PARASHAT HA´SHAVÚA: «VA´ERÁ»

Parashá: וָאֵרָא, Va´erá, Apareció.  Exodo  6:2–9:35.  Haftará sefardit: Ezekiel 28:25–29:21. Darshán:  Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita


“Y os sacaré de debajo de la carga de Egipto

y os salvaré de la labor de ellos; y os
redimiré con brazo extendido
y con juicios grandes, y os
tomaré para Mí como pueblo”
(Shemot 6:6-7).

Nuestros Sabios, de bendita memoria, nos enseñaron que estos versículos contienen cuatro lenguajes de redención; y en el Midrash Lékaj Tov, se cita una alusión acerca cómo se contraponen estos cuatro lenguajes de redención a los cuatro méritos que tenían los Hijos de Israel, por medio de los cuales merecieron ser redimidos de Egipto. Éstos son: no cambiaron su idioma, no cambiaron sus vestimentas, no revelaron su secreto ni anularon el cumplimiento del berit milá (‘circuncisión’).

Nuestros Sabios, de bendita memoria, le dieron una gran importancia al hecho de vestir las mismas prendas que vistieron nuestros ancestros para la conservación de la tradición. Este mérito —el hecho de que no cambiaron sus vestimentas— estuvo del lado de los Hijos de Israel a tal punto que merecieron ser redimidos de Egipto. Y debemos meditar y comprender cuál es la grandeza de esta virtud, y cuál es la importancia que tiene la forma de vestir, que, después de todo, es algo externo y no es parte intrínseca de la persona. ¿A qué se debe que la Torá le haya dado tal importancia a la apariencia externa?, ¿y cuál es su fuerza por cuyo mérito fueron redimidos nuestros ancestros de Egipto?

Cuando meditamos acerca del tema de la vestimenta, veremos que el tema de la “vestimenta” surgió ya desde el incidente con la serpiente de antaño en la época de la Creación. Antes de aquel pecado, Adam y Javá deambulaban sin vestimenta, como dice el versículo (Bereshit 2:25):

“Y estaban ambos desnudos, el hombre y su esposa, y no se avergonzaban”.

Después del pecado de haber comido del Árbol de la Sabiduría, el versículo (Bereshit 3:7) dice:

“Y fueron abiertos los ojos de ambos y supieron que estaban desnudos, y se cosieron una hoja de higuera, y se hicieron unos cinturones”.

La Torá nos dice que, antes del pecado, la persona no sentía la necesidad de llevar vestimenta; después del pecado, la vestimenta se convirtió en una de las necesidades básicas del individuo, imprescindible para toda persona con raciocinio. Si profundizamos aún más, encontraremos que hay una contradicción entre el estatus de la vestimenta antes y después del pecado. Después del pecado, comprendemos que el hombre necesita de vestimenta debido a la importancia de su nivel elevado como ser pensante. Cuanto más importante sea la persona, más importante y respetable deben ser las ropas que la cubren, las cuales representan su estatus. Pero, por otro lado, las personas bajas y viles, que se desprecian a sí mismas, andan a medio vestir —Hashem yerajem—; y si descendemos un nivel más, tenemos que los animales, carentes de pensamiento, andan completamente desnudos. He aquí que antes del pecado estaba de más todo eltema de la vestimenta y el recubrimiento del cuerpo; es más, antes del pecado, debido a la grandeza del nivel de Adam y Javá, ellos no tenían necesidad de vestimentas, pues el nivel elevado de Adam, su importancia y virtud eran los que provocaban que no tuviera necesidad de estar recubierto. Entonces, a simple vista, hay una contradicción entre el antes y el después del pecado, en lo que
respecta a la vestimenta.

Para dilucidar el tema, podemos decir que el hombre fue creado de forma completa,a semejanza del Creador, con cualidadesrectas y características puras; perfecto en lo que a la perfección respecta, tanto en alma como en cuerpo, con pureza prístina y libre de todo mal. Y antes del pecado, la Inclinación al Mal no podía dominar al hombre; toda fuerza del mal en el mundo era externa al hombre. Después del pecado, la inmundicia y la escoria le fue inyectada al Hombre por medio del incidente de la serpiente, y la Inclinación al Mal obtuvo el permiso de introducirse en el hombre y de gobernar sus deseos y su voluntad.

Debido a ello, antes del pecado, cuando el hombre mismo estaba completo y libre de todo mal, no necesitaba de vestimenta, porque la vestimenta es un recubrimiento, una ocultación; y cuando el cuerpo está completo y el alma, pura, no hay qué cubrir u ocultar.Ciertamente, también antes del pecado, existía la Inclinación al Mal como una criatura más— la serpiente de antaño—, y no era parte del hombre ni de su voluntad, sino, más bien, era algo externo, algo que podía tratar, externamente, de incitar al hombre y hacerlo tropezar. Y, como contraparte de la Inclinación al Mal externa, Hashem Yitbaraj creó la Torá, la fuerza que somete a la Inclinación al Mal y protege al hombre de la influencia de ésta. Pero después del pecado, cuando la Inclinación al Mal recibió permiso para entrar en el alma del hombre, y ser parte interna de él, la esencia del hombre pasó a ser una esencia mala, por sus deseos y voluntades materiales y terrenales. Entonces, surgió la necesidad de la vestimenta para cubrir el cuerpo, que es donde residen los deseos, y para ocultar esa parte animal, que es la parte material del hombre, y así dominar a su Inclinación al Mal.

Ahora se puede explicar la contradicción. ¿Cómo puede ser que antes del pecado, debido a la gran importancia de Adam y Javá, ellos no tuvieron necesidad de vestir ropas, pero, después del pecado, debido a que se internalizaron en ellos el conocimiento entre el bien y el mal, fueron diferenciados de las
demás criaturas, y sintieron la necesidad de recubrir sus cuerpos? Antes del pecado, su nivel elevado radicaba en el hecho de que no se les había adherido el menor rastro del mal, y eran prístinamente puros; por ende, no había cabida para vestir ropas. Todo el tema de la vestimenta corresponde al mundo material, pero en el mundo espiritual no tiene lugar; pues, ¿acaso los ángeles tienen vestimentas? Y después del pecado, cuando la inmundicia se introdujo en su ser, ellos sintieron la necesidad de vestir ropas para someter la maldad residente en el cuerpo.

Las naciones del mundo han tomado el tema de la vestimenta y han tergiversado su propósito verdadero. Cuando la vestimenta externa es inmodesta, ello aumenta el deseo, la culpabilidad y la impureza en el mundo. Las naciones del mundo han tomado la vestimenta —que se supone que debería cumplir una
función modesta en el hecho de que cubre a la persona de forma recatada (con lo que somete a la Inclinación al Mal) y eleva el alma y el espíritu—, y la utilizan para embellecer y resaltar el cuerpo, e incrementar el deseo. De aquí, la gran importancia que la Torá le dio a la vestimenta de los judíos, y el gran elogio que implica el hecho de que nuestros ancestros en Egipto fueron alabados por no haber cambiado su forma de vestir. La vestimenta judía es distinta de la vestimenta de los no judíos, no solo por su estilo o su forma, sino por el principio imbuido en la esencia de su función. El Pueblo de Israel en Egipto conservó su estilo de vestir, para diferenciarse del enfoque y el pensamiento de los egipcios, en lo que respecta a la vestimenta y su propósito. Por el mérito de que no cambiaron su forma de vestir, y eran
prominentes allí, el Pueblo de Israel fue apto para ser llamado el Pueblo de Hashem, que en el futuro habría de heredar la Torá, y por ello, fueron rescatados de Egipto.

Recuerdo que mi honorable padre, ziaa, por cuarenta años, no atravesó la puerta de su casa, y cuidó de su vista, manteniendo sus ojos puros y sagrados. Nunca sudó ni exudó algún mal olor de su cuerpo, pues mientras más el hombre santifica su cuerpo, se convierte en algo espiritual, que no responde a las leyes materiales de la naturaleza.