YEHUDÁ ABRAVANEL

Más conocido como León Hebreo: el sefardí de mayor renombre literario en el S XVI.


 A pesar de ser quien fue y de venir de la casa de la que  venía, no sabemos mucho de la vida de Yehudá Abravanel. Su familia, originaria de Sevilla, ya en el S XIV ostentaba una nada despreciable situación, pues el abuelo Samuel había sido tesorero de los  reyes  Enrique II de Castilla y Juan I. Un año después de la muerte de este monarca, sucedieron los funestos eventos de las matanzas de judíos y la destrucción absoluta de la judería de Sevilla;  la familia huyó entonces  hacia Portugal. Allí, el hijo de Samuel, Isaac, también será tesorero real de Alfonso V. Y allí será donde Isaac traiga al mundo a su hijo Yehudá.

El niño accedió a la cultura desde que nació en aquella Lisboa de hacia 1460, pues la casa de su padre -hombre cultísimo-  estaba repleta de antiguos códices y preciopsos incunables;  además,  en ella se daban cita lo más granado de las ciencias y las artes de Portugal con galantes damas cultivadas como perlas y caballeros a caballo de las letras y las armas. Por si fuera poco el saber profano, también le eran familiares los aprendizajes con rabinos de probada amplitud rabínica, capaces de explicar un versículo en tantas lenguas como dedos hay en una mano. Sin embargo, aunque todo esto no le era en absoluto indifrente, Yehudá se decantó por el estudio de la medicina: la ciencia del cuerpo.

En 1477, el rey Alfonso, ya en edad provecta,  se retiró a un monasterio  y en 1481 accedió al trono su hijo, Juan I, alias El Tirano. Lo primero que hizo fue concentrar sobre su corona todo el poder antaño repartido en la aristocracia, enemistándose por completo con la Casa de Braganza, muy relacionada con los Abravanel. Tras una serie de envenenamientos y ejecuciones, Don Isaac Abravanel y el resto de la familia regresaron a la Castilla del abuelo, para ir pasando de Plasencia a Alcalá de Henares y a Guadalajara, siempre al abrigo de su amigo y protector, el  cortesano hebreo de la corte de los reyes católicos, Abraham Senior. Yehudá llegó a Castilla con 23 años. En Castilla se casó y tuvo un hijo. Pero ese vástago -no conocemos los detalles- fue secuestrado por orden de Juan I y llevado a Portugal para desesperación del padre.

Antes de que pasara una década,  la vida para los judíos castellanos se fue degradando por completo, hasta llegar a la disyuntiva real del bautismo o el exilio. Los reyes no querían quedarse sin los servicios de Senior o de Abravanel y trataron de impedir su marcha,  pero mientras que el primero claudicó y se convirtió al cristianismo, los Abravanel no estuvieron dispuestos a abjurar de la fe mosaica . Partieron entonces hacia Nápoles.

 En el Reino de Nápoles reinaba entonces el rey Ferrante, bastardo de Alfonso V de Aragón, de Nápoles y de Sicilia, al que sirvió, así como a su sucesor, Alfonso II. Pero cuando en 1495 los franceses invaden el reino napolitano, padre e hijo se separan para siempre jamás. Isaac parte hacia Sicilia, siguiendo a Alfonso II en el destierro, para acabar muriendo en Venecia en 1505. Yehudá , que ahora ya se llama León Hebreo, parte hacia Génova, otros dicen que a Corfú. Sea donde fuere, pronto regresó a Nápoles, donde sirvió como médico del virrey español Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, enseñando medicina y astronomía en esta misma ciudad.

Por los años anteriores a la muerte de su padre, ya componía con regularidad versos. En 1504 escribió  tres poemas para loar al padre y, además,  cincuenta y cuatro versos sobre el comentario de los Profetas que  su padre había publicado. Sin embargo, su obra más importante, por decisiva y hermosa, y  que es la  que le da  fama  mundial entre los humanistas , será  Diálogos de amor; Cervantes, mucho tiempo después, dirá de ella:  “si tratárades de amores, con dos onzas que sepáis de la lengua toscana, toparéis con León Hebreo, que os hincha las medidas”.  Marcelino Menéndez Pelayo, uno de los mayores historiadores de la literatura , dice que esa obra es la más importante de todo el Renacimiento. Fue una obra que en pocos años tuvo una serie de ediciones , cuando no hacía tanto que se había inventado la imprenta. Para ser exactos, a fines del XVI llevaba 26 ediciones en varias lenguas europeas. La primera en castellano fue la que hizo en Venecia en 1568,  el Inca Garcilaso de la Vega. La Inquisición subrayó unos párrafos que deberían para su gusto desaparecer -es evidente la influencia de Ha´Rambám-  pero nunca condenó la obra en sí.

La traducción al hebreo data del S XVII, pero sólo fue publicada a principios del S XIX.

También tiene obra en hebreo:  una Queja contra el Destino (Nápoles, 1503) epístola nostálgica  dedicada  a su hijo, secuestrado y bautizado a la fuerza por el rey de Portugal Juan II donde el poeta expresa una  gran tristeza por la pérdida de su hijo.  También escribió en hebreo una solemne elegía, la Endecha a la muerte de su padre.

León Hebreo falleció en algún lugar de Italia hacia 1530.