PARASHAT HA´SHAVÚA: «BO»

Parashá: Bo, Ve (de ir) בֹּא.  Exodo 10:1–13:16. Haftará:  Jeremías. 46:13–28 Darshán: Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita


“Y será para ti como señal
sobre tu mano, y como
recuerdo entre tus ojos, con
el fin de que esté la Torá de
Hashem en tu boca, pues con
mano fuerte te sacó Hashem
de Egipto” (Shemot 13:9).

 

Hakadosh Baruj Hu le dice a Moshé que ordene a los Hijos de Israel que recuerden de forma constante el milagro de la salida de Egipto escribiendo dicho milagro en las porciones del tefilín que tienen que colocarse en el brazo y en la cabeza, entre los ojos, tal como explica Rashí: “Y será para ti como señal”; es decir, la salida de Egipto será para ti una señal; “sobre tu mano, y como recuerdo entre tus ojos” quiere decir que escribas estas porciones de la Torá, y las ates en la cabeza y en el brazo.

Se entiende de esta orden —de que todos los hombres del Pueblo de Israel se coloquen cada día los tefilín, los cuales contienen las porciones que relatan el milagro de la salida de Egipto— que con ello recordarán constantemente los enormes milagros que les acontecieron a su salida de la esclavitud de Egipto. La mitzvá de tefilín se encuentra entre las primeras mitzvot que les fueron ordenadas a Israel luego de que salieron de Egipto, debido a que esta mitzvá incrementa la percepción de la fe en la persona. Después de que Hakadosh Baruj Hu sacó a los Hijos de Israel de Egipto, lo primero que les pidió fue que tuvieran fe en Hashem y en Su siervo, Moshé, siendo que la fe es la llave y el fundamento del hecho de que el Pueblo de Israel es el pueblo elegido, pues sin una fuerte y ardiente fe, el Pueblo de Israel no tiene la posibilidad de conectarse con la Torá y estudiarla. Sólo después de que el Pueblo de Israel cree fervientemente en su corazón en el Creador, Bendito, y tiene la capacidad de recibir la Torá con ansiedad y con entusiasmo, amerita ser el pueblo elegido, el pueblo más atesorado de todas las naciones.

Existen muchas personas en el mundo que mantienen una vida de Torá y mitzvot de forma automática, pero en lo que respecta a la fe prístina y pura, ésta no se encuentra en sus corazones; acostumbran a cumplir las mitzvot sin sentimiento, como ya está acostumbrada a hacer la persona desde su niñez, y no porque creen de todo corazón que por estudiar Torá o cumplir las mitzvot se están acercando a Hashem Yitbaraj y reforzando la triple conexión: Torá, Hashem y el Pueblo de Israel (véase Zóhar, vol. 2 90b, vol. 3 4b). Ese tipo de personas se asemeja a una persona adinerada que es, de hecho, una pobre alma, ya que toda su vida se encuentra persiguiendo el dinero, las propiedades y los honores, y no le queda tiempo para disfrutar siquiera de su dinero. Ya me he encontrado varias veces con personas muy ricas que, de tantos negocios y ocupaciones, no les queda tiempo siquiera para comer, y de sus bocas surge un mal aliento, así como un pobre de la calle que no tiene qué comer.

La fe es la fuente de vida de la persona y es ella la que le provee de sentido y contenido a la vida. Si no fuera por esa fe viva y efervescente, las mitzvot de la Torá perderían su profundo sentido; y el que las cumple sin una fe básica pierde la fuente de vida y la base de la existencia del pueblo judío. Cada mañana, cuando nos despertamos, lo primero que decimos es “Agradezco delante de Ti, Rey vivo y existente, que me devolviste mi alma con compasión; grande es Tu fidelidad”. Esta breve frase se dice al comienzo de cada día, e introduce a la persona, apenas se levanta, en un ambiente de fe. Estas palabras expresan la fe en Hashem Yitbaraj, Quien cada día nos devuelve nuestra alma con compasión luego de un sueño profundo. Y como los Hijos de Israel creen en Hashem Yitbaraj, también Hakadosh Baruj Hu les expresa fidelidad, por lo que les devuelve sus almas, aun cuando no hayan cumplido con Su voluntad en el transcurso del día entero, en espera de que retornen en arrepentimiento de sus malos caminos. Un judío fiel apegado a Hashem, su Dios, debe condicionar su corazón y su mente a Hashem Yitbaraj, de forma tal que todos sus pensamientos y todo lo que su corazón anhela hacer sea consagrado únicamente a la voluntad de Hashem. La mente y el corazón van por naturaleza detrás de las cosas materiales y mundanas, pero cuando la fe arde en el corazón de la persona, ésta tiene la fuerza de dirigir sus deseos hacia las cosas espirituales y sagradas.