SANTIAGO DE COMPOSTELA, VÍA DE ESCAPE HACIA LA LIBERTAD

  Eduardo Martínez Alonso ,  gallego y médico de la embajada británica en Madrid y espía del m16,salvó la vida  de miles de judios por la ruta de Vigo-Portugal. Por Raquel Fernández.


La clave Embassy es el título de una historia conmovedora de Eduardo Martínez Alonso, el médico gallego que salva a miles de perseguidos por el nazismo durante la II Guerra Mundial. A partir del campo de refugiados de Miranda de Ebro, los perseguidos siguen la ruta del noroeste que deriva en dos ramales, uno hacia Vigo hasta alcanzar Portugal y dos, hacia Santiago para descongestionar el primero y no levantar sospechas. Para ello recibían la complicidad y colaboración de gallegos anónimos, red que organizó el médico vigués Eduardo Martínez Alonso y respalda la embajada británica en Madrid. El doctor Lalo se juega la piel ante la Gestapo, cura durante cuarenta años en la Cruz Roja sin cobrar y muere declamando a Rosalía de Castro. Se sabe, siete décadas después, porque Patricia, su hija, levanta las alfombras y nos muestra a los 339 judíos polacos de Miranda de Ebro como prueba irrefutable de la cólera del mal.

En 1986, mientras desmantelaba el piso familiar del madrileño barrio de Chamberí, la antropóloga social Patricia Martínez de Vicente encontró un pequeño cuaderno en cuya portada aparecía el año 1942. Se trataba del diario, escrito en inglés, de su padre, el médico vigués Eduardo Martínez Alonso, quien trabajó para la Cruz Roja hasta la fecha de su muerte, en 1972. «Este cuaderno fue el remate de todo lo que yo sospechaba», dice Martínez de Vicente, autora de La clave Embassy –editado por la Esfera de los Libros- una mezcla de novela histórica y ensayo donde cuenta la historia de su familia, que colaboró secretamente para el servicio de inteligencia británico.

 

Eduardo Martinez Alonso  y Patricia Martínez Vicente, con su hija. 

Miles de perseguidos por el nazismo, indocumentados, apátridas y judíos (polacos y checos en su mayoría) fueron rescatados por el doctor Martínez Alonso, quien expidió certificados médicos falsos, creó la ruta de evacuación desde el campo de concentración de Miranda de Ebro a Vigo e incluso cedió su casa en Galicia para acoger a los fugitivos en su huida hacia Portugal. El hecho era ignorado por la antropóloga hasta sus 40 años, cuando descubrió el diario y pasó a investigar informaciones contenidas en sus páginas. Con la ayuda de su madre y rebuscando documentos oficiales en los archivos ingleses sobre la II Guerra Mundial durante nueve años, Martínez de Vicente descubrió, por ejemplo, que el salón de té Embassy, uno de los centros sociales más elegantes de Madrid, también era el lugar de encuentro de numerosos agentes y cooperantes de los servicios secretos de Gran-Bretaña.

«Mi madre nunca me contó nada hasta que yo descubrí el diario. Pero siempre me pregunté por qué nací en Londres, aunque mi abuelo, diplomático, estuviera sirviendo en Gran-Bretaña en la época», comenta Martínez Alonso. Sus padres huyeron de la Gestapo en 1942 a Londres, después de su boda, con la excusa de que iban de «luna de miel» a Lisboa, para después establecerse en Inglaterra, donde se quedaron los años siguientes. El salón de té (un punto estratégico entre diversas embajadas europeas en Madrid), su propietaria, la holandesa Margarita Taylor, y el padre de Martínez Alonso son los tres protagonistas del libro, que contiene diversas fotografías y reproducciones de decenas de documentos que ayudan a contar la historia.

También Margarita Taylor recibía diversos amigos en su casa («siempre por la noche», detalla la autora), que estaba en el mismo edificio de Embassy, y les ayudaba a parecer presentables, para que pudiesen pasar por el salón de té sin llamar la atención.

Un agente secreto con bata y fonendoscopio. Eduardo Martínez trabajaba para la Cruz Roja británica como médico en funciones. Un puesto en la organización que le permitió llevar a cabo una heroica labor humanitaria con aquellos refugiados indocumentados (judíos, apátridas y perseguidos de la Gestapo) a quienes les atribuía complejísimos apellidos polacos de fallecidos. En plena Segunda Guerra Mundial y en una España de posguerra, Lalo se codeaba a su antojo por Madrid gracias a su reconocido estatus y a su supuesta postura objetiva ante el conflicto ideológico. Se podría definir como un señorito burgués que ejercía la medicina sin vínculos dudosos con la Segunda República.

El «doctor Lalo» -así le dicen los amigos- visita cada fin de semana el campo de refugiados de Miranda de Ebro como médico de la Embajada británica. Enfermedades, penuria y una recomendación expresa: pasar la plancha hirviendo a las costuras de las prendas para abrasar a los piojos. La red de evasión del noroeste va desde Miranda, Aranda del Duero, Redondela, Vigo, Guillarei y Tuy, y en ella el doctor no solo cura, alimenta, documenta y traslada a los refugiados en ambulancias de la Cruz Roja, en coches de bandera y matrícula diplomática y en taxis, con la recomendación al chófer de ocupar el maletero con dos apátridas, sino que, además facilita a la organización su finca de A Portela, en Redondela.

Las misiones del doctor Martínez comenzaron tras las visitas al campo de concentración de Miranda de Ebro, donde el Gobierno de Franco recluía a quines llegaban a España ilegalmente, huyendo del III Reich. Lalo atendía a estos reclusos, atestiguaba en los partes médicos que estaban enfermos y posteriormente, para evitar contagios, los trasladada a Madrid, amparados por la matrícula diplomática del vehículo que empleaban. Después de pasar por los bajos del Embassy o el piso de la dueña, el destino era la finca gallega del doctor «La Portela», situada en Redondela (Pontevedra). Allí llegaban tras recorrer el trayecto Madrid-Vigo en el maletero de un coche. Allí pasaban la noche. En el embarcadero de la finca esperaba un grupo de marineros vigueses, que llevaban a los judíos hasta Portugal o hasta naves británicas fondeadas en alta mar. Luego el médico, certificaba sus muertes.

Y en estas que el «doctor Lalo» sugiere una ruta alternativa a la de Vigo: Santiago de Compostela, por ser un centro turístico. Sin embargo, su verdadera trama comenzaba en el número 12 del Paseo de la Castellana, en Madrid. Un afamado salón de té en el que se reunían importantes miembros de la jet set del momento, así como agentes secretos de los servicios de inteligencia británicos, donde se compartían charlas acompañadas de una taza de té.

Enbassy, el enigmático salón del té. Margaret Kearney Taylor llega a España en 1928 y se instala en Madrid, dispuesta a abrir un lugar de reunión donde tomar té con pastas al estilo inglés. Embassy abre sus puertas en el Paseo de la Castellana en 1931 en manos de la regencia de la ya conocida popularmente como Margarita Taylor.

Aprovechando la posición neutral de España durante la Segunda Guerra Mundial, Madrid se convierte en un auténtico centro de espionaje entre los bandos contendientes y es en el salón de Embassy -concretamente en el sótano- donde discurre uno de los momentos más relevantes en la liberación de los refugiados del conflicto bélico. Eduardo Martínez, como importante miembro del servicio secreto británico en España, coordinaba con Margarita Taylor las «idas y venidas» de los perseguidos por el nazismo. Éstos entraban por la puerta de atrás hacia el sótano donde comían, se duchaban y se vestían con elegantes atuendos para pasar, a la mañana siguiente, por el selecto y distinguido Embassy repleto de personalidades diplomáticas.

Los refugiados huían en coche con sus falsas identidades a Pontevedra, donde pasaban la noche en la casa familiar de Lalo. Su abuela, al ignorar quiénes eran sus invitados, solía comentarle a su nieto: «¡Qué callados son estos amigos tuyos, pero cuánto comen!». Horas después los amigos sigilosos habían desaparecido sin dejar rastro, cruzando la frontera hacia Portugal, a través del río Miño.

El número de perseguidos a los que personas como Eduardo Martínez salvaron la vida se desconoce con exactitud, debido a que los agente secretos evitaban quedarse con cualquier tipo de documentos o papeles que pudiesen delatarles.

Chivatazo a la Gestapo (1942). En 1942 Eduardo Martínez huye a Inglaterra en plena luna de miel, después de que la Gestapo sospechase de su labor clandestina. Su mujer, quien acababa de descubrir qué hacía su marido, se mudó junto a Lalo a Londres, a pesar de no hablar prácticamente la lengua anglosajona. Ahora bien, era de vital relevancia que memorizara un código en caso de emergencia, el cual la viguesa apunta «al pie del sonante».

Eduardo Martínez continúa colaborando como agente secreto desde Inglaterra, esta vez mano a mano con el Ministerio de la Guerra Británica, mediante el envío de medicamentos a la embajada española. Parecía que la policía secreta de la Alemania nazi había perdido la pista del doctor. Sin embargo, a pesar de que a día de hoy no existen pruebas al respecto, el propio dictador Francisco Franco sabía quién era y qué hacía exactamente el distinguido médico vigués.

Aunque los rescates se produjeron entre 1940 y 1944, Martínez sólo participó en los salvamentos durante los dos primeros años. La fuga obligada del doctor junto con su esposa, aparentando una luna de miel en Lisboa, camino de Londres, cerró la etapa de esta apasionante historia real tanto por los vestigios materiales que han sobrevivido al tiempo como por las condecoraciones oficiales que atestiguan la veracidad del hecho. Una gestapo excesivamente entrometida en los asuntos de España al amparo de las simpatías del régimen de Franco marcaron el fin de la labor humanitaria.

Fin de la guerra. Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, el matrimonio Martínez regresa a España con su secreto y una hija recién nacida para comenzar una nueva etapa. Lalo, quien siguió trabajando como médico para la Cruz Roja, fallece en 1972 y casi 35 años después su única hija, Patricia Martínez de Vicente, descubre la historia más enigmática y recóndita que había guardado su familia, plasmando en su libro La clave de Embassy cada dato, detalle y confidencia de aquel médico español que salvó a miles de perseguidos por el nazismo: su padre.

Una historia anclada en el silencio. El casual hallazgo de una manuscrito de su padre reveló a Patricia Martínez de Vicente esta insólita y desconocida historia, hace más de 20 años. A pesar de que ni su madre ni su padre le habían hablado jamás de lo ocurrido hacía 60 años atrás, la curiosidad de esta escritora la llevó algún tiempo más tarde a iniciar una investigación minuciosa que dio su primer fruto en 2003 con la publicación de Embassy y la inteligencia de Mambrú. Churchill nombró embajador a hoare en el país más estratégico de Europa

España, ¿se comporta durante la primera parte de la IIGM como un país ocupado por el III Reich? «Desde el punto de vista legislativo me parece exagerado», matiza Patricia Martínez. «Otra cosa es que luego Franco utilizara esas armas políticas para favorecer sus verdaderos intereses. Pero tampoco dio la espalda a los aliados, ni mucho menos. Que se llevara con discreción, como se ve en los documentos desde 1940, fue una buena táctica británica, pero aquí mangonearon unos y otros sobre todo lo beneficioso que suponía la neutralidad española».

Otro pasaje de alto voltaje fue la tirantez entre Churchill y el embajador Samuel Hoare. «Vino a regañadientes a España. Hoare llevaba un carrerón diplomático y bajar de escalafón como embajador en Madrid no le convenía. Pero Churchill lo quiso mantener en España por ser el país político y geográfico más estratégico de Europa en la IIGM. Hillgarth tenía línea directa con Churchill precisamente por su cargo, y hasta he dudado muchas veces si el embajador se enteraba de todo lo que hablaban entre ellos. Mi padre fue uno de los principales eslabones, incluso uno de los principales ideólogos humanitarios. La embajada británica en Madrid reunió a lo largo de toda la IIGM unos personajes de una calidad humana fuera de lo común, que fue lo que posibilitó sacra adelante la delicada labor de conjunto exclusivamente humanitaria».

Al estallar la Guerra Civil, el doctor Martínez Alonso se presenta en la Cruz Roja, lo mandan para el bando republicano y luego se va al nacional. «Yo describo a mi padre como un afranquista convencido. Que entonces significaba más que ser apolítico. Era un español deseoso de que se terminara tanta guerra, tanta muerte. De ahí que el parapeto de la Cruz Roja, en ambos bandos, le sirvió de mucho. Simpatizaba con la reina Ena y Alfonso XII, era un romántico, muy al estilo británico».

 

Seis mil españoles gaseados por decisión de Serrano Suñer

La escritora nacida en Londres confiesa haber buscado los vacíos de información para llenarlos de coherencia. «En Mauthausen (y otros campos) los nazis retuvieron a más de diez mil españoles, mano de obra esclava, murieron la mitad (…) El franquismo confinó al destierro a los republicanos por indeseables que dudaban entre regresar a España (la cárcel) o luchar en las trincheras extranjeras (la muerte),

En los documentos aparecen miles de muertos, seres humanos ignorados, estadísticamente desaparecidos. ¿El convenio hispano-alemán de 1940 autoriza la persecución y ejecución de españoles indeseables? «Sí, por decisión de Serrano Súñer particularmente, pero seguro que no fue el único interesado en ese primer gobierno franquista». En Vigo, el doctor Martínez Alonso certifica la muerte de centenares de judíos y se juega su título de Medicina por falsificar los partes de defunción. Es decir, para gasear a 6.000 españoles hace falta que alguien ordene el genocidio y firme los «exitus»: «Fue una connivencia de los nazis alemanes y los fascistas españoles en el poder».

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