¿POR QUÉ SUKOT ES LA FIESTA DE LA ALEGRÍA?

La importante fiesta de Sukot tiene un significado de alegría. Te explicamos por qué.


El calendario hebreo no es una aglutinación de fechas que de vez en cuando tiene festivos, sino que es un todo lógico, consecutivo, y consecuente, que puede entenderse desde distintos planos concéntricos: el agrícola -que suele ser el primero, porque tiene que ver con el tiempo-, el teológico, -que se genera cuando el paso del tiempo produce reflexiones al respecto de las cosas- y el histórico -que atiende a los eventos que han ido ocurriendo en ese tiempo durante esas reflexiones. Cuando estos tres factores convergen en uno, se crea la fiesta.

Por lo anteriormente dicho, la fiesta de Sucot -una de las tres efemérides anuales en que se peregrinaba a Jerusalén para ofrecer en el tiempo los frutos del trabajo del campo –Shloshet ha’ Regal’im– hay que abordarla desde el calendario: la primera peregrinación es Pésaj, en primavera, cuando comienza el año astronómico para Israel; la segunda es Shavuot, que es la fiesta del comienzo de la siega en los campos; y la tercera es Sukot, también llamada de la Cosecha, porque es cuando termina la temporada de la recolección y la vendimia. Ahora bien, este ciclo tiene dos extremos paralelos: tanto Pesaj como Sucot son las dos únicas fiestas ordenadas en La Torá que duran un moed de siete días , siendo el primero y el último días, Yom Tov (Día Bueno, esto es, fiesta de guardar).

Es más : Va´Yikra, 23 (Levítico, 23) especifica el momento exacto del comienzo de esa celebración nacional:  exactamente, el plenilunio del mes séptimo, el  de thisrey, es decir, quince días después de Rosh Ha´Shaná y cinco después de la cúspide festiva del judaísmo: Yom Kipur.

Ya sólo esta fecha nos indica alegría: Rosh Ha´Shaná –el principio del ciclo espiritual- es un momento de preparación a la introspección personal que culmina con Yom Kipur, la ponderación de tus actos y el sellado de esa ponderación.  Y esas fiestas tienen lugar, al menos para Isarel, en el hemisferio norte, al final del verano, cuando el Hombre ha recogido la cosecha y por tanto tiene tiempo de dedicarse no a lo material –el sustento- sino a lo espiritual –la esencia. Pero esto es muy obvio para todos. ¿entonces,  por qué nada más acabar Kipur llega una fiesta que es tan alegre y que está tan íntimamente ligada a símbolos terrenales donde nos hablan de arenas de desiertos y cabañas, de vegetales y frutos y de otras cosas propias del globo terráqueo como puede ser el agua? ¿Qué tiene que ver todo eso con la alegría?

Sencillamente, con la cosecha recogida – Sefer Dvarím: “cuando recojas de tu cosecha y de tu lagar”-  y cuando el alma apaciguada  tras el evento crucial de  Kipur, sólo queda alegrarse por poder gracias a haber podido ser sacados de Egipto y disfrutar de las bondades que El Eterno ha dispuesto para los Hijos de Israel en el camino  metafórico de la leche y la miel. De ahí emana, como el agua del manantial de Shiloaj, la alegría de Sus hijos, de la Tierra Prometida: la de arriba -la teológica y espiritual-  y la de abajo – la terrenal y agrícola.

¿Y entonces, por qué recordar que nuestros ancestros moraron en cabañas y por qué unir ese recuerdo a la alegría? En las lenguas semitas hay una raíz , סכ»ך, (samej, kaf, kaf sofit) que refiere siempre al acto de cubrir (y sus derivados, que de aquí viene sojnut, agencia, como la Agencia Judía, que cubre las necesidades de los olím) También de ahí viene la palabra Suká, que traduciremos, pues, por cobertizo (mejor que por cabaña) ya que en la Suká la palabra refiere a la cobertura, a la techumbre -sjaj (recuerden que kaf suena Kaf y Jaf) Hay una cuantas páginas en el tratado de Suká al respecto de qué tipo de techumbre ha de ser, con qué tipo de ramas se ha de hacer. La principal mitzvá es que puedas ver el cielo a través de las ramas que has puesto como cobertura de tu suká.

¿Y esto por qué?  Porque esas cabañas transitorias, eco de las cabañas que  durante cuatro décadas usaron los isarelitas tras salir de Egipto  –y esto también es digno de entendimiento: significan el amparo divino que cubrió a los israelitas de la intemperie llamada libertad ; y en el acto de  acción de gracias por la vida se recuerda,  también,  no sólo de dónde viene uno,  sino también la protección absoluta que el judío disfruta a cambio de ser elegido para ser obrero de la santidad del Eterno.

Pero al igual que en esos cuarenta años de errabundez desértica hay dos momentos ligados directamente al agua –símbolo general de la vida y el sentimiento- esos dos saltos de lo líquido (al principio el Mar Rojo y al final el Río Jordán) se unen a toda esa tierra que da cidras y palmas, mirtos y sauces –porque , al igual que el lulav se trenza perfectamente,  la existencia del Hombre está trenzada perfectamente por El )

Quizás de ahí venga la acuática  ceremonia  de suma alegría de la  Simjat Beit Ha´Shoevá que se celebraba en el  Templo de Jerusalén y que de algún modo se revive  hoy en los crepúsculos  de Jol Ha Ha Moed –los días intermedios entre los dos primero festivos de Sukot y sus dos últimos- cuando los judíos se alegran en grupo por toda esta acción de gracias.

El Manantial de Shiloaj –Siloé- era de donde se sacaba  el agua –shoevát ha´máim- donde cuatro cohaním –como las cuatro décadas por el desierto-  tomaban un cántaro de aceite para iluminar Jerusalén mientras una orquesta de levitas amenizaba la ceremonia con shofar y flautas, arpas y liras, incluso cantando, mientras se hacían juegos malabares con  antorchas para regocijo general. Al canto del gallo, cesaban de bailar;  los cohanim,  a ritmo de shofar,  descendían hasta el Manantial, recogían el agua  y regresaban al Templo  para realizar  el sacrificio de la mañana –Shajarit. Sobre las cenizas del mizbeaj –altar- se vertía el agua del manantial, que discurría mezclada con vino, mientras se soplaba el shofar y se tañían las arpas y el pueblo se enardecía en una alegría que habían estado esperando hasta no poder dormir bien las noches previas.

Y entonces, en esa alegría líquida y terrestre, al final de los siete días de fiesta –los dos últimos son fiesta- llegado Shminí Atzeret (La Octava Asamblea) se rezaba la plegaria por la llegada de la primera lluvia, ese agua divina que lo hace fructificar todo, esgrimiendo en la mano los lulavím en símbolo de gratitud por el Creador del Jag Ha´Así, la fiesta de la Cosecha; los lulavím están compuestos de símbolos terrestres que tienen que ver con el agua: el sauce, por ejemplo, sólo crece a la vera de los ríos ( su aspecto decaído no es porque sea  un árbol sin fruto, sino porque sus ramas buscan el agua) Y es para esta época, día arriba, día abajo, cuando cae la primera y siempre deseada  lluvia bendita  sobre Israel. Se renueva el ciclo regando la Tierra que será fértil para una nueva cosecha. Y eso es motivo, desde luego, de alegría.

A continuación, la realización contemporánea de la ceremonia de la alegría de Beit Ha´Shoevá:

Así que por todo esto los judíos construyen sus Sukot (plural de cobertizo) e invitan a familiares y amigos a celebrar con comida y canto bajo esa techumbre divina que tiene el Pueblo de Israel, llegando los cabalistas a proponer que cada día del Jol Ha´Moed está dedicado a un invitado especial -Ushpizin, en arameo- de entre nuestros Patriarcas.

 Jag Samej U´moadím La´Simjá.