«TIRAR DE LA MANTA», EXPRESIÓN JUDEO-CONVERSA.

La expresión «Tirar de la manta», muy popular en el español de hoy en día , que  significa airear  asuntos vergonzosos y comprometedores,  no habla de ninguna manta:  habla de judeo-conversos y es el origen de una característica típica de la administración española.


Según el DRAE, esta locución verbal, tan popular, de tono amenazante, no tiene nada que ver con lo que hoy en español denominamos, primera acepción,  «manta» ( rectángulo de tela, generalmente de lana o algodón,  que sirve de abrigo en las camas ) De este término  «manta» derivan «manteca» (sebo de cerdo, como un manto grasiento que envolvía los chorizos y demás carne porcina para mantenerla comestible durante tiempo) y «mantequilla», diminutivo del anterior, pero ya de origen lácteo.

Pero no es que «tirar de la manta»  sea, literalmente, destapar lo que se ocultaba en la cama, descubrir lo que oculto bajo ese manto…

Tras la expulsión de 1492, los judíos que acataron el decreto de convertirse al catolicismo, durante los ss.  XVI y XVII,  no lo tuvieron nada fácil, ya que la mayoría de esas conversiones no eran verdaderas;  es así que , en algunos lugares de Navarra, se llamaba «mantas»  a unos enormes lienzos,  colgados en las paredes de las iglesias, en los cuales  se inscribían, bien grandes y claros, los  nombres y apellidos de familias que descendían de judíos convertidos. 

Es decir, «Tirar de la manta» significaba investigar posibles falsas conversiones, sacar a la luz presuntos orígenes de castellano nuevo -lo cual era una vergüenza que te inhabilitaba para ejercer determinados cargos públicos, por ejemplo. Si tus antepasados estaban inscritos en aquellas telas, tu futuro era otro. 

La más famosa manta fue la de Tudela, colgada en 1610 en la capilla del Cristo del Perdón y permaneció hasta mediados del siglo XIX,  que presentaba el nombre de más de doscientos «mantudos» Los nombres de los judeo conversos inscritos en ella provienen de un documento notarial de doce planas llamado “Padrón de los seiscientos y cincuenta ducados que se dan al servicio del señor Rey» , que puede consultarse tirando de este enlace.

El numero de conversiones fue tan grande que  -como en todas las casas cuecen habas– junto a la costumbre de llamar al primogénito Manuel ( de ahí que a Lavapiés se le llamará el barrio de los Manolos) para diferenciar a tantos Manolos – solían repetirse nombres y apellidos-  comenzaron a usarse en España  los dos apellidos, paterno y materno.