BONANADA

Historia de una judía valenciana en las intimidades de las reinas del S XIV


En el último cuarto del S XIV, en la ciudad de Valencia, que entonces pertenecía a la Corona de Aragón, vivía una judía que tenía fama de sabia. En aquella época, ser sabia no significaba ser instruida en lenguas, leyes, filosofías y otras ciencias, como la astronomía -eso era imposible para el género femenino- sino que ser «sabia» significaba que la mujer era diestra en el conocimiento ancestral de la farmacopea de las hierbas, la sanación por sangrías y, sobre todo, conocedora de los pasos a seguir en los partos: una comadrona de hoy en día, pero sin conocimientos de enfermería, sin más ciencia que la experiencia tradicional.

Esta valenciana, sabia en luchar porque la incipiente vida no fuera repentina muerte, se llamaba Bonanada.

La primera referencia histórica que tenemos de su fama y prestigio es una carta del mismísimo rey  Pedro IV de Aragón, enviada  a su hijo, el infante Juan -futuro Juan I- el 5 de octubre de 1373. En esta misiva, el monarca pide a su heredero que libere a Bonanada, presa tras haber sido culpada de la muerte de su prometida, Juana de Valois,  única hija del rey Felipe VI de Francia y de su segunda esposa, Blanca de Navarra. Esta princesa, al ser comprometida con el infante Juan, partió para los esponsales, que se iban a celebrar en Perpignan, pero en la localidad francesa de Béziers, murió. Juan culpó a Bonanada de haber recurrido a la hechicería para causar la muerte de su prometida. En la carta, Pedro IV informaba a su hijo -Duque de Gerona- que su madre, Leonor de Sicilia estaba sumamente contrariada con la imputación de la sabia porque tal injusticia estaba fundamentada en habladurías del populacho más supersticioso e incluso anti-judío. Nadie podía desde Valencia matar a alguien en Béziers. Y añadía:  «(…)  si esto fuera cierto, no habría rey ni gran señor en el mundo que no estuviera muerto». La Casa Real estaba tan conmocionada que al día siguiente, 6 de octubre, la propia reina escribe a su hijo pidiendo la liberación de la sabia para que pudiera asistir en el parto a Juana de Ampurias, hermanastra del propio Juan (hija de Pedro IV y María de Navarra) Ante tales argumentos de sus padres, Juan liberó a Bonanada.

Restituido su honor, la sabia valenciana se convirtió en indispensable de los avatares ginecológicos de las damas de la nobleza aragonesa. Por ejemplo, asistió en el parto a  Leonor de Aragón cuando dio a luz a Fernando I de Aragón, el de Antequera, el primer Trastámara aragonés.

También asistió a los partos de la segunda esposa de Juan I, Violante de Bar, que fue madre de siete hijos, aunque cinco se le murieron a muy temprana edad. Bonanada iba a donde se encontrara la reina a la hora del parto. No había otra tan buena para asegurar las vidas, tanto de las madres como de las criaturas.

No sabemos más de ella. Pero por los años en los que estuvo activa, muy posiblemente fuera víctima de la matanza de judíos cuando saquearon en 1391 la judería de Valencia.