PARASHAT «MISHPATIM»

Parashá de esta semana, por Jonathan Sacks,  ex rabino mayor del Reino Unido y la Commonwealth.  Esta parashá, מִּשְׁפָּטִים, Leyes, es la sexta del libro del Exodo: 21:1–24:18 y se vuelve a leer el segundo día de Jol Ha´Moed de Pésaj.


 

EL EMPUJE DE DIOS

En la parashá anterior, Ytró, aparecieron los Diez Mandamientos, los principios generales, y ahora, en Mishpatím, vienen los detalles de los mismos.

Si compras un siervo hebreo, él te servirá por seis años.Pero en el séptimo año, él irá libre, sin pagar nada...Pero si el sirviente declara, ‘amo a mi amo y a mi esposa e hijos y no quiero irme’, entonces su amo debe llevarlo ante los jueces.Lo llevará a la puerta o al marco de la puerta y le perforará la oreja con un punzón.Entonces él será su sirviente de por vida. Exodo 21:2-6.

 Esto provoca una  obvia pregunta:  ¿Por qué se comienza así ? Hay 613 preceptos  en La Torá .¿Por qué Mishpatim, el primer código de la ley, comienza donde lo hace?

La respuesta es igualmente obvia:  los israelitas  vienen de poner fin a  la esclavitud en Egipto. ¿Así pues, por qué no se abolió la esclavitud de inmediato? Debe haber una razón por la que sucedió esto, porque Di-s sabía que iba a suceder. Evidentemente, El tenía la intención de que sucediera. Siglos antes Él ya le había dicho a Abraham que sucedería:

Mientras el sol se ponía, Abram cayó en un profundo sueño, y una espesa y terrible oscuridad se apoderó de él. Entonces el Señor le dijo: «Ten por seguro que durante cuatrocientos años tus descendientes serán extraños en un país que no es el suyo y que serán esclavizados y maltratados allí» Genesis 15:12-13.

Parece que esta fue la primera experiencia necesaria de los israelitas como nación. Desde el comienzo de la historia humana, el Di-s de la libertad buscó la adoración gratuita de los seres humanos libres, pero uno tras otro  abusaron de esa libertad: primero Adán y Eva, luego Caín , luego la generación del Diluvio y después  los constructores de Babel.

Di-s comenzó de nuevo;  esta vez no con toda la humanidad, sino con un hombre, una mujer, una familia, que se convertirían en pioneros de la libertad. Pero la libertad es difícil. Cada uno  nos la buscamos por nosotros mismos, pero se la  negamos a otros cuando su libertad entra en conflicto con la nuestra. Esto es tan verdad que con  las tres generaciones de los hijos de Abraham, los hermanos de José estuvieron dispuestos a venderlo como esclavo: una tragedia que no terminó hasta que Judá estuvo dispuesto a renunciar a su propia libertad para que su hermano Benjamín pudiera ser libre.

Tomó la experiencia colectiva de los israelitas -su profunda, íntima, personal, abrumadora y amarga experiencia de esclavitud – un recuerdo que se les ordenó nunca olvidar- para convertirlos en un pueblo que ya no convertiría a sus hermanos y hermanas en esclavos, sino en un pueblo capaz de construir una sociedad libre:  el más difícil de todos los logros en el ámbito humano.

Por lo tanto, no sorprende que las primeras leyes prescritas después del Sinaí se relacionaran con la esclavitud.

Hubiera sido una sorpresa si hubieran estado hablando de otra cosa. Pero ahora viene la verdadera pregunta. Si Di-s no quiere la esclavitud, si la considera una afrenta a la condición humana, ¿por qué no la abolió de inmediato? ¿Por qué permitió que continuara, aunque de forma restringida y regulada? ¿Es concebible que Di-s, que puede producir agua de una roca, maná del cielo y convertir el mar en tierra firme, no puede cambiar el comportamiento humano? ¿Hay áreas donde el Todopoderoso es, por así decirlo, impotente?

En 2008, el economista Richard Thaler y el profesor de derecho Cass Sunstein publicaron un fascinante libro  titulado «Nudge»  (Empuje) En él,  abordan un problema fundamental en la lógica de la libertad: Por un lado, la libertad depende de no sobre-legislar. Significa crear un espacio dentro del cual las personas tienen derecho a elegir por sí mismas.

Por otro lado, sabemos que las personas no siempre tomarán las decisiones correctas. El viejo modelo en el que se basaba la economía clásica, que dejaba a las personas tomar decisiones racionales, resulta no ser cierto. Somos profundamente irracionales, un descubrimiento en el que varios académicos judíos hicieron importantes contribuciones. Los psicólogos Solomon Asch y Stanley Milgram mostraron cuánto,  nos influye el deseo de conformarnos, incluso cuando sabemos que otras personas se equivocaron. Los economistas israelíes, Daniel Kahneman y Amos Tversky, mostraron cómo,  aun cuando tomamos decisiones económicas,  frecuentemente calculamos mal sus efectos y no reconocemos nuestras motivaciones; un hallazgo por el cual Kahneman ganó el Premio Nobel.

¿Cómo se puede evitar que las personas hagan cosas dañinas sin quitarles la libertad?

La respuesta de Thaler y Sunstein es que hay formas oblicuas en las que puedes influenciar a las personas. En una cafetería, por ejemplo, se puede colocar alimentos saludables a la altura de los ojos y comida chatarra en un lugar menos visible. Puede ajustar sutilmente lo que ellos llaman «arquitectura de elección» de las personas.

Eso es exactamente lo que hace Di-s en el caso de la esclavitud. No la elimina, sino que la circunscribe tanto que pone en marcha un proceso que previsiblemente, aunque solo  sea después de muchos siglos, lleve a las personas a abandonarlo por su propia cuenta.

Un esclavo hebreo debe quedar en libertad después de seis años. Si el esclavo se ha acostumbrado tanto a su condición que desea no ser liberado, se ve obligado a someterse a una ceremonia de estigmatización, perforándole  la oreja: signo de vergüenza. Cada Shabat , los esclavos no pueden ser forzados a trabajar. Todas estas estipulaciones tienen el efecto de convertir la esclavitud de un destino de por vida en una condición temporal, y una que se percibe como una humillación en lugar de algo escrito indeleblemente en la escritura humana.

¿Por qué elegir esta forma de hacer las cosas? Porque las personas deben elegir libremente abolir la esclavitud si quieren ser absolutamente libres. El  reinado del terror tras la Revolución Francesa mostraba lo equivocado  que estaba Rousseau cuando escribió en The Social Contract que, si es necesario, la gente tendría que ser forzada a ser libre. Esa es una contradicción entre los términos, y condujo, en el título del gran libro de JL Talmon sobre el pensamiento después de la revolución francesa, a la democracia totalitaria.

Di-s puede cambiar la naturaleza, dijo Maimónides ;  pero no puede, o no quiere, cambiar la naturaleza humana, precisamente porque el judaísmo se basa en el principio de la libertad humana. Así que no pudo abolir la esclavitud de la noche a la mañana, pero pudo cambiar nuestra arquitectura de elección, o en palabras sencillas, darnos un empujón, indicando que la esclavitud es incorrecta, pero que debemos ser nosotros quienes la eliminemos, en nuestro tiempo, a través de  nuestra comprensión. De hecho,  esto llevó mucho tiempo  – en Estados Unidos, no sin una guerra civil- pero sucedió.

Hay algunos problemas en los que G-d nos da un empujoncito. El resto depende de nosotros.

© Jonathan Sacks, 2018