PARASHAT HA´SHAVÚA: «KI TISA»

 

Parashá: «Ki Tisá», כִּי תִשָּׂא, Cuando tomes.  Exodo 30:11–34:35. Haftará sfaradit:  1 Kings 18:20–39. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita,



La parashá de esta semana incluye variasmitzvot y leyes que tienen que ver con la construcción del Mishcán y el servicio que allí se realizaba. El Alshej Hakadosh ya escribió acerca del versículo

“Y harán para Mí un Santuario y residiré en ellos”

que allí no dice “en él (el Mishcán)”, sino que dice “en ellos”, lo cual hace referencia a cada uno de los miembros del Pueblo de Israel. El fundamento para las palabras del Alshej lo encontramos en el Zóhar Hakadosh (Tikuné Hazóhar, en la introducción 13, 1):

“La estructura y el carácter espiritual del judío son los mismos que los del Mishcán”.

A partir de la estructura del Mishcán, su forma, su organización y el servicio realizado en él —todo lo cual, en conjunto, es lo que posibilitó que la Shejiná se posara en él—, conoceremos y aprenderemos la forma de cómo debe ser nuestro servicio para purificarnos y santificarnos, y convertirnos en personas aptas de modo que pueda cumplirse en nosotros “residiré en ellos”.

La primera mitzvá de esta parashá es la de dar el majatzit hashékel, la moneda de medio shékel, para el censo del Pueblo de Israel. Las bases que mantenían en pie al Mishcán fueron hechas mediante dichas monedas. Así, a los Hijos de Israel, se les ordenó: “El rico no debe aumentar ni el pobre debe reducir [de la moneda] del majatzit hashékel”. Cada uno del Pueblo de Israel dio sólo su moneda de medio shékel; no aumentó ni redujo del valor nominal que debía dar. El motivo de esta orden, según esclarece el autor de Dáat Zekenim, fue con el fin de que el rico no pudiera decir que su porción era mayor que la del compañero. Por esto, todos dieron la misma cantidad, y así todos se consideraron iguales. De esta forma, se puede explicar que la razón por la que la Torá ordenó dar precisamente una cifra fraccionada, medio shékel, y no una entera, es para quitar del corazón del hombre el sentimiento de orgullo y altanería, y que siempre sienta que es solo “una mitad” y que para estar completo le hace falta la “otra mitad”. Y el versículo dice:

“Un corazón roto y deprimido, Dios no menosprecia”.

Todo lo que busca Hashem es el corazón del hombre, un corazón fraccionado y sumiso delante de Él, despojado de orgullo. Los comentaristas explicaron, además, que el “medio” viene a mostrar y enseñar que a cada individuo, por cuenta propia, le hace falta la completitud. La completitud del judío se obtiene únicamente por medio de la unidad, cuando se conecta con el compañero y con la congregación. Esta característica y particularidad es la que eleva al Pueblo de Israel por encima de todas las demás naciones del mundo.

Estos dos temas —la sumisión y la unidad— son imprescindibles tanto uno como el otro. No puede existir unidad y conexión entre un hombre y su compañero si el hombre está afectado por el orgullo y la altanería, pues todo aquel que se enorgullece se construye para sí una tarima, desde donde solo verá sus propias virtudes por encima de las del compañero. Entonces, ¿cómo podría conectarse con el compañero si, a su entendimiento, él es superior? Así como la sumisión, la humildad y launidad proveyeron el poder que puso en pie al Mishcán —pues de ello estuvieron formadas las bases del Mishcán—, de esa misma forma, tiene que establecerse el “Mishcán particular” de cada judío.

Las bases sobre las que se apoya el Mishcán particular son el alejamiento de la cualidad del orgullo, que es lo contrario a la residencia de la Shejiná, por cuanto Hakadosh Baruj Hu dice sobre el orgulloso: “Yo no puedo convivir con él en el mismo recinto” (Tratado de Sotá 5a). Y acerca del humilde y modesto, está
escrito (Yeshaiá 57:15): “Con los elevados y sagrados, Yo habito, y con el oprimido y el humilde de espíritu”.

La unidad y la virtud de una congregación en general es también una condición para que se pose la Shejiná sobre ellos, porque la Shejiná no se posa en donde hay menos de diez hombres. E incluso Hashem Yitbaraj no descendió al Monte Sinai sino solo después de que se cumplió en el Pueblo de Israel:
“Y acampó allí Israel contra el monte”, en donde el versículo habla en singular para referirse a los Hijos de Israel, porque su unión era tal que se asemejaban a un solo hombre con un solo corazón.

El segundo tema que se encuentra en esta parashá acerca de la construcción del Mishcán es la elaboración del Kiyor, el lavabo, y su llave. Con el Kiyor, se santificaban los cohanim, quienes se lavaban las manos y los pies para purificarse y preparar el cuerpo para servir a Hashem Yitbaraj con santidad y pureza. Todo judío se encuentra en condición de cohén (‘sacerdote’) que sirve a Hashem Yitbaraj con su plegaria. Todas nuestras acciones y toda nuestra labor en el mundo son como las de un siervo que atiende a suamo y cumple con la voluntad de éste. Por la importancia de esta función, tenemos que cuidar de mantenernos en santidad y pureza, tanto mental como físicamente, y así ser aptos para realizar nuestro servicio ante el Rey que es el Rey de reyes, Hakadosh Baruj Hu, pues uno no se puede presentar delante del Rey vestido de arpillera.

Podemos aprender algo más del Kiyor, el cual estaba hecho de los espejos de las huestes. Cuando la persona está frente a un espejo y tiene su propia imagen delante de sí, esta situación puede despertar a la persona para que tome conciencia y sepa que “hay un ojo que ve, un oído que escucha, y todos los actos son escritos en un libro”. Cuando la persona llega al nivel de “puse a Hashem delante de mí”, y ve que “el libro está abierto y la mano está escribiendo en él”, entonces, sin duda, se cuidará de mantenerse con pureza, libre de pecados; y así ameritará que la Shejiná se pose en ella.

Más adelante, en la parashá, la Torá ordena la elaboración de un aceite sagrado con el cual se ungirían el Mishcán y sus objetos. El aceite alude a las buenas acciones, como se puede elucidar del versículo (Kohélet 7:1):

Tov shem mishemen tov

(משמן שם טוב טוב’ :

Es mejor un [buen] nombre que un aceite bueno’),

que se puede traducir como “Es bueno el nombre del aceite bueno”, sobre lo que el Taná Devé Eliahu Rabá (7) dice: “el ‘aceite’ no se refiere sino a las buenas acciones, como dice el versículo (Shir Hashirim 1:3): Lereiaj shemaneja tovim (לריח טובים שמניך’ :A la fragancia de tus buenos aceites’), que quiere decir ‘a la fragancia de tus buenos actos’ ”. El hombre tiene que completarse con buenas cualidades y buenas acciones, y que éstas sean más que su sabiduría, y así adquirir un buen nombre; el hombre debe ser amado en las Alturas así como agradable en la tierra. Y así como el aceite santificó el Mishcán y sus utensilios, así los actos buenos del hombre convierten su cuerpo en un recipiente sagrado en el cual puede posarse la Shejiná Misma.

La cuarta orden de la parashá es la confección del Ketóret, el incienso aromático. En él, están aludidas varias cualidades y conductas correctas, apropiadas y requeridas para un Talmid Jajam y para todo aquel que busca ameritar que en él se pose la Shejiná. Sobre la frase memulaj tahor kódesh (‘bien mezclado, puro, sagrado’), nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Calá 3:2), dilucidaron que un Talmid Jajam tiene que ser agradable a los ojos de toda persona, y que no sea como un guiso sin sal. Un Talmid Jajam tiene que ser agradable ante el Cielo y las criaturas, de modo que todos digan de él: “Vean a fulano, que estudia Torá; cuán gratas son sus acciones”. De esa forma, él provoca una santificación del Nombre de Hashem y hace que las personas lleguen a amar la Torá. Así también aumenta la Torá en el mundo, ya que las personas ven la gloria de la Torá y cómo ésta hace más delicado al hombre y lo eleva y engrandece; y entonces, se adherirán a la Torá para adquirir sus virtudes. De esta manera, se engrandece el Nombre de Hakadosh Baruj Hu en Su mundo, y así se posa la Shejiná entre nosotros