PARASHAT HA´SHAVÚA: «SHEMOT»

Parashá: «Shemot» , Nombres, שְׁמוֹת‎ .  Exodos 1:1–6:1. Haftará sefardí: Jeremías, 1.-Darshán:  Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita


 

“Se levantó un rey nuevo sobre Egipto que
no conoció a Yosef” (Bereshit 1:8).

¿Cómo puede ser que el faraón, rey de Egipto, no hubiera escuchado acerca de Yosef, gracias a cuya vasta sabiduría Egipto se salvó de la perdición en los años de la gran hambruna, y quien reinó en Egipto y la administró en todo aspecto? Esta objeción está principalmente enfocada de acuerdocon aquella opinión que sostiene que este “rey nuevo” es el mismo faraón que le otorgó el poder a Yosef, y lo nombró su segundo en mando, pero he aquí que ahora este faraón se hizo como si no hubiera conocido a Yosef. ¿Cómo pudo olvidar tan fácilmente al hombre que lo había salvado a él y a su reino, y había logrado mantener con vida a su pueblo? En su momento, el faraón le había rendido honores a Yosef y lo había venerado sinceramente, al punto que lo puso a cargo de todo su reino, y ordenó que todo su reino fuera administrado de acuerdo con lo que dictaminara Yosef. ¿Cómo se pudo tornar su corazón en contra de Yosef y del pueblo de éste?

Además, es necesario destacar: ¿para qué la Torá vio la necesidad de recordar en esta parashá “Y murió Yosef y todos sus hermanos, y toda aquella generación”?, ¡si la muerte de Yosef ya había sido referida al final del Jumash Bereshit! Hay que entender para qué viene la Torá a recordarnos la muerte de la Tribus y de toda aquella generación. Estas inquietudes fueron citadas y respondidas por el Or Hajaím Hakadosh, y nosotros vamos a presentar nuestra propia versión, beezrat Hashem.

Nuestros Sabios, de bendita memoria, dijeron, acerca del versículo “Y los hijos de Israel se reprodujeron y pulularon… y se llenó la tierra de ellos” (Shemot 1:7), que los teatros y los circos de Egipto se llenaron de los Hijos de Israel, de modo que el faraón decretó de inmediato que su pueblo se separara de ellos (Yalkut Shimoní, Shemot 162). Se esclarece que antes de la época de la esclavitud, los Hijos de Israel ya habían descendido de su elevada posición; habían abandonado los Baté Hamidrash que Yehudá estableció por orden de Yaakov, y habían salido a pasearsepor toda la tierra, a mezclarse con las personas locales y aprender de sus actos.

Es por eso por lo que a partir de esto se puede decir que la Torá describe en estos versículos cómo se desencadenaron los eventos de lo que le sucedió a Israel en Egipto y el descenso espiritual que los llevó a ser esclavizados. “Y murió Yosef y todos sus hermanos y toda aquella generación”; es decir, aquella generación, que había vivido en la cercanía de Yaakov Avinu, y que era pura y sagrada, murió y dejó este mundo, y junto con ella, tambiéndesapareció la particularidad del Pueblo de Israel y, por ende, descendió de su nivel. Por lo tanto, se levantó una nueva generación que no se aferró a los senderos de sus ancestros, y cuyos miembros abandonaron el Bet Hamidrash, y participaron de los teatros y los circos, y se mezclaron con las personas locales. Así se cita, en el Midrash Hagadol, que el versículo quiere decir que por cuanto murieron Yosef y sus hermanos, los Hijos de Israel salieron en busca de la cultura local, y renegaron del pacto de la circuncisión, excepto la tribu de Leví, etc. Esto es lo que dice la Torá al continuar y decir:

“Y los hijos de Israel se reprodujeron y pulularon… y se llenó la tierra de ellos”,

de acuerdo con lo que describió el Midrash. La Torá continúa su ilustración de cómo se fueron sucediendo los acontecimientos que llevaron a la esclavitud en Egipto:

“Y se levantó un rey nuevo en Egipto que no había conocido a Yosef”.

“Conocimiento” implica conexión y relación. El faraón, el “rey nuevo”, había conocido muy bien a Yosef y lo respetó y veneró, pero no encontró una conexión entre la generación del Pueblo deIsrael que vivía en aquella época y el Yosef que había sido su segundo en el mando. No vio que existiera ninguna correlación entre esa generación y la generación precedente, la de Yosef y sus hermanos. El faraón había conocido a Yosef como “un hombre en el que se encuentra el espíritu de Dios”. Y cuando vio a Yaakov Avinu por primera vez, reconoció que delante de él tenía a un hombre santo cuyas bendiciones se cumplían. Por el mérito de este hombre sagrado, la hambruna desapareció en Egipto; y gracias a la bendición que Yaakov Avinu le dio, las aguas del Nilo subían con la llegada del faraón. El faraón vio que, en la época de Yosef y sus hermanos, los Hijos de Israel se recluyeron en la tierra de Goshen, lejos del resto del mundo egipcio, recogidos en sus sinagogas y Baté Midrashot. Y he aquí que ahora, la nueva generación del Pueblo de Israel pululaba por toda la tierra de Egipto, habiendo abandonado la religión de sus ancestros, y yendo en pos de los egipcios, pareciéndose a éstos y mezclándose con ellos.De aquí, el faraón llegó a la conclusión de que “una generación viene, una generaciónse va”, y la nueva generación no guardaba ninguna conexión con la “nación de Israel”.

En efecto, sus ancestros habían sido personas sagradas y tzadikim, y el faraón los veneraba y apreciaba por ello. Pero sus descendientes cambiaron el motivo de vida y el sendero que sus ancestros habían establecido para la Casa de Israel; y con ello, cortaron la continuidad. Esto es lo que implica la frase “que no había conocido a Yosef”. El faraón no conectó ni relacionó al Pueblo de Israel actual ni con Yosef ni con toda su generación. Esto produjo como consecuencia la trama para esclavizarlos y aniquilarlos —jas veshalom—. En esta circunstancia, el faraón ya no sentía veneración ni respeto por el Pueblo de Israel de la generación que le siguió a la de Yosef y, por ende, no sentía la obligación de beneficiarlos o considerarlos como parte de su pueblo.

Y he aquí que ese mismo faraón “que no había conocido a Yosef”, y que esclavizó y martirizó a la descendencia de Yosef, fue el mismo que le dio la libertad a la tribu de Leví para que continuaran sumergidos en la Torá, y los eximió de la labor. El malvado faraón vio en la tribu de Leví la continuación de Yosef y de Yaakov, y por eso, no les hizo ningún mal. Cuando vio que la tribu de Leví continuaba dedicada a la Torá, se percató de que mantenían su conexión con Yosef y con Yaakov, y a ellos sí los “conoció” y los veneró y apreció, por lo que los exentó de la esclavitud.

Aprendemos de aquí que cuando los Hijos de Israel mantienen la Torá y se dedican a ella, incluso el más grande malvado, como el faraón, líder de la kelipá y de la Sitrá Ajará, reconoce la santidad y se somete a ella. Es más, a la fuerza, él permitió la continuación de la existencia del Pueblo de Israel y la prosperidad de la santidad de ellos y la expansión de sus límites en la tierra de Egipto. El faraón, por iniciativa propia, les había otorgado la tierra de Goshen a los Hijos de Israel, que era un lugar de sustento, para que se asentaran con tranquilidad y serenidad, y se dedicaran a la Torá y al servicio a Hashem. Y cuando la santidad se encuentra con todo su vigor y toda su fuerza, la Sitrá Ajará va perdiendo poder y desaparece. Pero, por otro lado, cuando los Hijos de Israel abandonaron su sendero y fueron en pos de la cultura egipcia, le dieron fuerza a la Sitrá Ajará y le otorgaron un báculo al faraón con el cual golpearlos y esclavizarlos.

Ésta es una regla grabada en piedra, y es un fundamento para la existencia del Pueblo de
Israel para el resto de las generaciones. Aun cuando nos encontremos en el exilio, como
una oveja en medio de setenta lobos, si nos aferramos a la Torá y somos meticulosos en
el cumplimiento de las mitzvot, aun nuestros enemigos harán la paz con nosotros, las acusaciones en nuestra contra serán retenidas, y nuestros enemigos nos honrarán y nos protegerán a la fuerza. No obstante, si tratáramos de acercarnos a ellos, asimilarnos y aprender de sus actos, de inmediato, se levantarán y renovarán todo tipo de decretos en nuestra contra para alejarnos de ellos. Ésta es la bondad que Hashem Yitbaraj hizo para con nosotros, para conservar nuestra eternidad y nuestra particularidad como pueblo de Hashem en los años de exilio.

“Porque no abandonará Hashem a Su pueblo, ni a Su heredad dejará”,

aun cuando nos encontremos en el nivel de “pueblo”, Él no nos abandona, para así devolvernos a Él y redimirnos, pronto, en nuestros días.