Una de las fechas más importantes de la Historia del Sionismo en el S. XX.
El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas realizó en Nueva York una votación cuyo resultado fue el de 33 votos a favor (EE.UU, URSS) 13 en contra y 19 abstenciones. ¿El asunto tratado? La partición en dos del territorio que entonces regía el Mandato Británico de Palestina. Un paso enorme para alcanzar en breve la re-fundación del Estado de Israel y la recuperación de la soberanía del Pueblo Judío en la Tierra de Sus Padres.
En 1922, después de que tras la Primera Guerra Mundial el Imperio Otomano fuera disuelto por completo, vencido por el Imperio Británico, la Liga de Naciones aprobó la creación de una nueva entidad política sobre la Tierra de Israel: el Mandato Británico sobre Palestina. (Se usó este nombre porque fue el que se inventaron los romanos en tiempos del muy anti-judío emperador Adriano, que también cambió el nombre de Jerusalén, llamándola Aelia Capitolina, reformando su estructura urbanística por completo para que no quedara huella de lo hebreo. A esta etapa de la historia el mundo hebreo la llama La III Guerra Judía o Revuelta de Bar Kojba)
Citando la Declaración Balfour, que afirmaba el derecho al retorno de la soberanía judía en la antigua Patria de Israel, tras el voto se señalaba que las naciones estaban de acuerdo “a favor del establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”. Si bien era verdad que sólo había un porcentaje de judíos viviendo en Eretz Israel en 1947, las naciones aceptaron los vínculos históricos de los judíos en la región tras años de anhelos por retornar a su casa, de la cual fueron expulsados por los romanos en el 70 d.e.c.
Aunque el mapa de partición asignó al Estado judío sólo una pequeña parte de nuestra tierra ancestral, la Organización Sionista y las instituciones de la comunidad judía en Eretz Yisrael aceptaron el plan por sus méritos: el pleno reconocimiento de nuestros derechos como pueblo a nuestros orígenes nacionales y un Estado soberano donde podamos, de hecho, vivir libres. Recordamos que todo esto está ocurriendo muy poco tiempo después del Holocausto nazi.
En todo el mundo, la comunidad judía estalló en innumerables manifetaciones de júbilo y regocijo. En Jerusalén, miles y miles de personas salieron a las calles para celebrarlo cantando y bailando por las calles. Pero la implementación comenzó cuando Chaim Weizman proclamó: «Ahora nuestra tarea principal es establecer relaciones de paz y armonía con nuestros vecinos árabes».
Lamentablemente, el mundo árabe no aceptó ni la partición ni ninguna propuesta anterior o posterior de partición de tierras o de paz. Y, lamentablemente, el 29 de noviembre se ha convertido en un día de aumento de los ataques anti-sionistas y ant-iisraelíes (y anti-judíos por extensión) como parte del esfuerzo continuo por demonizar e incitar al odio contra el Estado judío.
La votación de la ONU sobre la partición de Palestina tiene un gran significado histórico que de ninguna manera debe verse disminuido por el cambio de retórica o el intento de negar la importancia de lo que ocurrió. Todo judío debería saber acerca de este día y se deberían hacer todos los esfuerzos posibles para negar la guerra implacable contra la verdad de la historia.
Los 33 países que votaron a favor de la resolución 181 fueron:
Australia, Bélgica, Bielorrusia, Bolivia, Brasil, Canadá, Checoslovaquia, Costa Rica,Dinamarca, República Dominicana, Ecuador, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Guatemala, Haití, Holanda, Islandia, Liberia, Luxemburgo, Nueva Zelanda, Nicaragua, Noruega, Panamá, Paraguay, Perú, Polonia, Suecia, Sudáfrica, URSS, Ucrania, Uruguay y Venezuela.
En contra: Afganistán, Arabia Saudí, Cuba, Egipto, Grecia, India, Irán, Irak, Líbano, Pakistán, Siria, Turquía y Yemen.
Abstenciones: Argentina, Colombia, Chile, China, El Salvador, Etiopía, Honduras, México, Reino Unido y Yugoslavia. Tailandia estuvo ausente en la sesión plenaria.
El Irgún de Menájem Beguin y el Leji (conocido por sus opositores como el Stern Gang), que habían luchado contra los británicos, rechazaron el Plan de Partición. Beguin advirtió que la partición no traería la paz porque los árabes atacarían el pequeño Estado de Israel y declaró «En la guerra que está por venir tendremos que estar solos, será una guerra por nuestra existencia y nuestro futuro.