PRINCIPIO Y FIN DE LA JUDERÍA DE LUCENA

Breve reseña de lo que conocemos de la llama Perla de Sefarad, en referencia a las joyas intelectuales que aquí se crearon.


Lucena, a la misma distancia de Córdoba que de Granada,  antes de ser andalusí, fue tartesia y turdetana  -medio fenicia y medio cartaginesa y medio romana. E incluso, en tiempos de los visigodos, territorio vándalo asdingo y hasta parte de la bizantina provincia de Spania. Algunas fuentes valoran la posibilidad de que sea real que sus primeros habitantes fueran parte del contingente que habría llegado a la Península Ibérica tras la destrucción del Templo de Salomón, pues no todos los israelitas  fueron deportados a Babilonia cuando lo de Nabuconodosor, sino que el pueblo llano quedó en Jerusalén y huyeron a Egipto tras el asesinato de Gdolías. No obstante, esto tiene muchas interpretaciones que no tienen ahora aquí cabida. (Como la polémica filológica de su nombre)

El esplendor histórico -documentado-  no llegó sino cuando, a principios del S VIII, llega a la Península Ibérica la invasión omeya y, luego, entre 929 y 1030,  en época del califato cordobés,  crean la cora de Cabra; este distrito, como los demás de los omeyas, será fragmentado en las llamadas taifas, que no son sino un debilitamiento que acabará con el triunfo de los cristianos.

Lucena -o, en árabe hispánico, Al-Yusana- después del califato pertenece a la taifa de los granadinos Banu Ziri y rivalizará con Córdoba para  ser el epicentro cultural y teológico del elemento hebreo en el mundo andalusí. En el califato, ese centro principal del judaísmo había sido Córdoba, cuando el visir y médico de Abdel Ha´Rajmán III, Jasdaí ibn Shaprut, tenga en mente el proyecto de convertir Córdoba en una ciuda mas bella y sabia que Roma y Constantinopla juntas. Pero después,  la vida judía cobra valor intenso en Lucena, donde su famosa academia talmúdica mantiene relaciones epistolares con los dos grandes centros de Babilonia, Sura y Pumbedita, en aquella época bajo la era rabínica de los Gaones. Y de aquí sale la primera noticia histórica de la existencia de  los rabinos y sabios lucentinos: los gaones -era rabínica entre fines del S VI y principios del VII hasta el S XI- son los presidentes de las comunidades judías en Babilonia tras las eras rabínicas de composición del Talmud y también los directores de las dos yeshivot de Sura y Pumbedita. Los jajamím de Lucena mantuvieron correspondencia epistolar -el género de las responsa- con Natrunay Gaón, que ostentó el cargo a partir del año 858, con lo que podemos inferir que en el S IX en Lucena había perfectamente establecida una judería dispuesta a conocer en profundidad La Mishná. Es más, Natrunay escribe que «en Lucena habitan muchos israelitas y ningún gentil». Esto parece indicar como si la ciudad fuera una especie de república hebrea dentro de la administración islámica del emirato de Córdoba ( 756 y 929 ), absorviendo a los judíos cordobeses en el califato, hasta ser todo brutalmente arrasado en 1148 con la invasión bereber de los almohades. Rabí  Menahem ben Aaron ibn Zeraj, que en 1328, con la matanza de los judíos de Estella (Navarra) pasó a vivir en Alcalá de Henares y Toledo, afirmaba en sus escritos que toda la ciudad estaba poblada por judíos, algo de lo que también se hizo eco el historiador musulmán Al Idrisi en la época de las taifas. 

Y aunque la yeshivá de Lucena estuvo primero dirigida por el poeta  Ibn Gayat (que falleció en Córdoba) todo ese proceso de consolidación de la judería lucentina como epicentro del talmudismo de la Península Ibérica tiene un líder indiscutible: HA´RIF: R. YITZJAK BEN YA´AKOV ALFASI -el de Fez, fallecido en Lucena en 1103, a los 90 años; el rectorado de la yeshivá lo heredó R YOSEF BEN MEIR HA´LEVÍ IBN MIGASH, discípulo suyo desde su Bar Mitzvá (13 años)

No todo eran cielos azules sin nubes. Abd´Allá  ben Buluggin (1073 -1090), último rey de la dinastía de los Banu Ziri,  encomendó a un bereber de los  zenetes,  muy valeroso, llamado El Royo, el gobierno militar de Lucena. Pero luego lo desterró, sustituyéndolo por Ibn Maymún, que se llevó consigo a la ciudad unas bandas de extranjeros que usaba para ejercer su yugo contra los judíos. El rey zirí impuso a los hebreos el pago de un fuerte impuesto de capacitación -takía- El tesorero de Abd´Allá, el judío granadino Abu´l Rabi, muy rico,  tenía una casa que tuvo que abandonar para la contrucción de la muralla. Los obreros encontraron allí una copa llena de monedas de oro, parte de la riqueza enterrada del judío. El rey mandó que trajeran desde Lucena  al hijo del tesorero , pues había encontrado la forma ideal para sufragar la construcción de la muralla. Pero este judío resulta que era el yerno de Ibn Maymún, y en tanto que gobernador de Lucena impidió que el hijo del tesorero fuera a ver al rey ziri en Granada. De hecho lo que hizo fue contarlo todo a los judíos lucentinos para instigarlos a un levantamiento general al grito de «Sed enérgicos, hijos de Israel, defenden vuestros bienes». El rey mismo encabezó las tropas que se acercaron a sofocar la rebelión de los judíos de Lucena, aunque rey y gobernador acabaron entendiéndose y todo cesó (Cantera Burgos, Sfarad, enero 1953) 

Pero la cosa no acaba ahí: cuando a prioncipios del S XII cae la dinastía zirí, con la llegada de los crueles almorávides, un funcionario cordobés recordó al emir de Córdoba,  Yusuf ben Tashufim, que en tiempos de los ziries los judíos de Lucena habían hecho una promesa: abrazarían la fe islámica si acabado el s V de La Hégira no había venido El Mesías. Los musulmanes sólo cedieron en su empeño de convertirlos cuando los judíos ofrecieron al emir una enorme suma de dinero a cambio de no cumplir aquella promesa de sus antepasados. Y así consta en las crónicas musulmanas de un cronista tunecino en el que se basa la Historia de los Judíos de España de Levy Provenzal.

Pero los almorávides no tuvieron piedad. En 1148, arrasaron Lucena de raíz y destruyeron aquel enorme centro de sabiduría talmúdica. Desconocemos si se pudo recuperar de alguna forma, no queda rastro de nada, apenas el eco tradicional de la ubicación exacta  de la sinagoga mayor  -en el nº 4 de la calle Condesa Carmen Pizarro (antes calle del Mesoncillo) en donde  hoy se levanta un edificio de estilo renacentista…

Sí quedó lo más sagrado de lo material: el camposanto hebreo, recuperado en las inmediaciones de la ronda sur de la ciudad,  en tiempos contemporáneos. Pero eso es harina de otro costal, de otro artículo. Y en lo abstracto, en el recuerdo, en la cultura sefardí, la conciencia de que la localidad había sido foco difusor de las enseñanzas que luego aprovecharon Ha´Rambám o Yosef Caro, piedras angulares de la era rabínica de los rishoním, «los primeros» (en estudiar el Talmud fuera de Babilonia y sus yeshivot de Sura y Pumbedita)

Bibliografía:

  • Cantera y Burgos, F. (1953). La judería de lucena. Sefarad, 13(2)