EL CEMENTERIO JUDÍO DE SALONIKI

Sobre el increíble destino del mayor cementerio judío de Europa


Todos los pueblos, durante toda la Historia, han enterrado y recordado a sus muertos; pero de entre todos ellos, el Pueblo de Israel se destaca de entre todos porque, para los judíos, el asunto de la muerte va más allá de la desaparición de este mundo: fundamenta la fe mosaica con la llegada del Mesías y el Juicio Final. Profanar una tumba judía implica que la persona enterrada allí ya no podrá resucitar. Los nazis, cuando invadieron el entonces Reino de Grecia, no tuvieron problema alguno en profanar el cementerio tesalonicense: usaron las lápidas de las tumbas judías para en el camposanto excavar trincheras. Y hay testimonio de ello: en la siguiente fotografía, conservada en el Museo estadounidense del Recuerdo de La Shoá, podemos ver a un soldado del ejército británico, fotografiado por un oficial, contemplando la barbarie; en el reverso de la fotografía está escrito lo siguiente:

«Unidades indias llegaron por mar a Salónica el 11 de noviembre de 1944. Un punto fuerte alemán, con trincheras revestidas con lápidas de tumbas judías. En el fondo se puede ver el emplazamiento de hormigón contiguo a las trincheras».

Los numerosos descendientes de esos judíos allí enterrados no lo vieron -salvo muy pocos- pues esos mismos nazis los habían asesinado en las cámaras de gas de Auschwitz Birkenau. Los que habían tenido la suerte de haber huido del lugar, dejando atrás a sus muertos,  quedaban sun duda espantados cuando conocían estas atrocidades contra sus ancestros, contra el Judaísmo y contra la Humanidad en sí.

United States Holocaust Memorial Museum, cortesía de Joseph Eaton

 El cementerio, de 380 metros cuadrados, fue una de las primeras instituciones que crearon los hispano-hebreos que se refugiaron en 1492 en el Imperio Otomano. Es decir, en el momento de su profanación, tenía una antigüedad aproximada de 450 años, haciéndose imposible saber cuántos judíos fueron allí enterrados durante ese tiempo, ya que los archivos de la comunidad ardieron con todo el Gran Talmud Torá en el incendio de 1917. Algunos historiadores calculan a groso modo unos 500.000.

S Demetrio, iglesia ortodoxa reconstruida con muchas lápidas del cementerio judío

Tras el incendio, la ciudad fue sometida a una polémica restructuración urbanística (en la cual muchos judíos perdieron los solares donde se levantaban sus casas) El cementerio judío también entraba en los planes de la remodelación de Salónica, pero la comunidad judía, escandalizada, se opuso firmemente al proyecto que perturbaba el reposo de sus antepasados y la Ley; la idea de destruir el cementerio se paralizó por completo. Hasta diciembre de 1942, fecha en la que el ayuntamiento de la ciudad, pisoteado por las botas nazis, decidió destruirlo. Todavía hay algunos sitios en los que se puede comprobar que muchas lápidas fueron reutilizadas para la construcción de casas, muros de contención, incluso iglesias… Algunas lápidas se conservan en el museo judío de Salónica. Y por si fuera poco, sobre parte significativa del camposanto se levantó la Universidad de Aristóteles, (cuya facultad de Estudios Judaicos fue cerrada en tiempos de la dictadura de Metaxás). La comunidad judía jamás recibió ni un sólo drajma como indemnización del estado griego.

Los nazis, en Tesalónica, no tenían proyectada la destrucción del cementerio judío sino que, según el reputado historiador judío Mark Mazower, los nazis, en tanto que gobernadores de la plaza, dieron luz verde a una propuesta de los griegos mismos y en concreto del gobernador general de Macedonia, Vasilis Simonides y el ayuntamiento de la ciudad. A la comunidad judia se la engañó: les dijeron que las tumbas serían transferidas a otro cementerio y que las que tuvieran menos de 30 años de antigüedad serían respetadas. Lo que hicieron fue destruir todo el cementerio sin más contemplaciones. Y a la cabeza de esa destrucción infame estaba el ingeniero municipal Athanassios Broikos, al mando de 500 0breros.

Mientras se perpetraba la profanación, muchos judíos corrían entre las tumbas, suplicando a los obreros, entre lágrimas,  que se detuvieran, que tuvieran piedad. Algunas madres se desmayaban al ver cómo sacaban de las tumbas a sus familiares. Pero ya era irrevocable: el alcalde de la ciudad Giorgios Seremitis vendió las lápidas a contratistas sin escrúpulos para que las reutilizara en sus construcciones, pero muchas de ellas fueron confiscadas por los nazis para construir baños públicos y una piscina. Las que quedaron desperdigadas por el solar fueron expoliadas por la iglesia griega ortodoxa. Según la historiadora tesalonicense Rena Moljo, de la famosa librería judía de los Moljo en la ciudad, hasta en algunos parques infantiles hay lápidas hebreas, así como en bares de la zona turística de las playas de la zona de Jaldikidi. Y cuando la ciudad todavía pertenecía al Imperio Otomano, también se usaron lápidas en  el período comprendido entre 1821 y 1829 para reforzar las murallas de la ciudad, como consecuencia de la rebelión griega en el Peloponeso, a pesar de que los judíos se pusieron de parte de los otomanos.