DIEGO MATEO ZAPATA

Historia de un neo-cristiano dedicado a la medicina moderna que acabó condenado por la Inquisción.


El Primero de Octubre de 1664, o a principios de agosto según otras fuentes (Real Academia Española de la Historia) en la ciudad de Murcia, los judeo-conversos y cripto-judíos Francisco Zapata (de profesión, escribano) y su esposa, Clara de Mercado Núñez de Acosta, fueron padres de un niño al que llamaron Diego Mateo, lo que corrobora que eran judeos-conversos portugueses venidos a España cuando con Felipe II Portugal queda integrada en la monarquía hispánica. La familia, a pesar del riesgo que ello suponía a fines del S XVII en España, era judaizante; cuando el niño tenía catorce años, se vieron las caras con los implacables inquisidores, que acabaron arrestando y condenando a la madre. Al final, después de tres años de presidio en los lúgubres calabozos inquisitoriales,  sólo le confiscaron todos sus bienes -que no debían ser pocos-  y la dejaron volver a casa. En la Real Academia de la Historia dicen sin embargo que fue condenada a prisión perpetua y que la confiscación de bienes fue parcial.

Diego Mateo se formó con los clérigos de la iglesia de S. Pedro de Murcia. Pero eso no evitaba que llevara una doble vida y en casa siguiera la Ley de Moisés. De su cripto-judaísmo quedan trazas testimoniales como esta:  “… en su corazón la ley de Moisés, obrando con su madre los referidos ritos y ceremonias” (BNM, Paps. curs. mss., LIII, n.º 10.938, fols. 175-176)

Como en la casa había medios y el niño tenía aptitudes, y por consejo de un tal Diego de Miranda que conoció en la cárcel de su madre, lo enviaron a estudiar filosofía a la Universidad de Valencia. De allí sin embargo, pasó a a formarse en medicina en la Universidad de Alcalá de Henares, donde impartía calses magistrales otro converso, Francisco Enríquez de Villacorta.(que con el tiempo sería médico de cámara real de Felipe IV,)  Al final se doctoró en medicina por la Universidad de Sigüenza.  Con Enríquez de Villacorta fue con quien conoció el galenismo -en honor del célebre Galeno, que sería el eje de su quehacer en el mundo de la curación de los cuerpos.

El joven médico marchó a la Corte, en la cual desplegó actividad agotadora en su afán de darse a conocer y labrarse un futuro. Frecuentaba los más selectos ambientes profesionales y sociales, concurría a tertulias literarias y no tardó en cosechar sus primeros éxito

Como médico, era muy crítico con cierto nivel de medicina de su tiempo y escribió una obra, Verdadera apología de la Medicina racional (1690), en la que atacaba al médico de Verona radicado en Madrid, José Gazola, así como a otro médico llamado Juan de Cabriada. En realidad lo único que hizo fue condenar las prácticas medievales que ejercía la caterva de matasanos, curanderos, barberos, sangradores, cirujanos y boticarios sin título, y cuantos usurpaban la práctica del noble arte de Esculapio. Pero claro, esta calaña de medicuchos casi hechiceros eran los que seguían muchos médicos titulados, incluidos catedráticos de universidades renombradas, médicos de cámara de su majestad, jueces del Real Protomedicato y demás “permitidos homicidas del linaje humano”, como los llegó a llamar. Como se puede observar, un alma rebosante de tikún olám.

En la corte aprovechó para interceder en favor de la creación de la Regia Sociedad de Medicina y demás Ciencias en Sevilla ante Carlos II, que le otorgó ser socio fundador de la misma en 1700 y presidirla dos años después; ésta le encargó en 1701 una Crisis médica sobre el antimonio, que fue traducida al francés y suscitó no poca polémica, puesto que los galenistas se resistían a usar farmacología química.

Fue arrestado por el Santo Oficio, en Madrid, delatado por el ejército de médicos agraviados. Como era muy famoso, le trasladaron al tribunal de Cuenca,  en el año de 1721, donde las cosas podían ser más discretas. Le abrieron un proceso por judaizante, como su madre. Conoció la tortura para admitir los cargos y denunciar a los de su naturaleza, además de que se le confiscaron todos y cada uno de los bienes de su hacienda, con la condena de recibir doscientos latigazos durante un Auto de Fe público. Como bajó vivo del estrado donde le laceraron ni más ni menos que con doscientos latigazos, se le desterró durante diez años de su ciudad natal, Murcia, de Cuenca, y de la corte. Nada pudieron hacer por él sus más poderosos pacientes: los cardenales Portocarrero y Borja, el Marqués de Priego o el Duque de Medinaceli; pero sí pudo  vivir a cubierto en Madrid. Por el catálogo que la Inquisición hizo de su biblioteca, confiscada, claro está,  sabemos que por entonces contaba con unos 600 volúmenes.  El expediente, que nunca se cerró, le  incapacitaba para ocupar cátedras o cualquier otro destino público, y ni siquiera pudo revalidar sus títulos en el Real Protomedicato en razón de recaer sobre él sospecha de judaísmo. De ahí que sus enemigos le tacharan en delante de intruso e impostor.

 Su obra magna fue «Ocaso de las formas aristotélicas» que apareció -incompleta y póstuma- el mismo año de su muerte, en Sevilla, entre julio y agosto de 1745 . Esta obra fue publicada en varios idiomas, dado su éxito,  y tuvo el honor de ser prohibida por la Inquisición, que la colocó en su Index librorum prohibitorum.

 Francisco de Goya, que como sabemos no tenía ninguna simpatía por la Inquisición, le dedicó una acuarela ( vid. foto principal de esta entrada) Dicha obra fue titulada  «Zapata, tu gloria será eterna».

Bibliografía:

  • Archivo Histórico Nacional (Madrid), Inquisición. Corte, Secuestros, leg. 1884 – 2.º, n.os 3 y 13; Inquisición. Cuenca, leg. 1.931, n.º 20; Inquisición Consejo.