JUDÍOS EN EL PUERTO DE VALENCIA EN 1492

Notas sobre los datos que los archivos valencianos guardan sobre la partida de los judíos de la Corona de Aragón.



 Como sabemos, el fatídico 30 de marzo de 1492, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón firman un edicto por el cual se avisa a todos sus súbditos: la población hebrea de sus reinos tiene que bautizarse en la fe católica o, de lo contrario, abandonar los reinos. El plazo límite para hacer lo que procediere en cada caso terminaba el 31 de julio de ese mismo año, pero ese día fue domingo y se hizo un breve aplazamiento hasta el 2 de agosto. En el calendario hebreo, según comprobamos en diversos conversores de fechas, ese día era 26 del mes de tamuz y no 9 de av como en algunos sitios sostienen sin demostrarlo. Eso sí, el once de agosto de 1492, que fue 9 de av del 5252 sólo había pasado una semana desde el fin de la operación salida, por lo cual las condiciones en que se conmemoró esta efeméridas terrible se realizó en un especial ambiente de desolación.

Destinos de la primera generación de sefardíes. (Falta los que se fueron a Eretz Israel en años anteriores a 1492 y en ese mismo año también, por tierra desde el Magreb)

Los judíos que no pudieron siquiera concebir la idea de abjurar de la fe de Moisés no salieron todos juntos el último día del plazo convenido. Muchos empezaron a salir en el momento en que se hizo público el edicto -en el mes de mayo- y otros tantos en cuanto pudieron liquidar -apresuradamente y de mala manera- sus haciendas. Algunos sencillamente se fueron al Reino de Navarra, donde el edicto no aplicaba (y éstos fueron los que luego pasaron a crear en Francia la comunidad de Bayona) Otros decidieron unirse a los que se iban a Portugal, de donde muchos luego pasaron a Marruecos. Algunos pequeños grupos se escondieron tras los Picos de Europa hasta ser asimilados y perseguidos por la Inquisición (en localidades tan al norte como Oseja de Sajambre, en la frontera con Asturias, había inquisidor controlando a los judíos de Campo Caso)

Otros salieron via maris. Por el antiquísimo puerto de Sagunto salieron no sólo los judíos de Sagunto -que habían incorporado en su comunidad a los judíos de la ciudad de Valencia  que quedaron vivos en la matanza de 1391- sino que, desde ese puerto,  también zarparon los judíos de Játiva, Castellón de la Plana, Sesma, Epila, Ariza, Daroca, Albarracín, El Cuervo, Huesa y Belchite. Se habrían sumado a este grupo de la Corona de Aragón algunos judíos de Castilla porque sabemos que Isaac Abrabanel se hacía cargo de ellos.

Otro puerto mediterráneo donde se efectuó salida de hebreos en 1492 fue el de Tortosa, también aljama antigua de las primeras de la Corona de Aragón. Por Tortosa salieron los judíos de Zaragoza, los de la vecina Calatayud y los de Fuentes del Ebro.

Por último, el puerto de Valencia, de quien contamos con información del embarque en los protocolos notariales del Archivo del Reino de Valencia y el Archivo Municipal de Alcoy, en el Protocolo (del notario) Pere Benavent. Estos protocolos alcoyanos, encontrados por casualidad por los infatigables husmeadores de legajos históricos se encontraron con datos como por ejemplo el que nos cuenta que en Valencia, en 1492, había judíos zaragozanos, como es el caso de Yucé Abusmel, alias «Chamorro» ( el que tiene el cuero cabelludo rapado) Era el que organizaba la partida. Nos cuentan los protocolos que había recibido los 15 sueldos que le adeudaba un tendero saguntino llamado Calcit, que había sido hacía años condenado a pagar al maño una indemnización de 379 sueldos. Otros muchos, sobre todo de judíos de Sagunto, nos hablan de la imposibilidad de vender sus propiedades o de ver qué hacían con sus ahorros -pues estaba prohibido sacar oro, plata, caballos…- así que lo que hicieron fue recurrir a procuradores que se quedaban en depósito las haciendas hasta el momento de poder recuperarlas desde el extranjero (o regresando a la Península Ibérica, como hicieron muchos que no se adaptaron al destierro y abrazaron el peligroso y denostado concepto del criptojudaísmo)

Nao colombina de Sta. Mª en el puerto de Valencia, como las que usaron los hispano-hebreos para marcharse de Castilla y Aragón.

También conocemos nombres de embarcaciones en las que se realiza el viaje: «La Nunciata» zarpó del puerto de Sagunto y sabemos de ella porque el judío llamado Barbut firmó a bordo de ella el contrato por el cual un procurador se haría cargo de sus bienes. Abraham Faraig, judío de Teruel en el mismo puerto, o Abraham Biton, hicieron lo mismo; éste último dio un poder notarial a su propio hijo, que se acababa de convertir. Y lo mismo hizo Samuel Mançanel con su propio hijo. Familias partidas en dos por el golpe dado sobre la mesa en que se firmó aquel edicto infame.

Por otra parte estaban los que no tenían nada que salvar y recuperar, sino todo lo contrario: no podían hacer frente a las dedudas contraídas con anterioridad y eran incapaces de liquidar con sus acreedores. Gento Toledano, de Sagunto, debía seis libras a Luis Serra y tuvo que traspasar la deuda a un tejedor de lana de Valencia. Y no fue el único que se vio en estas lides, que algunos incluso se apañaron con moros de Bechí.

Un gran número de mujeres saguntinas vendieron el 15 de julio sus casas a Nicolás Armengol,  tintorero de Villareal (Castellón) Bonadona, mujer de Vital Vives; Astruga, viuda de Menorá de Palencia; Yamila, de Samuel Hagui; Bella, de Isaac Gallego (todos ellos apellidos que perduran entre los valencianos de hoy en día)

Los contratos de embarque del puerto de Valencia tienen un arco de tiempo entre el 7 de mayo -nada más hacerse público el edicto- y el 28 de junio. A excepción de un embarque individual, de Salomó Malequí, de Játiva- todos son contratos en grupo, por comunidades, cuyo líder hará las veces de procurador. Dichos contratos, hay que decirlo, se realizan con mercaderes valencianos que tienen algo en común: son conversos. Los nombres registrados son los siguientes: Jaime Marga, Juan Salvador, Galcerán Aderet. Con origen barcelonés: Pablo Salvador. También hubo una excepción : los genoveses Bernardo de Franquis y los hermanos Calvo eran cristianos viejos.

Salamó Cavaller y Moshé Arditi fueron los procuradores de la aljama de Sagunto. Por la aljama de Játiva lo fueron su rabino, Menajem Delmati, Moshé Alpegui, Yaakov Castell. Estos contratan pasaje el 7 de mayo con los genoveses.

El 15 de junio se cierra el embarque de la aljama de Ariza, siendo su procurador Samuel Esdra, de Sesma. Firman con los Salvador y con Aderet.

Dos días después lo hacen los judíos de Zaragoza, cuyos procuradores  son Yusef Absumel, Saúl Arroes, de Calatayud y Moshé Surrillo, de Fuentes de Ebro. Contratan con los Calvo, Galcerán Aderet y Pablo Salvador. Inferimos que estos tres procuradores, con sus tres mercaderes, se debe a que estaríamos hablando de gran número de judíos. Es más, estos tres mismos procuradores harán un contrato más el 28 de junio, pero ahora con el converso zaragozano Alfonso Sánches, que era ni más ni menos que el tesorero de Fernando II de Aragón pese a que según Y. Baer hubiera sido sospechoso en el asesinato del inquisidor de Zaragoza.

El sin duda muy rico Salomó Malequi, el judío de Játiva que va por libre -y cuyo nombre es literalmente Rey Salomón-  contrató el 22 de junio con mosén Antonio Juan, caballero de Valencia, propietario de una carabela, pasaje para 9 individuos; serían probablemente su esposa y sus hijos, o quizás incluyera también a  su propia madre o a un suegro. Esta carabela especial partió de Valencia, haciendo escala en Sagunto, el 10 de julio: el día en que se cumplían exactamente 101 años del asalto y fin de la judería de Valencia. Su destino no era Nápoles, sino  varios puertos del norte de Africa: Orán, Bugía, Argel…

Ese día también zarparon hacia la Península Itálica  los judíos de Sagunto, la judería que había acogido a los hebreos valencianos el día de su destrucción. Seguro que era un detalle que no les pasaba desapercibido. En el pasaje saguntino se incluía a  25 niños de pecho que no pagaban. Por cierto, el pago se hacía en dos plazos: uno, de 1500 ducados, en el momento de contratar. Y el resto, por el mismo monto, tres días antes del embarque. Salían a 37 sueldos por cabeza. Algunos judíos eran tan sumamente pobres que no pagaron por sí mismos, sino que les cubrió su comunidad: los matrimonios Gallur, Surrillo y Yaakov Sidis. Si morías en el viaje no se devolvía el dinero.

Todas las naves -naos- eran de origen genovés y veneciano, pero en algunos casos debían ser castellanas porque su origen no se menciona. La tripulación no sólo ejercía las labores propias de la marinería de entonces, sino que también estaban obligados a velar por la seguridad del pasaje: las aguas mediterráneas estaban plagadas de piratas, en especial bereberes. Era tal el riesgo que por cada día de más que la nao estuviera atracada en un puerto había que pagar un suplemento ni más menos que de 20 ducados. Y en algunos puertos no les querían dejar bajar a tierra porque decían que traían consigo la peste. El barco no se hacía cargo sin embargo de la alimentación del pasaje, que debía ir avituallada por sí misma para todo el periplo. 50 cajas medianas de comida, por las que había que pagar el flete. Si sobraba comida, se la devolvían al desembarcar.

Caso aparte era la bebida, que se hacía con las tradicionales botas, pero ahora llenas no de vino sino  de agua. Indispensable para surcar el Mediterráneo en pleno verano. Esas botas se colgaron del barco aún atracado en  puerto; el capitán las rellenaba con agua potable, bajo la estricta supervisión de los judíos, no fuera que hubieran pagado por el agua y luego las botas estuvieran cruelmente llenas de vinagre o incluso vacías. Las botas -que no eran de cerdo, sino de estómago de cordero-  también eran devueltas con el desembarque.

Libros sí podían llevar, pero sólo sin sobrepasar los 1500 quintales de peso; estaban exentos de cualquier tasa. Cuando hablamos de libros no sólo hablamos de códices sin más, sino de Sifrei Torá -un objeto sagrado que sólo es posible transportar cargado en los brazos entre hejal y hejal así haya que navegar durante semanas. Un Sefer Torá jamás de los jamases se deposita sobre otra superficie, y mucho menos sobre el suelo, porque lo vuelves no kasher y no se puede entonces usar para el culto. Aún hoy los Tanajim editados para el estudio no se apilan en horizontal bajo ningún concepto, siempre de pie.

Isaac, Yosef y Yaakov Abravanel, judíos castellanos, el 31 de julio de 1492 pagaron  al Maestre Racional del Reino de Valencia tasas por valor de 460 sueldos por las mercancías que se llevaban consigo a Nápoles. Dada su cercanía a la Casa Real -que no daba crédito a que hubieran escogido el éxodo- se les permitió de forma excepcional sacar cada uno 1000 ducados de oro -cosa que estaba terminante prohibida para el resto de judíos. Salieron tan tarde porque había mucho negocio que liquidar.

El uno de agosto de 1492, cumplido el plazo para que los hispano-hebreos ultimaran sus asuntos de liquidación y embarque, nacieron los sefardíes.

Bautismo de judíos en masa. Detalle de «La fuente de la Gracia», Van Eyck, Museo del Prado

 

Bibliografía:

  1. Hinojosa Montalvo, José , «Solidaridad Judía ante la Expulsión. Puerto de Valencia, 1492»,
  2. תולדות היהודים בספרד הנוצרית; מהדורה ב’ מתוקנת ומורחבת, תל אביב: עם עובד, תשי»ט 1959