosotros debemos recordar cada día esta simple sabiduría.