SARAH COPIA SULÁM

Nota biográfica de una de las primeras escritoras hebreas de las que tenemos conocimiento, injustamente olvidada.


En la Serenísima República de Venecia, año de 1516, cuando muchos hispano-hebreos acababan de comenzar en Italia la diáspora sefardí, el Papa decidió confinarlos en el que sería el primer gueto del mundo. Justamente cien años después de aquella expulsión ibérica, en 1592, nacía en ese gueto una niña a la que llamaron Sarah.

Su padre, comerciante floreciente, es Simón Copio. Su madre, Rebeca, llamada Rica. Tendrán otras dos hijas, todas hermosísimas,  y que educan esmeradamente : teología, filosofía, música, astrología, literatura italiana y rabínica; además,  griego, latín,  español y hebreo.

Desde joven se dio a los versos, en especial los sonetos, en boga en la época  de los cuales conservamos catorce. En sus temas hay una clara tendencia hacia dos grandes nombres de la historia antigua: Aristóteles y Flavio Josefo.

Se casó  con Jacob Sullam (escalera, en hebreo) , que también era dado a las artes, como buen renacentista burgués. Abrieron un salón donde recibían a lo más granado de la cultura veneciana.

En 1618, tuvo conocimiento de una obra de teatro que , al leerla, la conmovió. Su título, «La Reina Esther». Su autor, Ansaldo Cebà,  genovés, poeta y cristiano. Sara y Ansaldo comenzarán un idilio romántico que sólo tuvo lugar vía epistolar, sin jamás llegar a tener un encuentro real  y sin que nos haya transcendido si el marido era sabedor y consentidor de aquellas cartas de inflamadas frases concupiscentes. El poeta en realidad quería convertirla al cristianismo, pero ella nunca tuvo la menor intención de secundar la propuesta con que él la rondaba: morir como católicos para estar juntos en el cielo. Quizás por esto Cebá publicó en 1623 cincuenta de esas cartas. Las de ella jamás vieron la luz.

Mientras tanto, uno de los asiduos al Salón Literario de los Sullam, Baldassare Bonifacio,  escribió un tratado titulado Immortalità dell’anima (Sobre la inmortalidad del alma) que según el autor mismo fue escrito porque la anfitriona  le había comunicado en confidencia que no creía en la inmortalidad del alma. Esta era una acusación muy grave,  en su época manifestar semejante opinión era un crimen de que podría haber  derivado  en un proceso de la Inquisición. Pero Sara, valiente, replicó con una obra titulada Manifesto di Sarra Copia Sulam hebrea Nel quale è da lei riprovate, detestata l’opinione negante l’Immortalità dell’Anima, falsemente attribuitale da SIG. BALDASSARE BONIFACIO, (Manifiesto de Sara Copia Sulam, una mujer judía, en el que refuta y desaprueba la opinión que niega la inmortalidad del alma, falsamente atribuida a ella por el signor Baldassare Bonifacio) El Manifiesto fue dedicado a su amado padre, quien murió cuando ella tenía 16 años. En este trabajo defendió sus puntos de vista, y atacó a Bonifac. Y envió copia a Cebá. Muchos de los maestros y amigos que pululaban por su salón no volvieron más.

Sarah falleció el quince de febrero  de 1641, z´´ l.