RABI DAVID ABUJATSIRA

 Sobre las trágicas circunstancias en las que un  gran rabino marroquí  se reunió con sus padres en 1920.


 El 14 de Kislev del año 5680/1920 no fue un Shabat cualquiera en Tafilaleth, Marruecos. Fue el día en que se reunió con sus padres r David Abujatsira, hijo de Mesod Abujatsira, hermano del Baba Sali. También es la fecha en que el judaísmo recuerda la hilulá de Reuvén, el hijo de Yaakov.

 Rabí David Abujatsira nació en el año de 5626/1866, en la localidad marroquí de Tafilálet, al norte del Sahara, llorada en la famosa kiná de Ibn Ezra por su destrucción en tiempos del radicalismo islámico de los almohades. 

 Tras la muerte de su padre, en 1908, sucedió a su primogenitor en el liderato espirtual de la comunidad judía de la plaza. Aunque antes de que pasara un año delegara en algunos familiares algunas competencias de su rabinato. No era un hombre para la vida pública. De hecho, entre 1909 y 1914 vivió por decisión propioa confinado en un desván con su yerno, dedicados a los ayunos intermitentes y la oración perpetua, sólo interrumpida por el estudio profundo de las esferas cabalísticas y el mar de La Torá. A pesar de padecer numerosas enfermedades, fue padre de ocho hijos y una chica.
Pero aquel Shabat de diciembre de 1919, cuando acababa la Gran Guerra,  todo cambiaría. Incluso para el rabino.
Tras el Oneg Shabat -la primera colación sabática de las tres prescritas- r. David se retiró a su habitación, que dada su humildad compartía con un estudiante que aprendía con él a navegar por el Talmud.

-¿Qué estudiaremos esta noche?– preguntó el alumno, en medio de la luz lúgubre de la estancia.

El rabino le contesto:

-Toma el libro y estudiaremos donde lo abras.

El discípulo tomó el libro que estaba sobre la mesilla de noche -«Sefer Hakavanoth» de Arizal. El alumno, obedeciendo al maestro, lo abrió por un página  al azar y llegó así al capítulo que trata de los secretos del » Shemá Israel «, la oración más importante del judaísmo rabínico.  Se  sumergieron en este estudio toda la noche de Shabat, hasta que el sueño los rindió.

Al día siguiente, a plena luz del día de Shabat, el líder rebelde Ben Kassem,  jefe del clan de  los Mazuza, cabila situada al sur de Melilla, dio la orden de reunir a todos los judíos de los alrededores, incluidos  ancianos y  niños. Todos los judíos, asustados,  acudieron  al lugar convenido,  excepto el rabino David. A él nadie le había advertido de la orden…

Los judíos temblaban de miedo cuando se encontraron frente a soldados armados y con la  espada desenvainada. Ben Kassem ordenó a los judíos que se alinearan en filas y al frente de cada uno de ellas ordenó que se apostara uno de sus secuaces.

Entonces el tirano exclamó: «-¿Están todos los judíos aquí?

-Si ! — le respondieron al unísono.

-Entonces, ¿dónde está tu Rabino?–preguntó el déspota.

-No ha venido  porque es un hombre santo que no sale de su habitación.

Ben Kassem envió inmediatamente a unos soldados para apresar al rabino David הי»ד en su casa. Lo encontraron vestido con un Talit y estudiando la Mishná. Fue apresado y sin quitarse el Talit llevado a la presencia de Kassem.

– «¿Por qué escribes cartas a los cristianos infieles para que regresen a Tafilaleth?–le preguntó.

-¡Sería negligente si hiciera tal cosa! –respondió el rabino.

-¿Estás intentando engañarme?–gritó el tirano;  y seguidamente dio la orden de ejecutarlo de inmediato, junto con dos notables ricos de la ciudad: el rabino Ytzhak ben Shimon  y su hijo el rabino david הי»ד.

Entonces los judíos comenzaron a gritar: «¡Maestro nuestro! ¡Moriremos en tu lugar!»

Con voz tranquila, el rabino David les respondió:

–«Es mejor que uno muera para salvar al mayor número».

El rabino Yitzhak y su hijo lo siguieron, con  ojos llorosos y un corazón feliz: ¿no tenían el mérito de morir por la «santificación del Nombre», en compañía del santo Rabí David, su maestro?

Las comunidades de Tafilaleth lamentaron la trágica prueba que les sobrevino. La noticia llegó a todos los pueblos de Marruecos y todos pronunciaron discursos fúnebres. Pero el duelo se sintió particularmente en la Familia Abujatsira, y especialmente en los familiares del Baba Sale זיע»א,  unido en  estrechos lazos con su hermano mayor. Durante siete años consecutivos se  mantuvo el duelo; pero  en la semana en que caía el aniversario de su asesinato , desde el Sábado por la noche hasta el viernes siguiente  por la noche, quedó sin comer ni beber.

El séptimo año, sin embargo, vio a su hermano en un sueño y abandonó el luto. El aniversario de su muerte  entonces se convirtió en un día de «Hilula», de enaltecimiento (de laalot, subir, ascender)