JAYETI JASID, UN BUFÓN DE LA CORTE DEL IMPERIO OTOMANO

Historia de un señor aquejado de enanismo que acabó en Cincinati.


Jayeti Jasid fue a nacer en la Tesalónica de 1852, cuando esta ciudad -hoy la segunda en importancia en la república de Grecia- aún estaba en poder del Imperio Otomano, que entonces estaba inmerso en el proceso de «modernización» denominado Tanzimat. Sus padres fueron David y Esther Jasid. El niño, que siempre fue pequeño, dejó de crecer a los cinco años de edad, habiendo alcanzado la estatura de 76 cms. Pero su personalidad era enorme ya desde crío: tenía un especial talento para ser simpático y hacer reír a la gente con el baile, el canto y diversos trucos de prestidigitación. Por otra parte tenía una notable habilidad para los idiomas y finalmente adquirió fluidez, además del turco,  en árabe, el francés, el alemán,el  griego, el italiano y el español (aunque con español se deben referir a judeo-español, lengua profusamente hablada en Tesalónica).

 

A la edad de 20 años, su fama era tal que llegó a oídos del sultán de entonces, Abdul Hamid II -el que empezó el genocidio contra los armenios y le negó a Herzl la posibilidad de asentamientos judíos en Erets Israel, mientras llevaba a la Sublime Puerta a las derrotas frente a Rusia y Serbia, entre otras. Este sultán, cuando conoció las dotes del sr. Jasid,  lo hizo llamar al palacio  neo-barroco de la costa europea del Bósforo, Dolmabahçe Sarayı. Durante años se dedicó a entretener con sus bufonadas a la corte otomana y, después, cuando los espectáculos decrecieron a causa de las tensiones políticas que anunciaban el desmantelamiento del imperio, lo recluyeron en el harén, para entretener a los numerosos hijos del sultán.

Pero al sr. Hayeti no le gustaba comer la comida infantil que se le ofrecía en palacio y decidió abandonar por decisión propia el puesto. Y fue así como llegó a París y trabajar en la compañía farandulesca del Follies Bergère. Pronto le apodaron el Pulgarcito turco. Y a veces, también más dignamente, Pashá Jeyetí Jasid, el caballero Jasid (Piadoso, en hebreo).

Durante un tiempo tuvo mucho éxito por los escenarios de muchos países de Euroa -hay reseñas periodísticas de sus actuaciones- porque llamaba mucho la atención cómo cantaba canciones francesas de moda con una voz propia de un niño de cinco años (cuando tenía cincuenta y seis.)

Con la troupe circense del Follies llegó a viajar a Australia y Nueva Zelanda, pero también en Estados Unidos.

Según el Cincinnati Post  a fecha del 10 de agosto de 1910

“Cincuenta enanos vinieron a Cincinnati el viernes por la mañana para entretener a Cincinnati y sus invitados durante la Exposición del Valle de Ohio. Los medio centenar de liliputienses están relacionados con el Circo Tiny Town y acaban de llegar de Europa. Son tan pequeños que los funcionarios de inmigración estadounidenses declararon que estaban deformados y quisieron excluirlos del país. Sin embargo, después de pensarlo durante un día, se les permitió aterrizar en Nueva York y llegaron a Cincinnati en coches especiales.

Pero muchas veces, el éxito es pasajero, la compañía pasó de moda, y Jasid quedó como solista, comenzando un declive en el que como mucho lo contrataban para actuar de forma muy secundaria, incluso a veces sentado en una esquina para dejarse mirar.

“La mayoría son escolares y miran fijamente al ‘Pulgarcito turco’, sentado en una pequeña silla de mimbre, vendiendo fotografías suyas en postales. Cada vez que desvían su atención, los niños se miran unos a otros y reprimen una risita. Luego, cuando se da vuelta, retoman su solemnidad sobrenatural con extraordinaria rapidez. No hay ningún cargo por verlo. Yo también lo miro, pero (espero) sin groserías. El TTT no se fija en ninguno de nosotros. Simplemente entrega las postales y se guarda las monedas con silenciosa e impasible dignidad”.

Esa «actuación» le procuraba unos ingresos de cuarenta y dos dólares a la semana, lo que no estaba mal para la época y habida cuenta de que llevaba una vida muy discreta que apenas le conllevaba gastos. Vivía -tras un alegre encuentro casual- en casa de un amigo de la infancia tesalonicense, Leon Ben Mayo, que no sin disgusto recibía de Jasid cinco dólares a la semana por las comidas y el alojamiento. Dormía en una cuna de los hijos de su anfitrión.

Pero su salud, con el paso del tiempo, empeoraba, y a la edad de 67 años, el 27 de abril de 1919, mientras que terminaba la Primera Guerra Mundial, falleció plácidamente en la cuna. León y Vita Jabiv se hicieron cargo de las exequias, comprando un ataúd de niño y organizando el funeral. Fue enterrado -alav ha´salóm- en el cementerio sefardí de Judah Touro, de Price Hill, Cincinati.