EL ESLABÓN ENCONTRADO: HONRAR A NUESTROS PADRES

Una reflexión de la escritora Judy Lerner para ayudarnos a disfrutar del Shabat en casa de nuestros padres.


Nuestros abuelos bajaron del barco con los bolsillos vacíos y las maletas repletas, un diccionario implacable y los recuerdos del resplandor de la casa abandonada a la fuerza. Los afortunados, los que lograron saltar el mar del abismo para empezar desde cero, no tuvieron más opción, desde ese mismo amanecer, que trabajar para sustentar al cuerpo.

Sus hijos, que hablaron dos idiomas y se sentaron a estudiar en la mesa de la cocina mientras la madre lavaba los platos, estudiaron hasta donde quisieron y pudieron y muchos de ellos obtuvieron el título de ingenieros o de abogados, y le pudieron ganar la batalla al intelecto, después de haber sido desterrados y desarraigados.

Y nosotros, los hijos de los hijos, gracias al estómago lleno y a la cabeza atiborrada, tenemos la fuerza de reabrir la puerta espiritual, esa que se entrecerró cuando se construyeron sinagogas y no casas de estudio, provocando que se olvide el sentido y el gusto de la religión.

Las mitsvot (preceptos judíos) tienen la función de conectarnos con el origen. Son una cadena que nos enlaza con el punto original. La mitsvá de kibud Ha´Orím (respeto a los padres), nos conecta con nuestro origen más inmediato. Y protege ese eslabón con uñas y dientes. Sean quienes sean, nuestros padres merecen ser honrados, no por lo que nos dan o nos darán, sino por lo que ya nos han dado.

Quien no lo hace es como quien no reconoce que la flor se debe al esfuerzo de la raíz, al del tallo, al de las hojas. Es como creer que nos hicimos a nosotros mismos, como creer que de alguna manera nos hubiésemos arreglado para existir, más allá de nuestros padres.

Nuestro concepto de libertad nos incita a romper esa cadena, pero no nos damos cuenta de que, en este caso, liberarnos significa encadenarnos. Por ello debemos mantener los eslabones unidos.

En el judaísmo hay dos preceptos que establecen la relación que un hijo debe tener con sus padres y uno de ellos se encuentra dentro de los Diez Mandamientos, donde los primeros cinco relacionan al hombre con D-os, y los últimos cinco lo relacionan con su semejante. Sin embargo, esta mitsvá se encuentra dentro de los cinco primeros. ¿Por qué? Sin duda es un clásico dentro de los preceptos “bein adam lejaveró” (entre la persona y el  prójimo). La respuesta es que,  al honrar a nuestros padres,  se está honrando directamente a D-os, porque ellos, al asociarse con Él, nos dieron, nada más ni nada menos, que la vida. O sea que, si mejoramos nuestro comportamiento con nuestros padres, instantáneamente mejoramos nuestra relación con D-os, manteniendo así la continuidad de la cadena.

fuente:  Judy Lerner , escritora israelí.