YÓJA EN LAS KONSEJAS EN JUDEO-ESPAÑOL

El personaje literario de Yoja, ocupa un puesto especial en el mundo sefardí: es  el más emblemático de todas las narraciones orales en lengua judeoespañola.


Su nombre, tan antiguo como universal, tiene variantes significativas y tampoco hay acuerdo a la lengua materna del personaje, pues su existencia es común a todos los países mediterráneos (en el caso del mediterráneo occidental sólo a través de los sefardíes) y también común a todos los países del Medio Oriente y Asia Central. Así que en letras latinas suele aparecer transcrito como Djuha, Giufà, Joha, Goha, J’ha, Ch’ha….Desde que,  siguiendo a los turcos en su abandono de la caligrafía árabe para adoptar el alfabeto latino,  la lengua ladina adoptó la transcripción latina, aparece para el orbe sefardí como Djoha. Yója.

Es Turquía quien reclama ser su madre. Allí es conocido como Nasser A-Din Hodjá, personaje de la tradición sufí creado a partir de un personaje real del S XIII. El  lugar de origen concreto sería el pueblo de Hortu, en Sivrihisar, de la provincia de  Eskişehir  (al noroeste de la península de Anatolia) Habría muerto en la población de Konya en 1275. La supuesta tumba de Nasser a din está en Akşehir  y el «Festival internacional de Nasreddin Hodja» se celebra anualmente allí entre el 5 y el 10 de julio de cada año.

Hodjá significa «maestro», y sus andanzas servían a los maestro sufíes para ejemplificar sus enseñanzas místicas, como si de fábulas se tratara. No obstante, la gran difusión de sus historias se debe, en un primer término, a que siempre son historias divertidas, o al menos cómicas, pero que encierran sin embargo enseñanzas morales o al menos moralinas que te dejan pensando.

Pero no sólo la Turquía del S XIII reclama ser su patria -religión , nunca tuvo. También la reclama Azerbayán. Según el Prof. Mikail Bayram, habría nacido en un pueblo de Persia y habría  sido enviado a Anatolia por los califas en Bagdad para organizar la resistencia y el levantamiento contra la invasión mongola y por eso es personaje conocido en todos los pueblos que de una u otra manera sufrieron el asedio de los mongoles.

De todos modos, siempre hay que tener muy en cuenta que el corpus de historietas de Yója ha ido creciendo con el paso del tiempo, al igual que modificado de la misma manera, porque sus temas -que no sus argumentos- son atemporales, supra-cosmopolitas. No obstante el más antiguo texto conservado con su nombre es de 1571 y en turco, pero resulta sumamente familiar en las tradiciones orales persa, albanesa, armenia, azerbayana, bengalí, bosnia, búlgara, china, griega, gujarati, hindi, judeoespañola,kuda, rumana, serbia, rusa y urdu.  Para los greco-parlantes también aparece con el nombre de Efendi (también es un apellido judeo-español) que quiere decir señor, del persa A- Fenti.

Al igual que  en otras ocasiones, es un personaje identitario, simbólica, caracterizado por la ingenuidad y la astucia, la suerte y la desgracia, el esfuerzo y la indolencia, la risa y el drama, y en estas antítesis reside su éxito, cuyas historias siguen y persiguen–aunque muy debilitados– dejándose oír y  haciendo reír. Para muchos, nostalgia de un tiempo que no siempre fue mejor. Alguien dijo que el mundo sefardí habrá muerto el día que no sea capaz de acordarse de Djoha con su asno -con sus reminiscencias de Apuleyo, «El Asno de Oro» (la única novela latina que conservamos)

 

Un ejemplo de sus andanzas :

DJoha, ya de cierta edad, fue a dar un paseo con sus amigo y durante el camino empezaron a recordar  su juventud y la fuerza que tenía cada uno, cuando eran todavía muchachos.

– «Cuando yo era un joven, era más fuerte que hoy y podía caminar hasta veinte kilómetros al día, sin parar».–dijo uno de ellos.
Dijo  otro: – «Cuando yo era un muchacho, rompía un palo grueso con una sola mano».
Un tercero apuntó: – «La fuerza de la juventud no es como la de la vejez!»
>Y entonces habló  Djoha: – «¡No es verdad! Yo soy tan fuerte hoy, como cuando joven».

«¿Pero qué estas diciendo?» – dijeron  los amigos.

Y  Djoha explicó : – «Pues es la pura verdad. ¡Y puedo demos­trarlo!»

«Entonces, demuéstranos!» – le dijeron los compañeros.

Djoha se acercó a una roca grande y pesada del campo por el que caminaban. Quiso levantarla pero, por supuesto, no lo consiguió. Se volvió a sus amigos y les dijo: – «¿habéis visto; ¡aquí está la demostra­ción!»

«¡Pero  no la has podido  levantar!» – dijeron los amigos.

Y les contestó Djoha: – «¿Y créis que cuando joven lo hubiese podido hacer?»