PARASHAT HA´SHAVÚA: «VA´ETJANÁN»

Esta semana,  parashat «Va´Etjanám» (וָאֶתְחַנַּן‬ , Supliqué) en  Deuteronomio 3:23–7:11. Moisés suplica poder cruzar el Jordán y , ante la negativa divina, recuerda a los hebreos el decálogo de los preceptos y reza «Shmá ,Israel». Una de las parashot más importantes de todas, pues encierra la esencia del judaísmo.



A partir de 9 de Av se suceden siete Shabatot de consuelo hasta Rosh Ha´Shaná. Litúrgicamente esto se materializa -valga el oxímoron-  de la siguiente forma: la lectura de la  Haftará  – la conclusión (del Shabat) – versa siempre sobre  pasajes proféticos de consolación.  En el primero de estos siete Sábados de consuelo, que es el de esta semana –Shabat Najamú, Sábado de Reconfortación-  es especialmente dado al regocijo -cánticos y danzas y manjares hasta poco antes de Shajarit.

¿Y esto a qué es debido?

El motivo no  es  tanto por haber dejado atrás el duelo de tres semanas de 9 de Av como porque,  en esta semana,  se lee una de las parashot más fundamentales de todo el ciclo anual: en ella, se nos narra cómo Moshé Rabenu, con humildad, asume que Ha´Shem no le permite cruzar el río Jordán -cruzar hacia la gran gesta de llevar el Arca a su emplazamiento definitivo, su lugar eterno, él que fue rescatado de un río, que cruzó un mar y ahora no podrá cruzar el otro río. Moisés sabe que es el fin, la conclusión, la haftará. Por tanto da un discurso al pueblo en el que, como buen patriarca que es, se despide de su liderazgo rememorando el decálogo de Sinaí y enalteciendo la UNICIDAD -el monoteísmo- de lo que llamaremos judaísmo.

Pero no obstante, la misericordia de Adonay todavía tiene un consuelo para Moshe Rabenu.

¿Y cuál fue el consuelo de Moisés?

Le fue ordenado lo siguiente:

«Sube  a la cima de la Pisgá (literalmente: cima) y alza tus ojos de  oeste a  norte y de sur  a este,  y observa con tus ojos, puesto que no cruzarás el Jordán» (3:27).

Es entonces cuando (Midrash Rabá 11:10) Moisés suplica quinientas quince veces le sea permitido pisar la Tierra Prometida.  ¿Y de dónde aprendemos que Moshé rezó en este momento 515 veces?

 ‘(…) Supliqué –Va´atjanán–  en ese momento, diciendo (…) …’ (Devarim 3:23).

La respuesta la tiene el estudio de la guematría : ‘Va´etjanán’, Supliqué ( Vav consecutiva, esto es, conjunción copulativa más futuro traduce por pretérito indefinido sin conjunción) equivale en su conjunto  a la cifra de 515.

¿Pero por qué Ha´Shem no levanta la pena impuesta a Moisés incluso tras tanta rogativa?

Según el Talmud -tratado de Rosh Ha´Shaná– las oraciones de súplica, las plegarias, sólo se hacen efectivas el Día del Juicio. Pero además, Moshé Rabenu , con esta aparente frustración, realmente está realizando el último acto de su misión divina: con una humildad sobrecogedora, obedece a Ha´Shem -como cuando la terrible prueba del sacrificio de Isaac….Moisés asume no poder cruzar el río;  y sin más obedece y sube a la cima -la cima de su misión- para mirar, observar, contemplar y luego contar de generación en generación, hasta el día de hoy,  lo que ha visto:  memoria colectiva del pueblo de Israel para no apartarse de lo que El ha dicho y lo que nosotros hemos escuchado.

Consciente de que su labor ha terminado, o está a punto de concluir -de donde haftará, conclusión- Moshé Rabenu habla al pueblo por última vez y lo hace con un discurso en el que  recapitula lo esencial,  lo escrito en la Tablas de La Ley  y además proclamando la unicidad del D-os de Israel frente al politeísmo pagano de los pueblos circundantes.

Cuando Ha´Shem habló en el Sinaí, una de las peculiaridades es que Su Voz no tenía eco. Moisés, al recordar al pueblo que lidera cuál es su Constitución, su Carta Magna, su Hoja de Ruta, su Torá, no es divino, es un humano, pero no un humano cualquiera: su voz tiene eco,  un eco eterno, inacabable,  eso sí, que alcanza incluso estas palabras que estamos leyendo para recordarlo tantas veces haga falta, como si son quinientas quince veces seguidas.

Sólo así subimos -nos  elevamos-  a la Pisgá, a la cima.

Y como colofón de ese eco -ese sonido que reverbera- se impreca a Israel que escuche –Shmá, escuha!- que escuche que aun haciendo quinientos quince Becerros de Oro, Adonai es UNO, que aunque el pueblo se aparte más de quinientas veces de todo lo que ha escuchado su unicidad es indivisible y es  lo que hace de Israel un pueblo único.

De ahí que en este Shabat  Najamú leamos en la Haftará -la conclusión , el pasaje de los Profetas que se lee al irse el Shabat, que en esta ocasión es Isaías, 40 : 1-26- el consuelo hacia Sión:

Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano  Adonai  por todos sus pecados.