GONZALO DE BERCEO Y EL ANTISEMITISMO

Nota sobre el estudio literario  de un autor que se contrapone con el estudio del judaísmo hispánico que se ha pactado en diversas regiones españolas.


El año de 1215 -tres años después del significativo triunfo cristiano contra el musulmán en la famosa y olvidada batalla de Las Navas de Tolosa- se convoca el (para los judíos, ominoso) IV Concilio de Letrán. Ya en el III Concilio Letranense Roma había comenzado a condenar a los judíos, aunque con escaso calado en Castilla; habrá que esperar al año de 1313, con el Concilio de Zamora, para que el asunto comience a ser un verdadero problema. Todo el S, XIV es un problema en sí.  De todos modos, Letrán IV incide de tal manera en la sociedad que  supone un influjo  revolucionario en la producción literaria medieval: el clero culto, conocedor del latín,  por sus monasterios, estaba enfrentado al clero secular, muy inculto;  de este modo comienza a crearse  una literatura de índole marcadamente  didáctica sobre cuestiones cristiana. Ese movimiento de pedagogía cristiana, en Hª de la Literatura, recibe el nombre de Mester de Clerecía. (Opuesto al Mester de Juglaría, dedicado a la literatura profana)

El mayor representante de este «movimiento cultural» es el  poeta religioso conocido  como Gonzalo de Berceo, de quien sabemos más bien poco. En el monasterio de S Millán de la Cogolla (hoy en la comunidad autónoma de La Rioja) -donde, oh paradoja,  se han realizado actualmente congresos sobre sefardismo (se refieren a hispano.hebraísmo, en España se ignora por completo el sefardismo) – se conservan documentos que atestiguan que Berceo, en 1221, poco después de Letrán IV, era diácono y, en 1237, clérigo secular. Su labor literaria se puede resumir calificándolo de catequista.

Su más preciada obra, de sorprendente estudio obligatorio aún actualmente en los estudios de enseñanza secundaria pública de España, es «Milagros de Nuestra Señora»: 25 poemas sobre presuntos  milagros de la Virgen Mª sobre personajes arquetípicos de la época que serán, por supuesto, «salvados» por el cristianismo y sobre todo por intervención mariana.

Ahora que se trata de que los planes de estudios de los colegios comiencen a explicar siquiera someramente el judaísmo hispánico,  resulta cuando menos paradójico  explicar, por un lado, este decisivo factor de la construcción del hispanismo  a la vez que, minutos después,  en la siguiente clase,  se explica lo que Berceo dice de los judíos en los poemas titulados El judezno (xvi), Cristo y los judíos de Toledo (xviii) y El mercader fiado (xxiii)

En el primer poema de «Los Milagros de Berceo», titulado «El niño judío», se cuenta la historia de un niño hebreo que, en tanto que niño, se acercaba a jugar con otros de su edad  pero de  una escuela monástica de la localidad de Borges (Lérida). En la mañana de la pascua cristiana, a la hora de los cristianos ir a comulgar, resulta que al niño, por una mera cuestión de mímesis,  le apeteció también recibir lo que el cristiano llama «hostia sagrada»; cuando la pobre criatura  tuvo pegado en el paladar de su boca esa hostia, parece ser, o así se ha hecho constar,  que vio en las alturas a una gran dama de gran hermosura. Qué casualidad que,  en época donde se procuran conversiones a mansalva, se hable de epifanías.

Cuando regresó a su casa, el niño -dice la crónica cristiana – se lo contó todo a su padre, que se enfadó muchísimo. El progenitor  parece ser, según nos cuentan, estaba tan sumamente afectado por los hechos relatados por su hijo que decidió que lo mejor era -así, sin más- que ardiera vivo en un horno que el progenitor  tenía. De esta forma era como se trataba lo que entonces  llamaban » hereje»· Pero el fuego, cosas de las leyendas,  no lo quemó: al igual que en cierto pasaje tanájico de los judíos en el cautiverio de Babiolonia, salió del horno totalmente intacto, como si nada hubiera pasado. Y además, declarando que todo el proceso milagroso de su capacidad ignífuga había sido procurado ni más ni menos que  por la Virgen. Así es como  el  clero hispánico del S XIII, con el monopolio de la enseñanza, instruía al personal. Y esto es aún hoy materia para que los escolares superen las pruebas de acceso a estudios universitarios.

En el segundo poema, titulado «Cristo y los judíos de Toledo», el tono es mucho más duro, pues se relata cómo un clérigo induce a una matanza de judíos : en la fiesta del quince de agosto, dedicada a la Virgen, una voz que es la de la misma protagonista de los versos bercianos, habló a los cristianos diciendo:

Oíd -dixo- christianos una estranna cosa,
la gent de judaísmo, sorda e cegajosa,
nunqua contra don Christo non fo más porfïosa.

 Secundo que nos dizen las sanctas escripturas,
fizieron en don Christo muy grandes travesuras;
tajava essa cuita a mí las assaduras,
mas en ellos quebraron todas las sus locuras.

(…)

 Los que mala nazieron, falssos e traïdores,
agora me renuevan los antigos dolores;
en grand priesa me tienen e en malos sudores,
en cruz está mi Fijo, luz de los peccadores.

A lo que el arzobispo, sigue:

Vayamos a las casas, esto no lo tardemos,
de los rabís mayores ca algo hallaremos;
desemos las yantares ca bien las cobraremos,
si non, de la Gloriosa mal rebtados seremos».

Moviéronse los pueblos, toda la clereçía,
fueron a muy grand priessa pora la judería;
guïólos Jesu Christo e la Virgo María,
fo luego escubierta la su alevosía.

Fueron bien recabdados los que prender podieron,
diéronlis yantar mala qual ellos merecieron,
ý fizieron «Tu autem», mala muerte prisieron,
depués lo entendieron que mal seso fiçiero

En el poema titulado «El mercader fiado», en el que versifica un cuento de Las Mil y Una Noches, que tiene por protagonista a un mercader de Constantinopla. El mercader pide un préstamo a un judío que le pide un garante, y el mercader ofrece como tal a Cristo. Entonces pone el dinero en un arca de madera y la tira al mar, confiando en que Dios haga llevar el dinero adeudado por el mercader. Al final, a pesar de la incredulidad, el judío es convertido al cristianismo de forma «milagrosa».

Es decir, mientras a los escolares se les esté explicando esta actitud intelectual implícita, es inocuo y vacuo tratar de contrarrestarlo con con clases sobre la vida y avatares de los judíos hispano-hebreos. Lo único que se consigue con semejante medidas -no refrendadas por un estudio didáctico precedente-  es la confusión del estudiante, incluso del docente, que ya no sabe qué explicar ( sobre todo si uno de sus alumnos tiene el suficiente sentido crítico par formular una pregunta «incómoda»)  De los asuntos pedagógicos de los escolare españoles debieran preocuparse  pedagogos con facultades para ello y no gente incompetente con pretensiones de estrellato a cualquier precio. Es tan bruto como matar moscas a cañonazos. Pero la hipocresía es así.