Recuerdo de la visita que Albert Einstein hizo a España , donde recibió un doctorado honoris causa por la Universidad Central de Madrid y visitó Barcelona y Zaragoza.
Albert Einstein, el conocido físico judío de la teoría de la relatividad, del cual el próximo catorce de marzo se cumplen ciento cuarenta años de su nacimiento, estuvo en España durante dos semanas del año 1923, visitando Madrid, Barcelona y Zaragoza, donde dio respectivas conferencias.
Y por supuesto, protagonizó en esos quince días la entonces llamada crónica social de quien “por el desgaire simpático de su traza y por su hermosa cabeza de revueltos cabellos grises, más que un pensador germano parece un artista latino”, decía El Heraldo de Aragón.
Einstein había llegado a Barcelona el 21 de febrero de 1923, en el tren de París, es decir, un año después de haber ganado el Premio Nobel, que le había convertido en una celebridad mundial. No obstante, en la ciudad condal, nadie fue a recibirle a la estación de tren. No por desaire sino por despiste: se le olvidó avisar de la fecha exacta de su llegada. Así lo cuenta un libro que hay al respecto de esta visita, editado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas ( y que nosotros os ofrecemos en pdf desde el siguiente enlace)
La invitación fue cursada por Esteve Terradas, físico, y Julio Rey Pastor, matemático y el coste de las conferencias ascendió a siete mil pesetas, que era el equivalente al sueldo de un profesor universitario de aquellos tiempos del reinado de Alfonso XIII. Pero aunque la invitación se había tramitado dos años antes, dice el biógrafo de Einstein, no pudo venir hasta el invierno del ´23, dicen que huyendo de la inestabilidad política alemana tras el asesinato del primer ministro, temiendo él ser también un objetivo del fascismo alemán.
De la estancia en Barcelona merece rescatarse la anécdota -contada en los diarios por el Gran Alberto- sobre la relativa calidez y humor con que fue acogido: en el menú de la primera cena constaba en letra gótica el s siguiente orden: Homo platonicus secundum Diogenem cum jure Michelsoniense, Malum parvum cum Doppler effectu, Fructus Galilei, Caffea sobraliensis cum spirituosibus liquoribus et vectoribus tabacalibus.
Para mediados de marzo, El Heraldo de Aragón , como no podía ser de otra manera , se hacía aún eco de la visita a Zaragoza, comentando :
“A los postres de la comida fueron sorprendidos con el obsequio de la visita de una rondalla. Dos baturricas jóvenes… cantaron y bailaron nuestro bravo y armonioso himno inmortal. Einstein… se emocionó profundamente y, abrazándola, besó en la frente a una de las cantadoras, con un gesto entre admirativo y paternal. Fue un momento interesantísimo, que Einstein quiso perpetuar, retratándose con la pequeña jotera en su regazo”.
De Barcelona pasó a Madrid, donde se alojó en el Palace, visitó tres veces el Museo de El Prado; también dió dos conferencias para explicar su teoría de la relatividad a un público entre los que se encontraban intelectuales de la talla de Ortega y Gasset, Gómez de la Serna o Gregorio Marañon. Durante los diez días que estuvo en Madrid su agenda fue apretada a más no poder, visitando la Universidad Central de la Calle San Bernardo, donde fue nombrado Docto Honoris Causa, el Ateneo o El Real Monasterio de El Escorial.
En Madrid tuvo lugar una anécdota con una castañera que refleja lo poco que el españolito de a pie conocía a Einstein entonces. Al verlo pasar, una castañera gritó : «Viva el inventor del automóvil»
Einstein en el laboratorio del dr. Rocasolano, de la Univesidad de ZaragozaEn Zaragoza impartió dos charlas en francés en el Aula Magna de la Universidad en un acto de gran relieve académico, presidido por el rector de la Universidad de Zaragoza, Ricardo Royo Villanova. Además celebró su 44 cumpleaños acudiendo al teatro y dando buena cuenta de la gastronomía maña en un convite en el Casino Mercantil; pernoctó en el hotel Universo y Cuatro Naciones, ya inexistente, en calle Don Jaime, a la altura de la plaza de Ariño.
Diez años después, el infausto año de 1933, muchas naciones quisieron dar cobijo a Einstein. En abril de 1933 el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, D. Fernando de los Ríos, da la noticia de que Einstein había aceptado hacerse cargo de una cátedra extraordinaria en un instituto de investigación, que llevaría el nombre de Albert Einstein, adscrito a la Facultad de Ciencias de la la Universidad Central de Madrid. Intervinieron en la gestión Ramón Pérez de Ayala, escritor, a la sazón embajador de España en Gran Bretaña, y A. SHALOM YEHUDÁ, doctor en hebreo de la universidad madrileña, elegido por Einstein como su portavoz para este asunto. Pero a pesar de todo, inteligente que era, optó por irse a Princeton, EE.UU. (Vid. J. M. Sánchez Ron y T. Glick en La España posible de la Segunda República (Universidad Complutense, Madrid, 1983).