SER JUDÍO

“¿Quién es judío?” En la Torá (llamada Biblia o Pentateuco), un israelita es el hijo de un padre israelita. Posteriormente se definió a un judío como “el hijo de una madre judía” o “aquel que se convierte al judaísmo”. Hoy en día, la mayoría de los judíos seguimos esta definición por línea materna, aunque en la corriente igualitaria también es judío el hijo de un padre judío (si bien se debe criar al niño como judío).

Somos un pueblo pequeño, unos quince millones de personas repartidas por el mundo, con un compromiso apasionado con nuestra herencia y con los roles que los judíos deben desempeñar en el mundo.

La vida judía se vive a través de la familia y la comunidad. Para garantizar nuestra continuidad y vitalidad, la comunidad judía exhorta a que los matrimonios se realicen entre los propios miembros de la comunidad y la mayoría de los rabinos no realizan bodas interconfesionales, dado que si un judío desea casarse con un no judío, éste último tiene la opción de convertirse.

Se sabe que los judíos no evangelizamos ni practicamos el proselitismo, pero las personas que adoptan la historia del pueblo judío como propia, proclaman su fe en Dios, afirman su voluntad de vivir como judíos, aceptan el destino y desean ser parte del futuro del pueblo judío, son bienvenidos como judíos.

Los judíos nos organizamos de muchas maneras, creando instituciones de servicio social, federaciones filantrópicas, organismos de defensa judía, grupos de cabildeo a favor de Israel y una gran cantidad de grupos sociales y recreativos. Muchos ciudadanos judíos de Israel, cumpliendo el servicio militar, trabajando la tierra y siendo constructores productivos de la patria judía, ven su vida en Israel como el cumplimiento de su responsabilidad judía.

Hay judíos viviendo en todos los continentes, hablando docenas de idiomas. Hay judíos blancos y negros, morenos o chinos. Algunos judíos se cubren la cabeza, en tanto que otros no lo hacen; algunos respetan las leyes del kashrut, en tanto que otros las consideran anacrónicas. Los judíos somos más “seculares” que la mayoría de los otros colectivos religiosos, dado que la abrumadora mayoría de judíos celebramos  una buena cantidad de festividades y eventos del ciclo de vida y por ello sólo una minoría asiste a la sinagoga en forma habitual.

Los judíos estamos en desacuerdo sobre muchas cosas, ya sean las políticas de gobierno del Estado de Israel; en cómo se debería manejar su sinagoga o institución judía. Sin embargo, la mayoría de los judíos sabemos por lo menos algo de hebreo, y todos los judíos nos orientamos hacia Jerusalén, en el centro de Israel, cuando rezamos.

Tenemos la consciencia de que “todos los judíos son responsables uno por el otro”. Y también una enseñanza poderosa según la cual se espera que los herederos de Abraham y Sara sean socios de Dios en hacer el bien, como Dios declaró: “Porque Yo lo he conocido (Abraham), a fin de que mande a sus hijos y a su casa después de él, para que guarden el camino del Señor, haciendo rectitud y justicia; para que haga venir el Todopoderoso sobre Abraham lo que ha dicho acerca de él” (Génesis 18:19).

El judaísmo no se inscribe dentro de las categorías religiosas, étnicas o nacionales que habitualmente identifican a la gente. El judaísmo incorpora religión, cultura, historia, idioma, tierra y misión. Cualesquiera sean las circunstancias singulares en diferentes épocas de la historia, en Israel y en la Diáspora (que incluye a los judíos del mundo, de todos los continentes), la mayoría de los judíos estuvimos unidos por un sentido de pertenencia a un pueblo.

Tenemos la convicción de que entre  los judíos de todas partes hay lazos inextricables de compromiso mutuo y obligación de familia ampliada, que deriva de milenios de experiencia judía y la creencia de que compartimos un destino común.

La pertenencia a un pueblo es más que un lema para los judíos. Expresa un profundo sentido de solidaridad entre los judíos de la Diáspora, y entre ellos y sus hermanos israelíes. Israel representa el retorno al hogar espiritual después de 2.000 años en situación errante y exilio. Por ello los judíos que viven en la diáspora sienten un apego fundamental a Israel, más allá de una mera afinidad ideológica por un estado democrático hermano. Y dadas las condiciones históricas de la creación de Israel después del homicidio masivo de seis millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial, la creación del Estado de Israel juega un rol casi de redención, una respuesta poderosa al sufrimiento del Holocausto.

La antigua enseñanza judía de que todos los judíos somos responsables uno por el otro implica un fuerte imperativo para la acción. Israel, su tierra, cultura, idioma, instituciones y pueblo son un recurso primordial para los judíos del mundo, proporcionando a los judíos de todas partes un sentido vital de pertenencia a un pueblo y confianza en sí mismos. La Diáspora, en toda su diversidad y con todas sus capacidades materiales, culturales y políticas, es un recurso importante para Israel, mediante el cual Israel recibe sustento y ejerce una influencia sobre un plano mucho mayor que sus exiguas fronteras.

Algunos judíos se considerarían religiosos, otros seculares; algunos son creyentes y otros se dicen agnósticos o ateos. Para otras comunidades de fe, un ateo judío parece ser una clara contradicción, pero tiene sentido para la mayoría de los judíos. Todos somos parte del pueblo judío y herederos de textos, tradiciones y valores ricos en significado. Ser judío se refiere a tener una memoria que es tanto colectiva como personal. Cada Pesaj (Pascua), la festividad de la liberación de Egipto, se les dice a los judíos que en este preciso momento, cada uno está obligado a recordar que fueron esclavo en Egipto y que acaba de ser liberados. Compartir un pasado judío y un destino judío une a todos los judíos. Para muchos, la esencia de lo que significa ser judío es la historia e identidad común, más que la creencia.

Bendecidos por vivir en una era de creciente libertad, en la cual el pluralismo, los derechos humanos y la democracia son valiosos, los judíos contemporáneos estamos totalmente incorporados a la vida civil y política de los países en los que vivimos. Esta participación es resultado de muchos factores, tanto religiosos como históricos. Los judíos hemos sido una minoría en muchos países a lo largo de la historia, y se identifican con otras minorías. Como la democracia y una sociedad pluralista son el entorno más sano para los judíos y otras minorías, nuestra comunidad continúa promoviendo dichos valores y luchando contra cualquier mayoría que busque imponer su voluntad sobre otros. Y debido a la opresión que vivimos bajo la dominación de otras religiones, los judíos tendemos a ser fuertes partidarios de la separación entre iglesia y estado que proteja a todas las comunidades de la coerción religiosa.

Una sola generación separa a los judíos del Holocausto, la destrucción a manos de los nazis de seis millones de judíos. Por lo tanto, la frase más poderosa que se escucha en la comunidad judía es: “¡Nunca más!”. Nunca más sufriremos como lo hicimos durante la Segunda Guerra Mundial, y lucharemos por proteger a nuestro pueblo, dondequiera que esté, al tiempo que defendemos al Estado de Israel. “Nunca más” también nos ordena servir como testigos del sufrimiento de otros, para que nunca más un pueblo sufra como lo hicimos nosotros a manos de los nazis.

Todo esto ayuda a explicar por qué las organizaciones judías trabajan arduamente luchando contra el prejuicio y la crueldad, y en pos de una propagación aún mayor de libertad para todos los pueblos, aquí y en el exterior. Existen muchas organizaciones, como el American Jewish Committee (una de las más antiguas) comprometidas con la defensa de los derechos de los judíos y la seguridad del Estado de Israel y que a la vez que busca abrir canales de comunicación con socios de diversas etnias, nacionalidades y religiones para trabajar juntos y crear un mundo mejor. Esperamos que quienes lean esta publicación aprendan sobre nosotros y se nos unan como conciudadanos comprometidos con las palabras del profeta Amós:

¡Buscad el bien, y no el mal, para que viváis!…

Brote el juicio como aguas (de manantial)

Y la justicia como corriente poderosa. (Amós 5:14, 24)

 

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