SUCOT EN JEBRÓN EN 1853

 

Historia de una viajera inglesa que a mediados del S XIX fue invitada a celebrar la fiesta de Sucot con los sefardíes de Jebrón.



 A finales de 1853, la artista Miss Lucy Matilda Cumbley vio cumplido su sueño de adolescencia: conocer la Tierra Santa. En ese viaje -el viaje de su vida- realizó unos bosquejos del paisaje y el paisanaje y los exhibió en Londres, con la pertinente descripción, que no eran sino párrafos de las cartas que envió a sus amigos y notas que apuntó en su diario de viaje. Pero la cosa fue a más y en 1860 salió a la luz un libro titulado «Colinas y llanuras de Palestina», con 28 ilustraciones de su propia creación, una joya no sólo desde el punto de vista artístico sino también etnográfico, pues nos muestra de forma muy fidedigna cómo era lo que hoy, tras el triunfo del sionismo, llamamos Ha´Yeshuv Ha´Yashán, El asentamiento antiguo. Algunas descripciones y apreciaciones son muy curiosas -propias de una dama inglesa de la época- como por ejemplo que la comunidad judía de Jebrón es muy pobre pero muy devota, y más limpia y ordenada que la de Jerusalén.

 Por aquel entonces, el Imperio Otomano estaba inmerso en su proceso de modernización, pero el sanjato de Palestina no era para ellos una prioridad, sino un lugar abandonado , que sobrevivía de la agricultura minifundista, y que sólo poseía dos pequeñas ciudades: Jerusalén y Jebrón.

  Cuando la viajera y artista llega a Jebrón, quiere visitar el barrio judío y un árabe la lleva a casa de una familia sefardí donde se encuentra, en primer lugar, que la madre de la familia está enseñando a coser a las hijas. Señala que la casa está muy limpia , que las hijas están bien vestidas, pero que sus cabellos están desordenados.

Fueron muy amables y respondieron a todas mis preguntas. La mujer era judía española. Después  habernos sentado juntas durante un rato, me invitó a ir a ver a su madre: me alegré de esto, ya que deseaba ver tantas familias como pudiera, y así poder juzgar mejor su condición. De camino hacia el lugar,  miré hacia otras habitaciones, todas las cuales encontré muy limpias; la madre estaba en  una habitación de buen tamaño, con alfombras y cojines alrededor:  la habitaban   un hombre y su esposa con sus hijos; parecían muy superiores a los judíos de Jerusalén; todos con los que hablé fueron muy amables y me pidieron que me sentara, pero como no disponía de mucho tiempo, seguí a mi conductora hasta la casa de su madre; allí descansé.  Se colocaron cojines alrededor de la parte elevada de la habitación. Mi anfitriona estaba haciendo pasteles y era una mujer inteligente y muy agradable. Pronto descubrí que conocía a algunos de mis amigos judíos en Jerusalén, así que tuvimos una larga charla y le di las últimas noticias sobre ellos. La habitación estaba muy ventilada y daba al campamento y  (el edificio de ) la cuarentena del pashá  Había muchos libros ; le pregunté a su marido qué eran. Me dejó mirar algunos de ellos; eran en su mayoría partes del Talmud y los cinco libros de Moisés, en hebreo y español …

La familia sefardí de Jebrón, de la cual omite el nombre, invitó a Miss Cubley a que regresara a la casa el próximo jueves, como invitada a la fiesta de Sucot. Sabiendo que ella era anglicana, le preguntaron también si ahora  le gustaría ver la sinagoga. Y miss Cumbley dijo que con mucho gusto, que disponía de tiempo para ello. Cuando vio el Hejal quiso ver el interior y le dijeron que eso lo vería el jueves próximo, cuando viniera a celebrar con ellos la Fiesta de los Tabernáculos. La parojet del hejal, de seda pura, con bordados de los 10 mandamientos en hilo de oro,  había venido de La India.  Le enseñaron el midrash de la sinagoga, donde algunos judíos leían y escribían; el rabino la invitó a sentarse -sin problema alguno por el mero hecho de ser mujer  gentil- y el rabino, que no sabía inglés, le dijo que tenía algunos libros que quería saber de qué trataban. UN diccionario, una gramática, libros en latín que él pensaba que era en español muy antiguo o italiano. El rabino sólo hablaba árabe  y judeo-español.

 Al salir a la calle, Miss Cumbley percibió que la situación de los judíos jebronitas era mejor que los de Jerusalén. Y todos con los que habló  insistieron en que regresara el jueves para Sucot.

Justo cuando me iba, escuché que alguien llamaba: «¡Señora Cubley, Señora Cubley!» (sic)  Cuando miré a mi alrededor, vi a Noemí, una judía a quien había conocido en Jerusalén.

La señora Cumbley tuvo un contratiempo. Cuando preguntó a qué hora era la ceremonia a la que estaba invitada, le dijeron que a la una. Y ella pensó que a la una del mediodía. Pero era a la una del horario turco, que era a las siete de la mañana del horario occidental. Así que la señora Cumbley se perdió el rezo de Shajarit, pero no obstante hizo caso omiso a la hora y fue a la judería. La habían estado esperando durante una hora. Y le dijeron que volviera (a la sinaoga)  el Shabat.

Las mujeres estaban todas vestidas con sus mejores galas; algunas vestían sedas de Damasco, con hermosos adornos de oro en la cabeza, pendientes y brazaletes; de hecho, era un gran contraste con la pobreza de las judías en Jerusalén.

Fue entonces cuando Miss Cumbley descubrió las sucot en la calle, llenas de gente que salían a ofrecerle dulces exquisitos preparados para la ocasión. Mientras tanto, se encontró con Noemí. Una mujer estaba totalmente encantada porque Miss Cumbley había conocido a su hija, que vivía en Jerusalén (La alegría era en realidad por saber que estaba viva, que la pandemia no la había matado)

El Shabat, la señora Cumbley asistió a Shajarit en la sinagoga. Las mujeres no entraban, escuchaban el rezo a través de las ventanas. El hebreo velocípedo de los orantes le resultó a la inglesa como la corriente de un río. Pero llegó a identificar palabras como Amén, Hoshana, Aaron Ha´Cohén. Quedó fascinada cuando sacaron los Sifrei Torá, que habían sido escritos en Bagadad, y su tik, su carcasa, de plata, era una donación de judíos de Europa. Y cuandxo acabaron de leer la Parashá de la Semana, se realizó una boda!!!

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