PARASHAT HA´SHAVÚA: «LEJ LEJÁ»

 Esta semana, Lej Lejá, Bereshit, 12: 1-17: 27, sobre el viaje de Avram y familia a Canaán, el primer viaje a Egipto, regresan, concibe a los ismaelitas y nace Yitzjak Avinu.


Por Adi Cangado
En la Torá se relatan tres comienzos y cada uno de estos principios es un viaje: Adam, Noé y Abraham. Entre Adam y Noé transcurren diez generaciones, al igual que entre Noé y Téraj, el padre de Abraham. Adam debe abandonar la comodidad de Gan Edén (el Jardín del Edén) y deambular por el mundo creado, encontrar semillas para alimentarse y para trabajar la tierra. Es el viaje de la expulsión, es el primer exilio de la humanidad. En el caso de Noé la metáfora del viaje queda simbolizada por el Arca, que quedará flotando encima de las aguas del diluvio hasta posarse nuevamente en suelo seco. Este es el viaje de la supervivencia y también un segundo exilio para aquella generación.
   
También Téraj abandonará su tierra natal para dedicarse fructíferamente a su negocio: la venta de figurillas o ídolos que sus contemporáneos adoraban como dioses. Procedían de Ur de Caldea y se dirigían a Canaán, pero se detuvieron en Jarán y se asentaron allí. En dirección a occidente. Pero en lugar de llegar a la orilla del mar, se quedan a mitad de su travesía. Téraj y su clan deben recorrer cientos de kilómetros desde Mesopotamia hasta el Mar Mediterráneo (Canaán), sin embargo se quedan en medio. Jarán, la «encrucijada», era una ciudad que servía como punto de encuentro para las antiguas rutas de comercio en el territorio de los hurritas. Téraj fallece en Jarán. ¿Qué razón le queda a Abram para permanecer en Jarán? La intención inicial era llegar a la tierra de Canaán, pero es Abram quien debe decidir si continúa el camino o si vuelve atrás.
Dice el Eterno a Abram: «Ve por ti mismo (en hebreo lej lejá) de tu país y de tu lugar natal y de la casa de tu padre a la tierra que habré de mostrarte» (Gén. 12:1).
Lej lejá. Ve por ti mismo. Así lo traduce el Rabí Sansón R. Hirsch, haciendo alusión a que él mismo debe emprender ese viaje, lo cual implica soledad; él debe decidir, de él depende ir o no ir. A diferencia del viaje que había recorrido de mano de su padre, este será voluntario. Él completará la ruta, por él y los suyos. En la tradición jasídica, siguiendo la obra «Ituré Torá», se traduce este lejá, «para ti», no psicológica sino espiritualmente como «hacia ti», es decir, «ve hacia ti», hacia lo más profundo de tu ser, de tu corazón y de tu alma. Rashi dice «para tu bienestar y por tu bien».
Este tercer viaje, que había iniciado involuntariamente siguiendo a su padre, lo continuará con los suyos de manera voluntaria, y será un nuevo principio. Llegarán a Canaán. Abram se convertirá en un hombre nuevo con un nombre nuevo: Abraham. Sarai se convertirá en una mujer nueva con un nombre nuevo: Sará. Este es el viaje de la conversión y en este exilio voluntario hunde sus raíces el judaísmo.
 «Y Abram fue, tal y como el Eterno le había pedido, y Lot fue con él, y Abram tenía setenta años cuando abandonó Jarán» (Gén. 12:4). «Y Abram tomó a Sarai, su mujer, y a Lot, su sobrino, y todas sus posesiones que habían adquirido, y las almas que se habían unido a ellos en Jarán, y se dirigieron a la tierra de Canaán, y llegaron a la tierra de Canaán» (Gén. 12:5).